15.

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Capítulo quince.

Alegría.

Entro en clase con Sofi a mi lado hablando y hablando sin parar.

Y por primera vez busco la mirada de Gabriel.

Que, por supuesto, me está esperando junto a nuestros amigos cerca de mi asiento.

Sonrío ampliamente, y sin notarlo, dejo atrás a mi amiga, que se queda pasmada en mitad del camino.

-¡Hola, chicos!-exclamo y me siento de un salto en la mesa de Teo, justo la que está al lado de Gabriel.

-Hola, Ale, ¿qué tal?-me pregunta Dimas y me obligo mirarlo.

Le contesto que muy bien, le pregunto que qué tal está él y Fer se mete en la conversación, luego Gloria, Teo y Sofía.

Los únicos que no hablan son Gabriel y Tiago.

De Tiago no me preocupo, pero de Gabriel sí.

¿Al final mis sospechas se harán realidad? ¿Le habrá contado mi hermano lo de los somníferos? ¿Le habrá contado algo más?

Intento no intranquilizarme por esos pensamientos, pero desde que me hago esas preguntas no me las puedo quitar de la cabeza.

Y así estoy todas las horas que dura el instituto porque Gabriel no se deja ver en el recreo, supuestamente tenía que hacer unos exámenes atrasados, y en las clases no podemos hablar.

Casi estoy mordiéndome los dedos, porque uñas no me quedan, cuando suena el timbre de la última hora.

Siento una llamarada de electricidad por todo mi cuerpo y sé que él está cerca.

-¿Te llevo a casa?-pregunta con su voz aterciopelada y suave y por poco suspiro de alivio.

Lo miro y su sonrisa es aún más grande que la de esta mañana. Así que las dudas se disipan y asiento con otra parecida.

Recojo rápidamente con su mirada sobre mis movimientos y salimos del aula.

Cuando llegamos a las puertas principales, veo que está todo abarrotado, casi sin espacio de unas personas a otras. Gabriel sigue caminando pero yo me detengo con la respiración acelerada.

Él se da cuenta de que no sigo a su lado y se detiene patosamente. Me mira, mira a la gente y una expresión de entendimiento recorre su rostro.

-Esperemos.-murmura volviendo a mi lado y yo trago saliva.

-No tienes por qué esperar conmigo, puedes irte.-mascullo y él niega con la cabeza mientras mete las manos en los bolsillos de sus pantalones de marca.

-No me iría sin ti.

Esas cinco palabras me golpean agradablemente acelerando mi corazón y erizando mi piel, cosa que me hace estremecer.

Le sonrío y siento que me sonrojo, algo que él observa con fascinación.

Poco a poco la gente va siendo menos y se abre espacio suficiente como para salir sin que nadie me toque.

Reanudamos la salida y llegamos a su BMW. Él me abre la puerta del copiloto y yo entro totalmente avergonzada.

Cuando se sienta en el asiento contiguo al mío y ya hemos iniciado la marcha, me mira de reojo y sonríe torcidamente.

-Sé que te están carcomiendo las dudas.-murmura y yo sonrío, poniendo los ojos en blanco.

-No es cierto.-miento y su sonrisa se amplía.

Del infierno al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora