He visto

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He visto cambiar tu aspecto más de treinta veces desde la adolescencia.

He podido sentir tu afecto por mí, el cual crecía a medida que pasaba el tiempo.

Hemos sido dos estrellas fugaces que se escaparon más de cincuenta veces para explorar ese cielo estrellado.

Hemos compartido más de 23.706 besos llenos de dulzura.

Hemos coronado la cima de la felicidad.

Hemos visto crecer a esos dos renacuajos que ahora ya nos superaban en altura.

Hemos aprendido a convivir aún a pesar de nuestros mundos tan dispares.

Nos hemos apoyado en uno en el otro en cada momento.

Hemos discutido más de cien veces.

Nos hemos perdonado mil veces más.

Nos hemos dañado el uno al otro.

Nos hemos curado con un simple «Te quiero».

Hemos ido creciendo, en familia, contando arrugas por cada momento recordado.

Hemos llorado el uno por el otro, pero sin poder llegar a compararse a lo llorado estos días de mi parte para ti, oh, querida, que descanses en paz, sea donde sea que estés, recuerda, recuerda la felicidad que me dabas, la cual nadie me podrá nunca dar, pero no te preocupes, sé que me esperas, no lo dudo, no tardaré en ir junto a ti, no llores por mí, esto lo elegí yo, no te culpes, ahora por fin volveremos a estar juntos, espérame, ángel mío, quiero ver tus blancas alas ya, como conjuntarán con las mías, no pienso esperar más.

«Vive lo que yo no pude, querido mío».

Y el anciano alejó la silla con el pie, con la soga haciéndole colgar, mas en su expresión la dominó una sonrisa ahogada por lágrimas.

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