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Capítulo once.

Alegría.

Entro a clase con Sofía a mi lado contándome todo sobre la fiesta del sábado y al ver a Gabriel mi mente recuerda el sueño de anoche.

Gabriel está a varios centímetros de mí, vistiendo una camiseta de lino blanco y unos pantalones marrones de aspecto antiguo. Su cabello oscuro invade sus ojos azules, dejándolos medios ocultos para poder admirarlos.

-Con tal de que me quieras, que me encuentren aquí. Más vale que acabe mi vida por su odio, que prolongar la muerte...-alza nuestras manos entrelazadas y, mirándome directamente a los ojos, planta un pequeño y delicado beso en mis nudillos.-Sin tener tu amor.

-No puedo.-susurro y siento las lágrimas en mis mejillas.

-Es una excusa, Alegría.-vuelve a hablar lento y suave.-Quieres y puedes, pero debes afrontar lo que te lo impide.

Su mano viaja con parsimonia por mi mejilla y, aunque quiero cerrar los ojos, no lo hago, puesto que ya no vería los suyos.

-No debo.

Su boca se inclina hacia arriba en una sonrisa torcida.

-¿Por qué te prohíbes dejarte llevar?

-Porque tengo miedo.

Niega levemente con la cabeza y apoya su frente en la mía.

Tenerlo tan cerca, su mirada quemando allí donde se posa, hace que mi corazón deje de latir.

-No lo tengas, no te haré daño.

-Pero Ella si.-declaro y de repente Gabriel desaparece.

Sacudo la cabeza, quitándome su mirada de mi mente, y asiento a Sofía, que me está preguntando algo.

-No me estás escuchando ¿verdad?-dice con una ceja alzada y ahora sí que le presto atención.

-¿Qué? Sí, claro que te estoy escuchando.

-No, no lo estás haciendo. Te acabo de preguntar si te gustan las películas porno y tú has asentido como si nada.-replica con el ceño fruncido, enfadada.

Mi cara se enrojece y agacho la cabeza, avergonzada.

-Lo siento, estaba pensando en otra cosa, Sofía.

-Claro, en el sábado con Gabriel ¿no?-pregunta y su enfado desaparece como si nada para dar paso a la picardía.

Entonces mi rostro se vuelve indiferente.

-No sé qué importancia puede tener un trabajo de Lengua.-murmuro poniendo los ojos en blanco.

-Pues al parecer él si se la ha dado.-dice mirando por un momento al aludido.

Intento no mostrarme sorprendida, pero Sofía ve mi reacción ese segundo que tardo en quitarla y sonríe satisfecha.

-Lo sabía.-susurra y se encamina hacia nuestro grupo de amigos.

Bufo y la sigo, colocando mi sonrisa de siempre.

Como sabía, Gabriel no me quita ojo desde que me ve y yo logro controlar mi corazón alterado.

Y como también sabía, Tiago se acerca a mí desde que me siento sobre la mesa de Sofía.

Me pregunta qué tal mí fin de semana y yo le respondo, como siempre, que todo ha ido muy bien.

Del infierno al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora