✐ D I E Z ✉

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Querida tú:

Entre más tiempo pasaba contigo, menos temor sentía a pesar de las circunstancias, al contrario, me sentía más valiente cada vez, especialmente porque el recato que siempre tenías también parecía ir disminuyendo con cada charla que teníamos.

Había una chica de la que había escuchado que ayudaba a torpes en el romance como yo a ser un poco más románticos y cuando supe que estudiaba en el mismo sitio que tú, no dudé en pedirle ayuda. Fue quizás un poco vergonzoso pero era para ti, así que no me iba a detener por vergüenza.

Tiempo después te confesé que la salida que ella preparó no había sido idea mía porque no me gustaba tener el secreto, pero no te importó, estabas encantada y tampoco me arrepiento porque yo misma jamás habría sido capaz de buscar la magia tan sencillamente sin las ideas de Grishaild.

Fue muy eficiente y descubrió que te encantaban las mariposas, nunca me lo mencionaste y resultó que eras casi una obsesionada con ellas, así que Gris me dio los datos del mariposario de la ciudad (yo ni sabía que existían mariposarios en la ciudad) para llevarte, muy, muy apropiado.

Dios, deberías ver tu sonrisa cuando llegamos, estoy segura que de haber inmortalizado ese gesto de tu cara, sería una de esas obras de arte que trascienden a muchos siglos.

Era un domingo y hacía tanto sol que parecía que el clima nos daba aprobación para estar juntas. Vimos un arcoíris, de esos que rara vez se encuentran por la contaminación de la ciudad, y me dijiste que te parecía increíble que de una gotita de agua salieran tantos colores solo por la exposición al sol.

Desde entonces los arcoiris me recuerdan a ti; coloreaste mi mundo solo con una gota de tu presencia.

Gris me dijo dónde podía comprar un detalle bello para ti y cuando fui a esa tiendita y vi un amuleto de crisálida, supe que era el adecuado. Era casi poético: yo te daba una crisálida para que supieras el cambio que estabas haciendo en mi vida, para mostrarte la magia que traías a mi existencia, para asegurarte que algún día quizás los miedos se irían y la crisálida sería reemplazada por una mariposa con tu nombre en ella junto al mío.

Me pregunto qué habrá sido de ese amuleto, dónde estará ahora, si aún contiene la magia que sentí que tenía al dártelo.

El mariposario no fue en sí lo más importante de ese día, de hecho era un día tan importante y crucial para mí que no disfruté mucho de las mariposas por estar pendiente de ti y de lo que iba a hacer.

Me había decidido la noche anterior a arriesgar todas mis fichas a una apuesta contigo. Un solo juego, una sola oportunidad, una sola pregunta: "¿Quieres ser mi novia?".

Te juro que jamás te lo habría preguntado de no estar segura de que sentías algo por mí, pero yo tenía la certeza de que sí lo sentías, y mi mamá siempre me decía que las oportunidades había que tomarlas al verlas y no cuando ya fuera tarde.

Con o sin certeza tenía miedo de tu respuesta porque comprendía tu situación; tuve un segundo de arrepentimiento en la lengua luego de decirlo pero el remordimiento y el temor se disiparon como cenizas al viento cuando con un suspiro, una sonrisa y un sonrojo, me dijiste que sí.

Era apresurado, lo sé, pero te prometí todo tras ese simple sí: discreción, entrega, devoción, paciencia, amor, comprensión, mi alma, mi corazón, mi todo y aún así sentía que te ofrecía poco a comparación de lo que recibía de tu parte.

Es que si te vieras como yo te veía, Gaby, sabrías que no había nada en el mundo que pudiera dar para ser equivalente.

Estuvimos tanto tiempo en aquel mariposario que llegué a pensar que las horas se habían detenido para darnos más rato de estar juntas; estábamos tan lejos de cualquier persona que nos conociera que me atreví a tomar tu mano mientras caminábamos por el césped y para mi sorpresa y maravilla, entrelazaste nuestros dedos en lugar de evitar el contacto.

Dios, mi corazón se derritió al ver tu mano de uñas rosadas perfectas junto a la mía de uñas sin color ni cuidado, tú también miraste nuestras manos y sonreíste con una especie de orgullo en los ojos.

Nos detuvimos en un árbol y por un segundo me sentí metida en una película de los noventa cuando usaste uno de tus ganchitos negros del cabello para tallar en la madera las iniciales K & G.

El mariposario es tan enorme que no he podido volver a encontrar el árbol donde eso quedó grabado y sí que lo he intentado. A estas alturas creo que encontrarlo es un anhelo demasiado ambicioso, pero al menos tendré ese detalle en la memoria por siempre.

Todo fue perfecto ese día.

Estabas hecha para mí.

Yo estaba hecha para ti.

Yo estaba hecha para ti

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Sarang •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora