❝Gaby ha sido el amor más grande de la vida de Karla, y ahora, años después de su ausencia, Karla le escribe cartas para recordarle lo mucho que significó su tiempo con ella❞.
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Detrás de cada mirada hay una historia y dentro de cada corazón...
De ese primer día, recuerdo mi rezongadera antes de salir de casa porque las nubes negras auguraban una lluvia de sábado que iba a detestar. Llevé paraguas y aún así, mis zapatos se mojaron irremediablemente.
Llegué unos diez minutos antes de la hora de la clase, pero ya casi todos los diez aprendices estaban allí. Crucé la puerta de mal humor y sacudí el paraguas para poder guardarlo, también pasé mis manos con fuerza por mis muslos y mis hombros intentando alejar las gotas que alcanzaron a pegarse.
Pasé una mano por mi cabello con ganas de irme ya y meterme en la cama por el resto del día. Caminé con la intención de tomar una de las sillas acomodadas en las cuatro paredes dejando el espacio en el medio y entonces pasó.
Te vi.
Estabas en una de las esquinas y tenías también un paraguas en las manos, intentabas cerrarlo y guardarlo así que asumí que también acababas de llegar. Evitabas levantar la mirada, deduje que eras tímida, al igual que todos lo somos cuando llegamos por primera vez a un lugar.
Me mente quedó en pausa con tu imagen, y ya que no quería acercarme y balbucear las primeras palabras que te dijera, tomé una silla en la esquina diagonal del salón. Te observé mientras te mirabas las uñas, buscando pasatiempo mientras la clase daba inicio.
No sé si no sentiste mi mirada o si simplemente la ignoraste, lo cierto es que no pude ver tus ojos ni medio segundo. Solo fueron un par de minutos de deleite que tuve pues el maestro llegó.
Afuera empezó a llover más duro a medida que él hablaba, pero dejé de odiar ese sábado y su frío color; ya no quería irme a casa. Tú hiciste que el día fuera cálido para mí y desde entonces, mis tardes favoritas son las que incluyen lloviznas porque me recuerdan a ti.
Luego, por casualidad y fortuna, al levantar la mirada a mitad de clase, encontraste la mía.
Solo fue un instante, un segundo, una sonrisa de amabilidad de tu parte y puedo jurar que sentí la punta de la flecha de Cupido en el centro de mi corazón.
Descubrí la verdadera belleza en ese destello de tu sonrisa.
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