Preludio: Arco 2.5

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Un suave ulular me hizo levantar la cabeza hacia el cielo. Allá arriba volaba un ave de diversos colores planeando ante el sol matutino. Aunque estaba cansado, no quería dormir, el paisaje que se divisaba en la llanura era fantástico y, por primera vez en mucho tiempo, podía ver las maravillas que me rodeaban en paz. O casi.

—¿Aun no duermes? Tengo entendido que las criaturas humanoides necesitan el descanso.

Un sonido surgió por debajo de mí, pero eso era más un gruñido que otra cosa. La voz se escuchó en mi mente, la única forma en que ellos se podían comunicar conmigo.

—Lo haré, lo haré, solo estoy disfrutando de la vista. Descansaré en cuanto ustedes se detengan a comer.

Hacía seis días que había salido de Wingerd, al principio recorrí un pequeño bosque defendiéndome de los ataques de las criaturas mágicas o huyendo. Fue difícil, pero de alguna manera logre salir indemne, incluso de los asaltos nocturnos. Cuatro días después llegue a un claro donde me encontré con las criaturas que ahora me acompañaban.

Al principio pensé que eran seres carnívoros, pero me di cuenta de mi error cuando comenzaron a pastar delante de mí. Además, poco después descubrí que eran inteligentes, uno de ellos me hablo al verme parado ahí, mirándolos embobado.

—¿Que buscas pequeño?

—V-voy hacia las montañas —tarde un poco en contestar, más que nada por la sorpresa. Su voz no provenía de su hocico, sino que la escuchaba directamente en mi mente. Era muy raro.

—Huelo sangre. Has estado luchando —no era una pregunta—. Te podemos llevar cerca, si gustas. Las criaturas mágicas no nos atacan. No se atreven debido a nuestro número.

—Gracias...

Aunque con algo de vacilación, subí a su espalda, si planeaba hacerme algo, siempre podía escapar. Poco tiempo después comenzamos a platicar.

No conocía su nombre, ni en el libro ni en el diario de George se hablaba de esas criaturas. Cuando le pregunte, no supo responderme, si alguna vez fueron conocidos por alguno, no lo recordaba. Eran criaturas cuadrúpedas, de seis metros; sus lomos estaban cubiertos de espinas en los costados y sobre ellos tenían una especie de caparazón liso. Su cabeza era muy parecida a la de los perros, pero más grandes y cubierta de escamas, aunque con unos mechones de cabello ceniza entre las orejas.

—¿De dónde vienen? —le pregunte al que me llevaba cuando comenzaron a caminar de nuevo—. ¿A dónde van?

—De donde provenimos no lo recuerdo. A donde vamos, a donde nos guíe el camino.

No le entendí, pero antes de saber más sobre eso, tenía otra duda.

—No veo crías, ¿son un grupo exclusivo de adultos?

—No existen crías. Somos los únicos de nuestra especie. Todos los que aquí estamos no podemos reproducirnos, en cuanto muramos, mi especie se extinguirá.

—Eso... Eso es malo. ¿Cuánto vive su especie?

—Nuestra especie vive desde antes del cataclismo. Cuando ocurrió yo era una cría recién nacida y no recuerdo casi nada de ese entonces. Todos los que estamos aquí nacimos con la era de la magia y moriremos con la era de la magia. Es nuestro destino.

—¿Cuánto llevan caminando? —lo sé, preguntaba mucho, pero la criatura no parecía molesta por eso.

—Desde que recuerdo. Nunca hemos parado más que para dormir y comer, nuestra vida ha sido solo caminar. Muchas veces hemos pasado por el mismo sitio después de siglos y hemos visto cómo ha cambiado. Muy pocas veces hemos interactuado con las razas pensantes. Solo cuando están en solitario.

—¿Porque?

—Porque podemos ver la mente de todos, hijo de la tormenta. Y la mayoría tiene pensamientos caóticos que nos confunden. Incluso un solo individuo posee pensamientos contradictorios en su mente todo el tiempo. Dudas, miedo, desesperación... Felicidad, amor, ternura. Todo eso y más hay en una sola mente y cuantas más son, más caótico es.

"Por eso interactuamos con pocos a la vez... Para sentir todo eso en un grado menor. De esa forma es reconfortante.

Apenas entendí la mitad de lo que me dijo, pero no quise preguntar para no incomodarlo. Aunque debió darse cuenta, porque pareció reír.

Siete días después de encontrarme con las criaturas y once de salir de Wingerd, llegue a mi destino.

—Es aquí —murmuré. Las montañas Kev'a. Si cortaba por ellas, tardaría mucho menos en llegar a Sa'lore.

—Ten cuidado pequeño —solo la criatura que me había prestado su espalda para montar se detuvo para despedirme, las demás siguieron avanzando—. Dudo que nos volvamos a encontrar, pero de ser así, diré hasta luego.

—Hasta luego —le conteste. No puedo decirlo con seguridad, pero creo que la criatura sonrió.

—Has caso de esa pequeña —me dijo al alejarse—. Que te quieran no puede ser tan malo. Incluso si tu destino es morir.

Ya sin decir nada más, se alejo

Mire al camino que serpenteaba entre las montañas. Era hora de continuar.

*

—¿Estás seguro? —pregunto el hombre a la criatura dentro de la prisión subterránea.

—Sí, el eco de la diosa me guio hasta él. Esta donde el árbol sagrado.

—Wingerd, ¿eh? —el hombre se levantó. Llamas azules comenzaron a cubrir su cuerpo—. Está un poco lejos, pero es una pista. Llegare ahí lo antes posible.

—¿Contactaras a Aurien?

—No, no confió en ese sujeto. Además yo tengo mis métodos. Nos veremos después.

—Ten cuidado, Christopher. Recuerda cuán difícil fue el último. Incluso necesitaste ayuda.

—Por eso lo haré ahora, antes de que se convierta en un desafío, aunque realmente nunca me ha gustado matar y menos a niños, a menos que sea necesario, claro.

"Pero te prometo que el mundo de la diosa colapsara, sin él nadie podrá detenerlo y al fin te libraré de lo que te están haciendo.

—Ten mucho cuidado, viejo amigo. Si algo te pasa, ya no tendré con quien hablar. Y también recuerda que ese tipo podría interferir, aún le queda algo de poder para hacerlo.

El hombre no contesto, dio media vuelta y salió de la sala donde se encontraba la prisión del dios.

Christopher, conocido en ese mundo como el emperador del fuego, Xartos, uno de los cuatro dioses elementales, salió en caza de la última esperanza de la diosa.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora