El callejón.

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Hacía escasos tres segundos se encontraba caminando plácidamente hacia su casa. Ahora forcejeaba en el suelo gritando mientras dos hombres con mal aspecto intentaban controlarla en el asfalto de un sucio callejón. Uno; el más alto y joven, le agarraba las extremidades con el objetivo de inmovilizarla, mientras el otro; le bajaba los pantalones con dificultad. Como buena feminista luchadora que era conocía bien la situación en la que estaba por compañeras que, por desgracia, les había pasado lo mismo que estaba a punto de sucederle a ella. Siempre lucharía contra la desigualdad y los abusos de la sociedad. Pero en ese momento ya no tenía nada que hacer. No podía con ellos y se le acababan las fuerzas para pelear. Cerró los ojos. <Crouch>. Escuchó una especie de zumbido y abrió los ojos inundados en lágrimas. Ya no estaban.

Con la máxima rapidez con la que pudo moverse, se subió los pantalones mirando hacia ambos lados. Un hombre de elegante traje de no más de 30 años, moreno y de esbelta figura, se acercó a donde ella seguía tumbada. Le extendió la mano en señal de apoyo para levantarse y la aceptó. Cuando se hubo levantando rompió en llantos y el hombre la estrechó entre sus brazos.

-Tranquila. Ya ha pasado.- susurró en su pelo.- Me llamo Elijah.
-Ya he acabado con estos dos, hermano.

Ella se giró lentamente hacia la voz procedente del fondo del callejón. Era un hombre de edad similar, tal vez unos años menos, al que decía llamarse Elijah, a quien ella ahora mismo se encontraba empapándole la chaqueta. Era algo más rubio y con una corta barba que le ocupaba la mitad de la cara. Vestía de manera más informal y parecía muy opuesto al caballero que la había ayudado. De su boca chorreaba sangre y su chaqueta de cuero negra estaba salpicada. Se horrorizó al instante y empezó a apretar con fuerza la espalda del que la sostenía.

-Recógelo todo y límpiate la cara, Klaus.
-Enseguida.- sus ojos despiadados se dirigieron hacia ella.- No te volverán a molestar, chica.

Se volvió y se fue caminando por donde había venido hasta donde se encontraban tumbados en el suelo dos cuerpo completamente despedazados con un charco de sangre al rededor. La chica abrió los ojos como platos. Quería salir de allí, gritar y correr hasta llegar a su casa y meterse debajo de las sábanas de la cama pero estaba totalmente inmóvil.

-¿Tienes miedo?.- Elijah se separó de la chica y la miró fijamente.
-Les ha matado.- abrió la boca ella por fin.
-Sí. Pero se lo merecían, ¿no crees? Así evitaremos que hagan daño.
-Claro que se lo merecían.- contesto la chica con furia en sus ojos, sorprendiendo a el que parecía llamarse Klaus que le sonrió al instante.- El mundo está lleno de gente así. 
-Yo te ayudaría encantado.- él se estaba limpiando la sangre de entre los dedos con un papel y su voz parecía cargada de maldad.
-Irás a la cárcel.- afirmó la joven observándole, sin rastro del miedo que, lógicamente, debería  tener.
-¿A cuántos vampiros has visto en la cárcel?- Klaus le mostró sus dientes y en un acto reflejo ella retrocedió hasta dar de nuevo con el cuerpo del moreno.- Nos comeríamos a los compañeros de celda.
-Klaus.- alzó la voz Elijah.- No la asustes de manera innecesaria.

Vampiros. Escuchaba su conversación de fondo mientras le daba vueltas a la palabra. Aunque lo que parecía dar vueltas ahora era su cabeza. Solo quería salir de aquel maldito callejón que evitaría pisar el resto de su vida.  Todo esto parecía una especie de intervalo que había interrumpido su vida normal y que no sabía cómo afrontar.
Sus ojos estaban clavados en el asfalto y la mente perdida en el limbo. El brazo de aquel hombre del traje en su espalda la reconfortaba y le servía de anclaje a la realidad; para no perderse. Pero eso mismo la aterraba, demostrando que todo aquello estaba ocurriendo de verdad y que no era una mera pesadilla.

-Ahora te borraré la memoria para que no recuerdes nada de esto.- Elijah la sacó del trance con un toque en la espalda.
-Pero yo quiero acordarme.- miró a ambos.
-Es normal que no te quieras olvidar de mí, al fin y al cabo soy genial.- Klaus se sonrió a sí mismo orgulloso.- Pero mi insistente hermano cree que es lo mejor para ti; y para todo el mundo. Pretende solucionar este estropeado planeta eliminando los recuerdos de la gente. Qué amable por su parte.
-Estás delirando de nuevo, hermano.- sus pupilas se clavaron en las de la joven a escasos centímetros de distancia.- Ha sido todo un placer conocerte...
-Maya. Y gracias por ayudarme, aunque no debería agradecer nada. Es lo que se debe hacer en estos casos.
-Qué chica más valiente...- susurró.- Ahora no recordarás nada de lo que ha pasado en este callejón y continuarás con tu camino.

Al pronunciar esas palabras se separó y Maya se alejó sin mirar atrás. Continuó su recorrido hacia casa en la oscuridad de la noche con una extraña sensación. Los rápidos latidos incontrolables de su corazón la sorprendían; estaba nerviosa sin aparente motivo. Notaba los ojos hinchados pero no recordaba haber llorado. No le dio mayor importancia y no se detuvo hasta llegar a su casa. Elijah y Klaus la observaban desde la distancia, en lo alto de un edificio.

-La podríamos haber convertido si tanto cariño le has cogido.
-No Klaus. No podíamos. No vamos a hacer eso con todo el mundo solo porque quieras un estúpido ejército que te obedezca.
-Para eso estamos aquí, hermano. Además por una no pasa nada.
-No. La chica es demasiado joven. Y no estamos aquí para eso. Así que no empieces a idear planes y conspiraciones por tu cuenta. Tenemos que evitar problemas.
-Nunca cambiarás.- el rubio le posó la mano en el hombro.- Vamos a tomarnos unas copas.

Una más en la familia Original.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora