✐ D O C E ✉

2.6K 555 105
                                    

Querida tú:

No sé si el hecho de que nuestra relación hubiera sido en secreto aumentó más la emoción de todo, pero la verdad era que la adrenalina que me recorría cada vez que estaba a tu lado era vigorizante y adictiva, era como un arranque de energía potente sin el que ya no me imaginaba vivir.

Tú y nuestro secreto me daban vida.

A ti... bueno, creo que más que adrenalina, lo que te recorría al estar conmigo era miedo, especialmente porque mucho del tiempo juntas lo pasábamos en tu casa. Tu habitación se había convertido en nuestro pequeño refugio para decirnos cosas lindas en voz baja, tomarnos las manos y acariciarnos el alma con suspiros compartidos.

Pero ambas sabemos que los suspiros compartidos no fueron nunca lo único que bailaba entre nosotras. Tú me despertabas cada sensación existente e incluso algunas que no creía posibles; te deseaba con el cuerpo, con el alma, con los ojos, los labios y las manos curiosas. Te deseaba al verte hablando y al deslumbrarme con tu sonrisa; no había algo que viniera de ti que no quisiera ver o tocar o acariciar o sentir.

Tu timidez me cautivaba, la forma en que tu mano subía lentamente desde mi hombro hasta mi cuello en medio de cada beso, me seducía y es que, ¿quién puede resistirse a un mimo de quien le quita cada suspiro enamorado?

Solo una vez estuvo tu madre a poco de vernos en medio de un beso y el gesto que pusiste me aseguró que lo nuestro no iba a salir del clóset por mucho, mucho tiempo más. Tu madre me seguía llamando como tu buena amiga y yo debía conformarme con eso; nos llamó en aquella ocasión inmaduras porque le dijimos que peleábamos con almohadas para justificar el calor del rostro y el sonrojo que nos embargaba.

Cuando ella salió de la habitación un silencio nos envolvió hasta que nos miramos y todo nos dio risa; tus labios estaban colorados a causa de los míos, el color rojo solo se concentraba allí y en un punto en cada mejilla, lo que te daba un aire inocente y para mí, que sabía el motivo de tu estado, tentador. Ese mismo silencio que nos envolvió nos fue acercando como si fuera un nudo que se aprieta de a poco con nosotras dentro y en pocos segundos —luego de poner el seguro en la puerta— tu boca volvió a unirse a la mía.

Solo en esa ocasión sentí que no había miedo, sino adrenalina, esa necesidad de seguir besándonos solo porque el peligro de ser descubiertas nos aceleraba el pulso más que nada. Nos acostumbramos tanto a que nuestro amor fuera en secreto, que los besos nunca fueron recatados, nunca pudieron denominarse del tipo que se pueden dar en público.

Y a mí me encantaba eso.

Me encantaba como podías lucir angelical frente a tu madre, como podías tratarme como una buena amiga con mucha indiferencia, pero en privado eras solo mía a la vez que me hacías sentir que yo solo podía ser tuya.

✉✉✉

Siempre he amado diciembre pese a que mi madre nunca fue partidaria de celebrarlo en demasía. Ese año sin embargo fue el mejor. Era mi primer diciembre enamorada y tenía esa felicidad que solo da el probar algo por primera vez.

Para navidad viajaste con tu familia así que tu ausencia brilló en mi estado de ánimo; hablamos cada día pero mi necesidad de verte acrecentaba en cada uno de esos diez días en que no estuviste.

De todas maneras no importó porque en año nuevo todo se recompensó.

Le pedí a mamá que me dejara ir a tu casa y tu mamá no vio problema en poner un plato más para la mejor amiga de su hija. Habías llegado de viajar el día anterior por lo que esa reunión de año nuevo era como nuestro reencuentro, pero al estar con toda tu familia tuvimos que mantener la formalidad a flote. Sonrisas a todos, distancia prudente, charla banal y un muy rutinario "¿qué tal tu viaje?".

Me encantaste tanto esa noche que fue un triunfo haber disimulado que la baba se me caía al verte caminando con aquel vestido verde que debaja tus brazos y piernas al descubierto. Tragué saliva más veces de las que recuerdo y me sonrojé en mi lugar en varias ocasiones al admirarte por más de diez segundos seguidos.

Yo moría por besarte luego de tantos días pero tu madre te tuvo ocupada la mayor parte del tiempo atendiendo a la familia que iba por la celebración. Hablé con varios de tus familiares, todos muy amables de palabra y le agradé a cada uno, seguía ostentando con orgullo el título de "buena/excelente amiga" y eso era muy bueno mirado desde cierto ángulo.

Faltando quince minutos para medianoche, con el barullo de voces en la sala de tu casa en su tope, hallaste la manera de halarme por las escaleras y escabullirnos a tu habitación. La puerta se cerró al tiempo que te lanzabas a besarme y ahí me quedé, recostada contra ella disfrutando de tus labios.

Tus labios me supieron a felicidad, tus manos en mi cintura a placer, tu lengua contra la mía a plenitud. Dios, Gaby, no hay cómo olvidar esos minutos en que el choque de labios se volvió el único sonido entendible.

Me dijiste que me extrañabas, que te había hecho falta, que lucía bonita esa noche, que deseabas besarme tanto como yo desde que había llegado a tu casa unas horas atrás. Admito que solo por esa noche, sentí que tu amor era muchísimo más grande que el mío, que me adorabas con la misma pasión que yo lo hacía y eso me hizo arder el corazón de alegría.

Dijiste muchas cosas pero la más bonita llegó a medianoche cuando alcanzamos a escuchar la cuenta regresiva desde el segundo piso. Cantamos en susurros del diez al uno y al terminar me diste un beso pues me contaste que el inicio de año dictaba la suerte que tendríamos en todos los doce meses, me dijiste con una gran sonrisa que iniciar el año besándome era la manera de asegurarme por un año completo de estar juntas.

Te dije que no hacía falta besarnos a medianoche para eso, que yo ya estaba dispuesta a ese y muchos años más. Y ahí fue cuando soltaste las dos palabras más lindas del mundo: "te amo".

Un te amo fuerte, claro, lleno de convicción y certeza.

Era curioso que pese a que eras tú quien más se empeñaba en ocultarnos de todo el mundo, dieras todos los pasos importantes en nuestra relación. Eras una valiente, Gaby, y yo también, pero con otra clase de valentía.

Éramos como el equipo perfecto. Mejores amigas, amor de la vida y almas gemelas. Todo. Literalmente todo, Gaby.

Cualquiera que sepa de nuestro amor puede pensar que no teníamos nada más que pedirle a la vida. Eso pensaba yo también.

Y sin embargo, solo míranos, qué equivocada estaba. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sarang •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora