Tratos al diablo

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Mathew abrió lentamente los ojos y sonrió interiormente al darse cuenta de quién dormía entre sus brazos. Respiró profundamente cerca de la melena rubia del chico, percibiendo el delicado aroma a verano enredado entre sus rizos y disfrutó en silencio de aquel momento por unos minutos.
Abrazó con algo más de fuerza el cuerpo del Estrella y acomodó su frente en el hombro de él, despertándole.
- Hola- sonrió tímidamente. Sammuel giró sobre sí mismo hasta encontrarse de cara a Matt y le regaló una dulce sonrisa- ¿Cómo te encuentras?- quiso saber el mayor, subiendo la mano a la cabeza del rubio para acariciar su pelo.
- Triste- respondió Sammuel, dejando que su sonrisa se desvaneciera. Mathew suspiró.
- ¿Qué pasó anoche, Sam?- preguntó con cautela, intentando que el chico no se alarmara. Le vio bajar la mirada.
- Yo... Estaba paseando por el barrio de los inmortales- respondió entre dientes.
- ¿Qué más pasó?- se interesó, sin dejar de acariciarle.
- Unas chicas... Ellas poseyeron mi cuerpo y me obligaron a..- trató de decir con la voz rota.
- Te obligaron a asesinar- concluyó Mathew con disgusto, abrazando al chico y presionándole contra su pecho como si le protegiera de algo. Sammuel cerró los ojos e inspiró lentamente, sintiéndose a salvo- ¿Cuántas chicas eran?- cuestionó poco después.
- Cinco- musitó el rubio, sin querer separarse del cuerpo del mayor.
- Vampiresas Pentágono- murmuró Mathew entre dientes. Sammuel levantó la cabeza y le miró perdido- Los vampiros se organizan en varios grupos; normalmente, cuando cinco vampiresas alfa se unen, se crea la vinculación pentagonal entre ellas y, la más poderosa, adopta el papel de líder- aclaró el chico, como si se lo supiera todo de carrerilla- Cuando se forma un pentágono alfa, la líder tiende a poseer Estrellas las noches de luna llena para obligarlas a asesinar a sus enemigos, de los cuales se alimenta después de que hayan muerto- añadió como explicación a lo que le había ocurrido la noche anterior a Sammuel.
- ¿Puedes responderme a una pregunta?- murmuró Sam con curiosidad. El chico que estaba frente a él asintió con la cabeza- ¿Qué son las Estrellas?- formuló intrigado.
- Las Estrellas están condicionadas por los verdaderos vampiros. Gracias a su risa nacen las hadas que tanto se mencionan en las películas de Campanilla... Son fieles amigas de las Ninfas y hermanas de la Luna... Las Sirenas cantan para ellas cuando están tristes... y los Centauros hacen sonar sus cuernos cuando una de ellas nace. Las Estrellas son el comienzo de cualquier ser mitológico- relató con brillo en los ojos- Eres parte del comienzo- sumó mirándole de manera especial.
- Una de las chicas dijo que yo no era una Estrella común- anotó Sammuel, pensativo.
- Tenía razón- comentó el moreno- Eres una Estrella Angelical- confesó con una sonrisa- La última- añadió orgulloso. Sammuel se asombró.
- ¿Por eso debes ser mi guardián?- se interesó el rubio, atando cabos con rapidez. Mathew asintió suavemente con la cabeza- ¿Lo elegiste?- quiso saber.
- No. Nuestros destinos están unidos, desde antes de que naciéramos, por el vínculo de nuestras madres- respondió sonriente- La mía ya sabía que yo nacería antes y que sería un Guardián de Almas, al igual que sabía que tu serías la última Estrella Angelical de este mundo- susurró después.
- Matt, hay algo que deberías saber- musitó el rubio, llamando exitosamente la atención del chico frente a él- Una de ellas... era Venus- confesó entre dientes. El moreno enfureció de pronto, como si una de las palabras del menor hubiera hecho saltar un mecanismo de ira. Mathew salió de la cama sin si quiera avisar.
- Esa zorra- murmuró mientras se vestía con prisa. Sam se incorporó en la cama y le miró confundido.
- ¿Qué vas a hacer? ¿A dónde vas?- quiso saber alterado.
- Voy a visitar a tu amiguita- respondió con una sonrisa furiosa, sin mirarle.
- No le hagas nada, por favor- pidió preocupado. Aquel tono que utilizó dañó a Mathew.
- ¿¡Que no le haga nada!? No sé cómo escapaste anoche pero tu destino en ese momento era morir en sus manos- dijo cabreado, levantando la vista hacia él, mostrándole el mar embravecido en sus ojos azules.
- Ella me salvó, abandonó el pentágono al final de la noche- se molestó el rubio- De no ser por Venus, ahora estaría en manos de Jassmine- dijo con el ceño fruncido.
- ¿Sabes sus nombres?- preguntó Mathew interesado- ¿Recuerdas alguno más?- insistió segundos más tarde.
- Yo... Eh...- susurró distraído.
- Dímelos- ordenó el mayor, acercándose a Sam.
- Jass... Jassmine, Venus, Katrina...- dictó entre dientes- Ya no recuerdo más- finalizó, bajando la mirada.
- ¿Te tocaron? ¿Te hicieron algo que no te gustó?- preguntó, calmando su furia mientras se ponía los zapatos, maquinando un plan callado en su cabeza. Sammuel negó con la cabeza.
- Por favor, no le hagas nada a Venus- repitió el menor. Mathew se levantó y le regaló una mirada crepitante de furia.
- ¿¡Pero te estás escuchando!?- gritó cabreado- Esa sanguijuela chupa sangre de Venus es una zorra egocéntrica que tan solo sabe pensar en su bien, ella no te quiere solo te utiliza para saciarse- añadió alterado- Se aprovecha de tu dolor, de tu alma- añadió iracundo.
- Al menos ella no se avergüenza de mí- musitó el menor, clavándole una estacada al moreno. Matt respiró profundamente, intentando contenerse- ¡No te entiendo!- chilló frustrado- Ya no sé si me quieres o finges hacerlo- reconoció, saliendo de la cama y parándose delante del mayor, con sus brazos en jarra, retándole con la mirada a hacer o decir algo en su defensa- Eres un jodido estúpido, Mathew; te pones celoso sin motivo alguno y, luego, niegas sentir nada por mí que no sea amistad- reprochó furioso- Vas por ahí saliendo con todas esas chicas, reafirmando tu hombría y temes a lo que piense tu madre de tus sentimientos hacía el que es tu mejor amigo desde los seis años- insistió, dando un paso adelante para enfrentarse a su físico- Y todo por que tienes miedo, Mathew- dijo cabreado- Eres un puto cobarde- concluyó, mirándole con decepción. Entonces el moreno dejó de pensar con racionalidad y le asestó una bofetada a esa mejilla que antes había estado acariciando con tanto cariño. Sammuel abrió los ojos como platos al darse cuenta de lo que el chico frente a él había hecho- Acabas de perderme del todo, ¿me oyes? Has muerto para mí- susurró, llevándose una mano a la mejilla y girándose en dirección a la puerta de la habitación dolido.

Sangre Mortal: La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora