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Capítulo cuarenta y dos.

Alegría.

No sé cómo consigo dormir, pero cuando estoy con Gabriel es como si no me acordara de mi infierno ni de Ella.

Solo hay luz.

Nos despertamos, yo en su cama y él en el suelo sobre un saco de dormir, y bajamos de la mano a desayunar.

Al llegar a la cocina solo nos encontramos a Camila, como me ha pedido que la llame, y ni yo ni Gabriel preguntamos por su padre.

Me duele que por mi culpa se peleen, pero sé que Gabriel ya tenía problemas con él antes de que yo llegara a su vida.

Desayunamos juntos mientras charlamos animadamente de las noticias recientes y después de recoger nos quedamos un poco más hablamos.

La madre de Gabriel no me ha preguntado nada sobre mi estado, aunque los arañazos de los brazos se ven a simple vista y el golpe en la frente lo tengo tapado con una gasa que me ha colocado mi novio.

Yo tampoco tengo intención de contárselo y sé que Gabriel no lo hará.

-Cuando Gabriel era pequeño, era un terremoto. Siempre estaba de allá para acá, haciendo sus trastadas e inventando historias. Desde los cinco años comenzó a interesarse por la música, y a pesar de que mi marido no quería, le compré una guitarra para su edad. ¡Estaba tan mono cuando se equivocaba! Dejaba de comer y se enfadaba con todo el mundo, pero luego, cuando cogió práctica, nos molestaba siempre con sus canciones a pleno volumen. Creo que no debí comprarle ese amplificador.-cuenta Camila y nosotros nos reímos.-Creo que tengo un álbum en el salón, déjame traerlo.

-¡Mamá, no!-exclama Gabriel sonrojándose y yo sonrío.

-Sí, tráigalo, por favor.-murmuro y la madre de mi novio sale de la cocina. Miro a Gabriel con burla y a él se le iluminan los ojos al ver mi sonrisa.-Quiero ver cómo eras de pequeño.

Él pone los ojos en blanco y su madre regresa con un álbum grueso.

Lo abre enfrente de mí y va contándome historias conforme pasa las páginas.

No me he reído más en toda mi vida que con las fotos de un Gabriel enano con una guitarra enorme y una expresión enfadada en su pequeño rostro.

-Como decía, se enfadaba con todo el mundo cuando se equivocaba.-murmura Camila revolviendo los cabellos de Gabriel.

Cuando llega a la última página, mi sonrisa desaparece y me tenso de pies a cabeza.

Camila lo nota y me mira preocupada.

-¿Qué ocurre?-pregunta y yo no puedo mirarla a los ojos.

-¿Quién...quién es el de la fotografía?-murmuro entrecortadamente y los dos miran a la última foto en blanco y negro.

-Oh, es un compañero de clases. Salí algunos años con él, pero...-hace una mueca apenada y sus ojos se oscurecen de dolor.-Desgraciadamente falleció.

-En el dos mil ocho.-murmuro y ella me mira con sorpresa, luego frunce el ceño y asiente.- ¿Cómo falleció?

Niega con la cabeza y su rostro se llena de amargura.

-Oficialmente por un accidente de tráfico.-murmura y ahora soy quien frunce el ceño.

-¿Oficialmente?

-Sí, eso es lo que escribió el forense en la autopsia final, pero no fue así.-mi corazón se acelera y mis ojos se llenan de lágrimas.

-¿Qué es lo que pasó en realidad?-pregunta Gabriel y yo atiendo a las palabras de la mujer.

-Fue envenenado. Perdió la conciencia cuando conducía y cayó por un barranco.-dice afligida y yo pierdo el aliento.

-No, fue un borracho.-exclamo y los dos me miran desconcertados.-Fue un borracho que tuvo un coma etílico y perdió el control del coche.

Gabriel abre la boca cuando comprende mis palabras y mira la foto impresionado.

-Es tu padre.-susurra y su madre lo mira sin todavía enterarse de lo que estamos hablando.-Mamá, ¿cómo se llamaba?

-¿Qué?-pregunta ella aún desorientada.

-El hombre de la foto se llamaba Roberto Torres.-murmura Gabriel cogiendo mi mano con firmeza y esperamos los dos ansiosos la respuesta de su madre.

Ella nos mira a los dos confundida y luego baja la mirada a la instantánea.

-Sí, ¿cómo lo sabes?

Mi respiración se entrecorta y miro a Gabriel pidiéndole ayuda.

Él niega con la cabeza y cierra de un golpe el álbum.

-¿Por qué crees que es eso lo que le pasó?-pregunta a su madre y ella pestañea rápido, aun sin saber qué ocurre.

-Lo vi. Vi el cuerpo, acompañé al forense en la autopsia.-nos mira.-Yo era una amiga y ayudé a reconocer el cadáver.

Cadáver.

-¿Y por qué mintieron en la autopsia?

-Gabriel...-murmura Camila negando con la cabeza y yo me levanto del taburete, soltando la mano de Gabriel.

-¿Por qué mintieron?-mi tono de voz es duro a pesar de mi ronquera, por lo que Camila me mira con sorpresa.

-Porque alguien coaccionó al doctor Santana.-murmura y se encoge de hombros.-La mujer de Roberto es una famosa escritora y tiene mucho dinero para poder hacerlo, aunque no sé por qué lo hizo.

Noto la mano de Gabriel rodeando mi cintura y lo miro.

Sus ojos me hablan y yo asiento.

Ella mató a mi padre.

Del infierno al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora