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Capítulo cuarenta y cuatro.

Julio.

Alegría.

Después de saber todo lo que Camila me contó sobre mi padre, mi vida ha dado un giro de ciento ochenta grados.

Y mi mente también.

Todas esas veces en las que Ella me gritaba que era la culpable de la muerte de mi padre, que me recriminaba que por mi culpa él tuvo el accidente y me decía que en realidad él no me quería.

Ninguno de los dos me quería.

Todo me lo creí, me lo eché en cara una y otra vez, y hasta llegué a tomarme esos somníferos aquella vez.

Eso le estoy contando a Gabriel ahora mismo, sentados en el sofá de la biblioteca.

-Me dijo cosas muy feas ese día y yo me las tragué como una tonta. Ella vio cuando cogí el bote de somníferos y se quedó en la puerta mirando cómo los engullía.-niego con la cabeza y limpio las lágrimas de mis mejillas.-Lo último que vi es cómo cogía su bolso y se iba de compras.

Gabriel me mira asqueado y acaricia en círculos mi espalda.

-Entonces te encontró Manuel.

Asiento y juego con el borde de su camisa.

-Sí, y llamó a la ambulancia. Mi madre apareció luego, fingiendo estar muy preocupada y culpándose a sí misma de no estar en casa para evitarlo.-pongo los ojos en blanco.-Todos la adoran, no ya por sus libros y su fama, que también, sino porque tiene una energía que llama la atención de todo el mundo. Pero si excavas bien, solo verás fango negro.

-¿Y cómo la pudo aguantar tu padre?-pregunta y yo sacudo la cabeza.

-No tengo ni idea, pero algo tuvo que hacer.-contesto mirando sus ojos.-Todos estos años ella ha mantenido su habitación cerrada con llave y me ha prohibido entrar alguna vez en ella.

-A saber qué guardará allí.

Asiento y apoyo mi cabeza sobre su hombro.

-Pero paremos de hablar del tema, estoy harta de todo esto.-murmuro y siento la nariz de Gabriel entre mis cabellos.

-¿Y qué quieres hacer?-pregunta mientras su mano comienza a adentrarse por dentro de mi camisa.

Sonrío traviesamente.

-Creo que tú lo sabes.

***

Dos días después llega mi hermano con su mujer a casa y pasa casi dos semanas conmigo.

Gabriel y yo vamos a la playa, y al cine, y al parque, a cualquier lado, a veces acompañados por mi hermano y mi cuñada, Tamara.

Manuel está alucinado con mi relación con Gabriel. Aun no puedo olvidar su cara la primera vez que cogí la mano de mi novio delante de él.

O cuando le conté que tenía cuñado.

Desde ese día tiene una sonrisa diferente, más sincera, y creo que ahora es realmente feliz.

Sabía que mi "problema" lo preocupaba, más por el hecho de no saber por qué me ocurría lo que me ocurría, pero parece que ha bajado la guardia al vernos a Gabriel y a mí.

Una tarde los cuatro decidimos ir a la avenida que está cerca de la costa a caminar un poco y luego a cenar.

Ya casi ha terminado el mes de Julio y hace un calor que derrite las piedras.

Gabriel me está haciendo travesuras en lo que llegamos al restaurante y yo me río a carcajadas.

Mi hermano nos mira con ojos brillantes y una sonrisa enorme.

Y me siento bien.

Después de tanto tiempo me siento en familia, protegida y realmente maravillada.

Aunque falta mi padre, sé que nunca volverá y tener a mi hermano y a Gabriel llena ese vacío.

Por primera vez quiero vivir.

Gabriel y yo hemos planeado nuestro futuro en Alemania, donde lo mandan a estudiar la carrera de Música y donde yo he conseguido plaza en una de las mejores universidades de Medicina, la Universidad de Tubinga.

Estamos más que emocionados, ya hemos alquilado un piso y estudiamos juntos el idioma.

Si, somos unos empollones, pero nos reímos demasiado con nuestra pronunciación y las palabras raras que aprendemos.

Después de cenar una rica comida, Gabriel y yo vamos en su BMW a mi casa mientras cantamos una canción de rock.

Sí, yo, escuchando rock. Me encanta desde el momento que Gabriel me enseñó varias canciones.

Mi felicidad termina cuando, al girar la esquina de mi calle, veo el coche de Ella aparcado enfrente de la vivienda.

Gabriel lo nota y traga saliva.

-Te vienes a mi casa.-susurra enseguida y yo niego con la cabeza.

-No, estará mi hermano. Si él está, no me tocará.

-Pero si se va antes de que ella se vaya...

-No lo hará. Se irán juntos, siempre lo hacen.

-Alegría...-me suplica Gabriel y yo le sonrío, tranquilizándolo e intentando tranquilizarme a mí misma.

-Voy a estar bien. Cuando pueda te mandaré un mensaje para que sepas de mí.

-Prométemelo.-exclama y aparca detrás del coche de Ella.

Lo miro a los ojos, cojo su mano y la apoyo sobre mi corazón.

-Te prometo que voy a estar bien, aunque eso sea lo último que haga.

Gabriel cierra los ojos y me abraza, colocando su cabeza en el hueco de mi cuello.

-Te amo.

-Yo también te amo.-murmuro acariciando sus cabellos y oliendo su aroma por última vez antes de bajarme del coche.

Le pido que se vaya lo más rápido que pueda. Ella no debe verlo.

Espero que mi hermano y mi cuñada lleguen para acompañarlos a la puerta principal.

Me quito el anillo de la mariposa antes de entrar y lo entierro en una de las masetas del porche.

Si Ella lo ve, no quiero ni imaginar lo que pasará.


Del infierno al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora