24. No hay bebé

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Cada minuto era más largo que el otro. La espera parecía interminable. Estaba dando vueltas de un lugar a otro, esperando escuchar noticias de ella que aún estaba en emergencias. Fue horrible verla entrar casi sin color en aquella camilla, pero era aún peor no saber nada sobre su estado.

-Elizabeth Collins -escuché-.

Inmediatamente me acerqué al médico, un hombre algo mayor, que revisaba algo en una carpeta.

-¿Cómo está ella? -suspiró-.

-Lo de ahora fue un colapso, tiene un principio de anemia, debido a el cansancio y la mala alimentación.

-¿Es grave?

-No si empieza a cuidarse desde ahora -solté el aire retenido-.

-Dios, estaba preocupado -pasé las manos por mi rostro-.

-Ya le he dicho a Elizabeth que debe darse un descanso, sobretodo en su estado.

-¿Es por las cicatrices que tiene? Dijo que estaba en chequeo.

-He tratado sus heridas desde el principio, en eso está bien -me observó un momento en silencio, después continuó-. Elizabeth tiene alrededor de 6 semanas de gestación.

Un enorme balde de agua fría cayó sobre mí, mi boca se secó y mis pulmones dejaron de captar el aire. No... No ahora ¿Por qué no antes? No... ¡No! Junté todas mis fuerzas para no desplomarme allí mismo. Un cúmulo de emociones pasaban a tráves de mí, todo en ese mismo momento. Tendríamos un hijo, ¿cómo haría con dos? Pero lo más importante, ¿por qué me iba a dejar sabiendo que estaba embarazada? Y esa fue la interrogante que me mostró lo que realmente sentía, enojo, ¿por qué diablos iba a irse sin decírmelo? Tragué con fuerza.

-¿Puedo verla? -le dije al doctor.

-Claro, aún está en urgencias arreglándose.

Salí hacia el lugar indicado a paso rápido y firme. Al llegar, la encontré sentada en una camilla revisando algo en su celular. Me coloqué frente a ella, ahora tenía la mirada perdida en alguna parte de ese gran lugar, había recuperado algo de brillo en su rostro sin embargo lucía cansada.

-Y yo soy el egoísta -dije enojado-. Ibas a irte sin decírmelo. ¿Siquiera pensaste en contarme?

-¿Para qué? Tenías problemas más graves -respondió con su voz apagada-.

-Es mi hijo -me observó-.

-¿Estás seguro? -la tomé por los hombros, obligándola a que me observara-.

-¿Estuviste con alguien más? -levanté la voz-. ¿Y así te atreves a juzgarme? -nuevamente desvió su mirada-. Si no es mío entonces de quien, ¿el veterinario? ¿Alex? ¡Dímelo!

-¡Déjala en paz! -escuché al tiempo que fui apartado bruscamente de ella.

Alex estaba allí, interponiéndose entre nosotros, visiblemente enojado.

-Este no es tu problema, no te metas -me acerqué a él y recibí un fuerte empujón-.

-Estás gritándole a Elizabeth, ¡claro que es mi problema!

Nuevamente me acerqué, esta vez para encestarle un golpe, cuando una enfermera mayor se acercó a nosotros.

-Señores, esto es un hospital, si desean discutir pueden hacerlo en la calle pero no aquí.

Ambos fuimos retirados de la sala, mientras otra mujer revisaba a Elizabeth. Cuando estabamos en la sala de espera, Alex tómo mi brazo justo cuando me disponía a salir del hospital. Me zafé inmediatamente y le hice frente.

Corazón Recargado (CA #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora