Peligro

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Despertó gracias al sonido de una llamada. Cogió el móvil y se lo llevó al oído.
- ¿Sí?
- ¿Dónde estás, tío?- preguntó la voz de su amigo.
- En casa ¿Ha pasado algo?- contestó Sammuel, comenzando a alarmarse por el tono de voz del moreno.
- Tenemos que hablar. Voy para allá- respondió el chico de ojos azules. Colgó.
Extrañado, Sammuel salió de la cama y miró la hora: tan sólo eran las diez de la mañana. Se vistió con prisa y caminó hasta la cocina para prepararse el desayuno.
Llamaron a la puerta.
- Hola- saludó contento su mejor amigo cuando abrió. Sammuel sonrió sencillo y se limitó a dejarle pasar al interior de su apartamento para, después de haber cerrado la puerta, seguirle hasta la cocina de nuevo. Ambos se sentaron en la isla que estaba en el centro de la cocina, uno frente al otro.
- ¿Y bien?- preguntó curioso. Matt le miró con los ojos abiertos como platos.
- ¿Con quién?- se interesó en saber con una expresión insinuante en el rostro.
- ¿Con quién, qué?- repitió perdido. Escuchó la fuerte carcajada de su mejor amigo.
- Tienes cicatrices nuevas, ¿con quién te acostaste?- insistió, señalándole el cuerpo con el pecho descubierto. Sammuel se miró a sí mismo, ni siquiera se había dado cuenta de que le verían las marcas, que Venus dejó en él, si iba sin camisa. Se encogió de hombros desenfadado.
- Venus- respondió en un susurro.
- Qué bien te lo montas sin mí, pedazo de capullo- comentó el moreno con una sonrisa socarrona. Sammuel sonrió cómplice.
- Me dejaste tirado por irte con la idiota esa- contestó con rapidez. Matt sonrió.
- No estés celoso, siempre vuelvo a ti- susurró su amigo, adoptando el papel de novio dominante y despreocupado que fingía en SubAntro todas las noches de los fines de semana.
- No me gusta que te vayas con las chicas esas- reconoció él, adoptando también su papel de novio sumiso y posesivo. Matt le acarició con dulzura la mejilla. Él era un poco más alto que el rubio, de pelo azabache, ojos azules y piel tostada, también era mayor por unos meses. Sonrieron.
- Lo siento- suspiró arrepentido. Sammuel puso su mano encima de la de él, sobre la encimera, y se quedó mirándolas pensativo. Sí que había algo entre ellos, no porque les gustaran los hombres en general, si no porque se gustaban entre ellos.
- Te perdono- accedió pocos segundos después. El moreno sonrió complacido y acarició sus dedos- ¿Me cuentas lo que tenías pensado o me he despertado y vestido para nada?- preguntó entonces, rompiendo la atmósfera cálida que les rodeaba.
- Ah, eso...- suspiró tornando su expresión facial de sonriente a seria- Bueno, ayer pasó algo extraño en casa de Claude- confesó levantándose del banquete de la isla para ir a por un vaso de agua. Sammuel le siguió con la mirada, atentamente- Al parecer sus padres han ido de viaje a no sé dónde y no volverán hasta dentro de un par de días, así que no nos preocupamos en subir a su habitación- comenzó a relatar con tranquilidad, tomando asiento frente a él de nuevo. Sammuel asintió levemente con la cabeza, indicando que estaba al tanto de la situación- El caso es que estábamos... en el tema, cuando una sombra cruzó el salón de una esquina a la otra y, poco después, creció hasta ocultar toda incidencia de luz en la estancia- comentó con algo oscuro cambiando el color de sus ojos- Cuando la sombra desapareció, Claude me arañó la espalda sin ningún motivo y me mordió el hombro con tal fuerza que me hizo gritar; así que la empujé para apartarla de mí, me vestí, salí de allí y volví a casa lo más rápido que pude- finalizó seriamente. La expresión de Sammuel era de alerta; rápidamente se levantó de su sitio y andó con prisa hasta el cuarto de baño que se encontraba al final del pasillo central del apartamento.
- Quítate la camiseta- ordenó en cuanto volvió a aparecer en la cocina. Matt hizo caso a su amigo con confusión y se deshizo de ella. Sam dejó el botiquín que llevaba en las manos sobre la encimera y examinó detenidamente la espalda de su mejor amigo. Sus dedos acariciaron de forma inconsciente la piel erizada, levantada y enrojecida que formaba surcos curvos desde los omóplatos hasta la espalda baja del chico moreno- ¿Por qué no te lo curaste al llegar a casa?- preguntó preocupado.
- Preferí que lo hicieses tú. Hoy. Ahora- respondió Matt con una suave sonrisa curvando sus labios- Además, ni siquiera veo lo que me ha hecho y eran las cuatro de la madrugada, ¿cómo lo iba a curar?- añadió risueño. Sammuel dejó que se le escapase una risotada, su amigo siempre veía lo gracioso de las cosas que le pasaban. Se encogió de hombros y, él, revolvió su pelo rubio con los dedos.
- Siempre te estoy curando Matt, ¿cuándo aprenderás?- reconoció Sammuel con el tono bromista que compartían.
- Cuando teníamos siete años me curaba tu abuela- reprochó el moreno.
- Y ahora acabas de cumplir dieciocho y aún no te has curado solo ninguna herida- rió entre dientes.
- Por cierto, ¿dónde está Eveline?- se interesó en saber de pronto el mayor. Los ojos de Sammuel se abrieron al máximo.
- Mierda, seguro que se ha largado como la última vez- maldijo el rubio mientras empapaba algodón en alcohol y lo pasaba delicadamente por los profundos arañazos.
- Auch- gimió dolorido su amigo, girando la cabeza hacia su espalda y clavando su mirada azul en las manos de él. Sammuel le sonrió a modo de disculpas- ¿A dónde piensas que habrá ido?- dijo en voz alta poco después.
- A saber, el fin de semana pasado estaba en el cementerio, sentada delante de la lápida de un tal George Dante Waterloo- respondió con desgana.
- ¿Algún familiar suyo?- insistió su amigo. Negó con la cabeza.
- Ni siquiera mi madre sabe quién es ese tal Waterloo- susurró cerca de su oído, poco antes de rodearle y colocarse frente a él para empezar a curar el mordisco de la chica- Pero no te preocupes, suele volver para la hora de la cena- anotó calmado- ¿Se puede saber que le hacías concretamente cuando te mordió?- quiso saber indiscreto. Matt pensó unos segundos.
- Pues... Si mal no recuerdo, yo estaba sentado de rodillas con ella encima- confesó tranquilo.
- Es raro- murmuró Sammuel comenzando a echar agua oxigenada sobre las hendiduras que hacían ver dónde se habían clavado los dientes- ¿En algún momento dijo que le doliese o algo parecido?- insistió una vez más. Matt le miró a los ojos y negó con la cabeza, en total silencio- Bueno, será mejor que no os veáis por un tiempo, tal vez esté teniendo problemas que la hacen así de... agresiva- dijo a modo de conclusión, tras haber encontrado un adjetivo para ella que no fuera "loca". Escuchó a su amigo reírse.
- Qué rápido te has deshecho de una de tus tres rivales, ¿no?- bromeó entre risas.
- No son mis rivales, yo te tengo siempre para mí y ellas momentaneamente- sonrió siguiéndole el juego- Además, si no he hecho nada contigo aún, es porque no quiero, no porque no pueda- musitó junto al oído del moreno. Puso una pequeña venda sobre la herida para que no se infectase y, tras guardar todo lo utilizado en el botiquín y cerrarlo, salió de la cocina. Sin volver a mirar a Matt. Sin decir nada más. Dejando a su mejor amigo con la tentación hormigueando sus labios y su ser.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Matt confuso, levantándose del banquete para seguir a Sammuel a lo largo del pasillo. El rubio entró al cuarto de baño y guardó el botiquín en su sitio.
- ¿Sobre qué en concreto?- contestó volviendo a mirar a su amigo, haciéndose el perdido.
- Sabes a qué me refiero- dijo el chico cortándole el paso al pasillo con su cuerpo trabajado- ¿Acaso harías algo conmigo?- añadió poco después, mirando al menor a los ojos fijamente.
- ¿Por qué lo preguntas?- se interesó con una sonrisa traviesa.
- Curiosidad- respondió el moreno, dejando que una sonrisa pícara asomase en sus labios.
- Si no te lo digo, temes pasar todo el día pensando en ello, ¿verdad?- murmuró Sam con una mirada perversa. Su amigo suspiró algo impaciente.
- Necesito saberlo- reconoció sincero- Responde- ordenó después. El menor soltó una carcajada- ¿Acaso harías algo conmigo?- insistió el moreno.
- ¿Te gustaría que lo hiciese?- se interesó en saber él, caminando confiado hacia su mejor amigo y rodeando su cuello con los brazos de forma que él tampoco pudiera hacer mucho en esa posición.
- No lo sé, nunca he probado con un chico- admitió con una suave sonrisa a pocos centímetros de los labios de Sammuel. El más bajo sonrió.
- Yo no soy un chico cualquiera, Matt- susurró a modo de incentivo junto a su oído. El mayor sonrió.
- No has contestado aún, Sam- musitó, dejando que sus brazos rodearan el cuerpo de su amigo.
- Tal vez haría un par de cosas contigo, sí- reconoció el rubio cuando sintió aquellas manos ajenas a su alrededor- Pero como ambos somos hetero...- sumó después, deshaciéndose de la sujeción del moreno, soltando su cuello y escabulléndose del cuarto de baño pasando por debajo de él. Matt giró sobre sus talones y le vio huir rápidamente al salón, así que le siguió sin dudarlo un instante.
Sammuel se encontraba tumbado en el sofá tranquilamente, con los ojos cerrados y las manos sobre el estómago. Matt caminó hacia él en total silencio, se arrodilló a su lado intentando que no lo notase y acercó su rostro anguloso y masculino al de él, algo más aniñado y dulce. El rubio sonrió internamente, sabía a la perfección qué iba a pasar en ese instante, su amigo era demasiado predecible. Sintió la respiración del chico chocando contra la suya propia y luego percibió que sus rostros cada vez estaban más cerca.
- ¿Piensas besarme de una vez o vas a tardar más?- preguntó sin moverse ni un milímetro, justo en el momento en que el moreno se disponía a tragar saliva con nerviosismo. El chico se asustó ante su reacción inesperada.
- ¿Eh?... Ohm... Yo...- murmuró confuso. El menor se rió.
- Tío, sólo es un beso; nada que no hayas hecho antes- dijo risueño, abriendo sus ojos verdes lentamente y clavándolos en los azules mar de Matt. Su amigo parecía avergonzado, sus mejillas se habían teñido de rojo y se mordía con fuerza el labio inferior- Yo tampoco he probado con un chico; si te tranquiliza saberlo, sería la primera vez- anunció entonces, con una sonrisa tierna y tímida que dirigió a su mejor amigo. Ambos se quedaron completamente callados tras esa pequeña confesión, mirándose a los ojos con insistencia.
- Debería irme ya- musitó el moreno, cortando aquel momento de sinceridad. Sammuel asintió con la cabeza y volvió a recostarse con los ojos cerrados.
- Ya sabes dónde está la puerta, no hace falta que vaya contigo- murmuró cansado, señalando tontamente con su dedo hacia qué dirección estaba la puerta. Escuchó una leve risa de parte de su amigo y, sin preocuparse en absoluto, bajó el brazo y se concentró en volver a dormir pero, antes de conseguirlo del todo, sintió otros labios en los suyos en un beso dulce y suave. Cuando quiso abrir los ojos, tras haber procesado de quién era aquella mullida boca que había tenido la osadía de besar la suya, no pudo. Estaba completamente dormido.

Sammuel estaba tumbado en el sofá sin hacer nada importante cuando escuchó unas llaves encajando en la cerradura de la entrada.
- Cariño, ya he llegado- anunció su madre al entrar por la puerta.
Sammuel levantó la vista y se fijó en la mujer que acababa de entrar. Estaba más arreglada de lo que acostumbraba e incluso se había maquillado.
- ¿Vas a salir?- preguntó extrañado cuando ella llegó al salón. La mujer de cabello rubio oscuro se detuvo, apoyada con la espalda en el marco de la puerta, los brazos cruzados sobre el pecho y una leve sonrisa en los labios.
- No- negó ella con total tranquilidad- ¿Y la abuela?- añadió interesada, cambiando de tema.
- Ha vuelto a escaparse- contestó tranquilamente, desinteresado- Supongo que volverá para la cena, como siempre- concluyó poco después.
Sin decir nada más, la mujer desapareció pasillo adentro en dirección a su habitación. Sammuel se extrañó aún más por el comportamiento despreocupado y distraído de su madre.

Su teléfono sonó mientras almorzaba. Aún con con la boca llena, decidió contestar.
- ¿Sí?
- ¿Sammy?
- ¿Cómo has conseguido mi número?
- Tenemos que hablar, es urgente
- Venus, no puedes llamarme a la hora de almorzar y simplemente esperar que vaya a dónde sea que estés
- Sí puedo, de hecho, es lo que vas a hacer; estoy en peligro
- ¿¡Qué!? ¿Dónde estás?, voy ahora mismo
- Estoy encerrada en mi casa; no debí dejar que vinieses, te vieron
- ¿¡Quiénes me vieron!?
- Yo... Tengo que colgar, Sammy. Ven sólo, en metro y procura no llamar la atención de nadie
- ¿¡Qué, por qué!?
... Su llamada ha sido finalizada...

Dejó la bandeja que contenía su almuerzo sobre la encimera sin recoger nada, se puso una camisa que había sobre el cubo de la ropa sucia y cogió las llaves.
- ¡Mamá, voy a salir!- gritó saliendo por la puerta con prisa y cerrándola sin esperar una respuesta.
Bajó corriendo las escaleras del edificio y sacó su bici del aparcamiento que tenía frente a este. Pensó que llegaría más rápido si iba en bici, sin esperar al metro y luego tener que andar hasta la casa de Venus.

Esquivó todos los coches atascados en la calle subiendo a la acera, pedaleó con fuerza y frustración cruzando el parque central y avanzó más allá de diez manzanas desde su apartamento. Miró hacia su espalda con distracción, se sentía observado pero no había nadie sospechoso a su alrededor. Siguió pedaleando algo más de un cuarto de hora; desgraciadamente, Venus y él vivían en las puntas opuestas de la ciudad, SubAntro era el punto exacto a mitad de camino desde ambos lugares.
Dejó la bicicleta tirada en el césped de la entrada, caminó alterado hasta la puerta y acercó los nudillos para golpear con ellos. La puerta se abrió antes de que pudiese haber llamado, un brazo salió del interior de la casa, agarró su camiseta con fuerza y tiró de él introduciéndole al hall. La puerta se cerró tras su espalda.
- ¿Cómo has sabido que estaba ahí?- preguntó levemente asustado.
- Digamos que... el olor de tu sangre es muy característico- le susurró ella al oído como respuesta- Te dije que vinieras en metro- añadió con el ceño fruncido.
- No pude pensar y pillé la bici porque creí que así llegaría antes- se excusó el chico, deshaciéndose de algunas gotas de sudor que perlaban su nuca.
- Me da igual Sammuel- dijo ella de pronto. Él se asustó más, nunca le había llamado por su nombre completo. Debía ser algo preocupante- George vendrá a por ti- dijo de pronto.
- ¿Quién es George?- preguntó abriendo los ojos como platos.
- Es el alpha de los inmortales, algo así como el padre de todos- respondió ella, caminando alborotada por la casa y metiendo un montón de cosas en una mochila.
- ¿Por qué estás en peligro, Venus?- cuestionó esta vez. Ella se paró en seco y le miro fijamente.
- No soy yo quien lo está, eso te lo dije para traerte aquí. Eres tú quien está en verdadero peligro- contestó seria, para luego seguir recorriendo la casa de arriba a abajo con una impresionante rapidez.

Sangre Mortal: La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora