✐ T R E S ✉

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Querida tú:

La voz del maestro era melódica, como si hubiera nacido para hablar y enseñar sobre música. En esa primera clase solo presté atención completa un par de minutos, escuché su nombre, su edad y su proyecto de las clases, las expectativas que esperaba llenar y los puntos que iba a tocar en las horas del curso.

¿Te confieso un secreto? No presté casi nada de atención a esa primera clase por estar pendiente de tus movimientos por el rabillo del ojo; tú sí estabas prestando atención. Eras aplicada, dedicada.

La mayor parte de la hora la acapararon una pareja de hermanos hablando de que ellos ya sabían tocar guitarra pero que deseaban perfeccionar su técnica. Noté que reías por lo bajo al escucharla a ella porque la verdad sonaba un poco pretenciosa.

La ventana de la parte más alta de la pared estaba abierta; lo suficiente para que entrase aire pero no tanto como para que el agua de lluvia se colara por las malas. En una de esas ventiscas, tu cabello se sacudió y se te cruzó por la cara, eso te hizo estornudar y en el afán de no llamar mucho la atención, el estornudo fue casi interno, como el de un gato y tuve que reprimir la risa.

Te encontré adorable pero desvié la mirada para no hacerte sonrojar pues al parecer nadie más lo notó. Quise gritarte "salud" desde mi lugar, pero no lo hice.

Esperé por casi toda la clase a que el maestro dejara de hablar tanto e hiciera la ronda de "Dinos tu nombre y por qué estás acá"; no me importaba escuchar los nombres de todos, solo quería saber el tuyo. Pero no lo hizo, solo siguió hablando profesionalmente de los tipos de guitarra y un poco de su historia.

La lluvia fue dando tregua luego de casi dos horas y yo seguí un poco ausente, distraída, suspirante (¿es eso una palabra?), pero sin plan ni intención inmediata de presentarme.

¡Dios, necesitaba saber tu nombre!

¡Dios, necesitaba saber tu nombre!

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Sarang •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora