Castillo derruido

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Por mucho que intente que las cosas duren... Algunas simplemente rompen, fuera de mi control.
Se hacen pedazos, torturadas por el silencio, la ignorancia y el cambio, creando una rotura que se agranda con la distancia.
Intento frenarla, pero es imposible, yo no pertenezco a esa fractura, soy un personaje secundario de esa historia, no tengo el poder para cambiar una mínima posibilidad de retroceso en el proceso de avance de la separación.
Grito. Suspiro. Lo intento. No soy capaz de que escuchen mi queja ante tal situación.
¡Esto no está bien! ¡Parad!
No me hacen caso. Me evitan. Me rechazan. La rotura se esparce. Crece. Se hace más fuerte cuanto más débil la situación es. Está a punto de llegar a su fin, se partirá en mil pedazos, imposibles de reunir y volver a pegar, pero aunque grite no me escuchan, desisto. Me siento a llorar por la relación perdida tras la felicidad de ambos seres. No quiero mirar como ya no se distingue el dolor de la indiferencia.
Escucho el «tic, tac-tic, tac» del reloj sonar, esperando crujir el invisible castillo que crearan desde la infancia, a base de acierto y error, todo para llegar a esto.
Ya debería haber caído, haberse desvanecido como hacen los fantasmas, como quien sopla a un diente de león a plena primavera, perdiéndose con el viento traicionero... Pero no llega, en cambio, escucho miradas de afecto, siento risas complacidas, y veo... Más bien ya no veo al castillo, ahora es una casa, a ras del mar, ambos están dentro... El destino ha cambiado, ellos se han reconciliado.
Observo con satisfacción y melancolía su abrazo lleno de recuerdos ya olvidados, su sonrisa llena de alivio en general y lágrimas por el miedo a fracasar.
Me alejo, yo ya no hago nada ahí.
Mientras mi cuerpo se aleja de ahí, acabo sentado en la orilla, observando al ocaso que aparece por el horizonte.
Cuando el sol se fue, con él también me desvanecí, dejando tras de mí lágrimas en la arena, como único recuerdo de los años pasados a su lado.
No me recordará, pero su relación no fracasó... Esto era lo que buscaba, que no se derrumbara todo cuánto tenía... ¿Por qué no estoy lleno de felicidad? ¿Por qué lloro? ¿Por qué no le felicito por su logro? ... Es cierto, porque soy solo un fantasma enamorado, incapaz de hacer nada, incapaz de sentir nada.

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