Arco 2.5: Tierra de ruinas.

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Las montañas Kev'a se extendían hasta donde alcanzaba mi vista. Se suponía que recorrían todo el reino de las hadas y su camino terminaban poco antes de llegar al primer pueblo Nathar de Garhul, el país vecino, al norte, sin embargo se podía llegar a los pueblos de la razas bestias ubicados al este pasando por las cavernas que unían a las moles de roca y de ahí a mi destino, Sa'lore.

Era un viaje peligroso, pero también el que menos tiempo me llevaría. Por la vía normal tardaría de cinco a ocho meses, pero si cortaba por ahí, solo serían tres o cuatro a lo mucho. Gran riesgo, gran recompensa.

-No otra vez...

Desde que entre había sido tres veces por diferentes criaturas. Por suerte todas y cada una de ellas había sido muy débil y cazaba en solitario. Una vez me encontré con una manada, pero en esa ocasión no me hicieron nada, pues ya había cazado una presa mucho mayor y estaban demasiado ocupadas devorándola.

Las criaturas que habitaban la montaña eran diferentes entre sí, pero poseían un rasgo único: su piel era del mismo color ceniza de la roca, por lo que era fácil para todas ellas camuflarse. Eso era bueno y malo a la vez. Era bueno porque debido a su método de caza, solo atacaban a los que se acercaban demasiado y era malo porque siempre debías estar atento, un paso en falso y serias devorado sin siquiera saber que paso.

Sin embargo, el mayor peligro estaba realmente en las grutas que se internaban en las montañas. Se decía ahí dentro vivían los Nogs. Seres antropófagos que se rumoreaba vivían en rebaños cazando a los exploradores que se atrevían a entrar en su territorio, cavernas oscuras donde no llegaba la luz del sol, mortal para esas bestias. De ellas no se conocía nada, salvo el nombre dicho por los pocos que habían sobrevivido viendo como sus compañeros caían presa de sus garras en la oscuridad.

Leyendas o no, de ninguna manera me gustaría toparme con ellos.

Después de matar a la criatura mire hacia el oscuro agujero que servía como entrada a la gruta. A su alrededor se habían tallado varios símbolos que supongo servían como advertencias, aunque realmente no estaba seguro que querían transmitir. Creo que aunque supiera ese idioma, tampoco lo sabría, pues estaban borrosos y dispersos, como tallados con desesperación. Era raro.

Suspire y saque de la bolsa una piedra mágica que, se suponía, podía iluminar por varias horas insertándole sólo un poco de energía mágica. Preferiría llevar mi cuerpo lleno de lámparas que alumbraran todo a mí alrededor, pero debía conformarme con lo que tenía. Siento que es un desperdicio de energía mágica, pero ni modo, es necesario.

Al ver hacia el oscuro interior de la gruta comencé a arrepentirme de ir solo, pero me recordé que no había otra opción, si alguno de mis compañeros hubiese venido conmigo, tendría que abandonarlo antes de entrar en Sa'lore y eso no podía ser, algo malo le podría pasar.

Suspire, no por primera vez desde que nos separamos. Al parecer me había acostumbrado demasiado a estar con ellos. Diablos, incluso extrañaba a Tyna.

Me adentre poco a poco en la gruta. Ya desde los primeros metros algo se me hizo poco natural, tanto que me provocaba un poco de escalofríos. Al avanzar un poco más me di cuenta de lo que me inquietaba: las paredes, el suelo y el techo era demasiado lisos y sus ángulos muy rectos, como si hubiesen sido excavados por manos humanas, aunque las telarañas y grietas en las paredes me dijeran que fue hace mucho tiempo.

En los libros que leí sobre las montañas jamás se mencionó sobre eso, lo que significaba que, o no lo sabían o no le tomaron importancia. Lo más probable era lo primero, dudo que quienes hayan escrito esos libros hayan pisado los lugares que describían, seguramente solo se guiaron por los relatos de la personas que pasaron por el lugar.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora