Capítulo Dieciocho

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"A veces tienes que aceptar el hecho de que algunas personas han entrado en tu vida como una felicidad temporal

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"A veces tienes que aceptar el hecho de que algunas personas han entrado en tu vida como una felicidad temporal."

ANDREW

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ANDREW

Estaba en el comedor elaborando unos informes sobre los hábitos sociolingüísticos de los grupos indígenas que aún existían en la región, cuando Alice entró. Mis ojos viajaron a ella sin poder evitarlo.

La miré sin saber cómo actuar. Después de su discurso del sábado no estaba seguro de nada. En realidad de algo sí estaba seguro y era que no iba a luchar una batalla perdida, y lo nuestro estaba más que perdido. Entre sus sentimientos confusos y la realidad que me ataba a una persona que odiaba más allá de lo imaginable, no existía futuro para nosotros, por lo menos no un futuro cercano.

Respiré profundamente cuando me miró. Una determinación que desconocía en ella, se dibujaba en su rostro, lo que en cierta forma me asustaba. Lo más rápido que pudo se quitó el abrigo y sin mediar palabras caminó hacia mí para besarme. 

Sentir sus manos en mi cuello y el calor de sus labios en mi boca me sacó de órbita, con desesperación respondí a su arrebato tomando su espalda para acercarla a mí y profundizar el beso. Cuando su lengua invadió mi boca el efecto en mi entrepierna fue indisimulable. Dios... la deseaba con desesperación.

Tenía que centrarme, era una persona racional. Nunca me deje llevar por la pasión más que en mi trabajo y... cuando estaba con ella. ¡Joder! Sí ella era como una droga que me perdía. Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad separé nuestras bocas. No podía fomentar algo que sabía no tenía futuro.

– Te deseo – susurró casi en un tono libidinoso, y un movimiento brusco en mi entrepierna me recordó que tan preparado estaba para saciar su deseo.

– Alice – apenas pude decir antes de sentir sus manos por mi pecho. No tenía idea que había pasado con ella, pero era como una gata en celo. Tome sus manos y me alejé – No podemos seguir con esto.

Se detuvo observándome en medio de un gesto de estupor y rabia.

– ¿Qué?... No te estoy pidiendo un compromiso.

Érase una vez... Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora