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¿Nunca les ha pasado que cuando más intentas alejarte de algo, más crece el deseo incontrolable de acercarte a pesar de que es peligroso?

Así me sentía en esos momentos.

Dos semanas pasaron desde lo sucedido. Dos semanas el cual no lo he podido asimilar del todo. He tenido pesadillas y tuve que tomar pastillas para poder dormir. No le he contado a absolutamente nadie lo sucedido. Ni siquiera a Cora. Ella se ha dado cuenta de mi ánimo en los últimos días. Le di la excusa de que eran cólicos menstruales. Corey fue otro que se dio cuenta. Él intentó de todo para poder sacarme una sonrisa. Cosa que lo logró cuando le dije que era por culpa de la menstruación y él se sonrojó levemente. A veces parecía un pequeño niño inocente.

El timbre sonó, indicando receso. Dejé a Cora y Corey ir solos a la cafetería. Quería comer sola debajo del árbol. Cuando llegué, vi a Neal en la rama del árbol leyendo con unos audífonos puestos. Me di cuenta en ese instante que no tenía que seguir huyendo de mis problemas. Era claro que algo estaba pasando y yo estaba involucrada. No sé qué era, pero era hora de no ser la Raven miedosa y dejar salir mi yo curiosa y atrevida.

Dejé la comida a un lado y procedí a escalar. Una vez arriba, me senté al frente de él. Él seguía con la vista fija en el libro, pero con una media sonrisa. Ya se había dado cuenta de mi presencia. Se quitó los audífonos y dejó el libro en sus muslos.

- Me alegra que recurrieras a mí.

- Yo sólo quiero saber que demonios está pasando en mi vida. Tan sólo hace unos meses mi vida era normal, y desde que fui a ese estúpido baile con Denzel, todo cambió.

- Acércate más a mí - indicó.

- ¿Qué? - pregunté confundida.

- Quiero que hablemos más cerca, a esta distancia no logro oírte.

Le hice caso y me acerqué más a él. Sin poder reaccionar, agarró mi cabeza entre sus dos manos y acercó sus labios para dar un suave beso en mi frente. Sus labios se sentían suaves y cálidos.

Recuerdos pasaron por mi mente.

Lloraba histéricamente porque me había raspado la rodilla jugando con un niño travieso.

- Duele mucho - lloré.

Un pequeño niño castaño y con guantes de cuero se acercó a mí. Se arrodilló y me agarró de la cabeza, dándome un suave beso en la frente.

- Toda va a estar bien, Raven. Es sólo un pequeño raspón.

Miré sus ojos cafés y todo en mí se relajó. Me sonrió calidamente como siempre. Cerré los ojos cuando me dio otro beso en la frente. Amaba cada vez que hacía eso. A metros más allá, había un niño con la mirada oscura que nos veía desde lejos. Me miraba como queriéndome matar. Yo lo conocía así que le sonreí. Su mirada se suavizó y se alejó de allí.

- ¡Raven!

Gritaba de dolor. Enredé mis dedos en las hebras de mi cabello y tiré de ellos con desespero. Mi cabeza dolía demasiado. Las lágrimas bajaban sin control. Todos estos recuerdos me duelen como si una piedra de diez kilos me haya golpeado la cabeza.

- Sé que duele, pero por favor recuerda... Recuerdame- la voz de Neal sonó desesperada.

Me retorcí de dolor. Solté un gran alarido de dolor, que logró ensordecer mis oídos. Neal me sostuvo entre sus brazos, para no caer desde el árbol.

- Duele...- lloré.

Besó la coronilla de mi cabeza y me meció entre sus brazos, tratando de calmarme. Un niño de ojos cafés, era el dueño de mi mente. Una pequeña Raven con ese niño. El dolor empezó a disminuir y mi cuerpo al fin dejó de temblar. Neal me soltó lentamente.

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