Observaba a cinco universitarias desde un arbusto; oculto tras él, admiraba en silencio todos sus movimientos... Era de noche, no debía andar solo a esas horas; la brisa veraniega jugaba a enredarse en su pelo. No perdía de vista a las cinco chicas. Llevaban vestidos vaporosos de marca del color de la sangre y, sobre ellos, unas gabardinas negras con capucha desatadas; parecían quintillizas tramando algo siniestro en mitad de la noche.
Suspiró como un enamorado; la curiosidad se había convertido en su propia sangre y el corazón le latía a mil por hora. Estaban paradas en formación de pentágono frente a la puerta cerrada de un garaje, quietas. Algo sonó tras de Sam, no se giró, quería seguir mirando a las cinco chicas que se encontraban frente a él, la curiosidad le mataba...
Se extrañó un segundo, faltaba una de ellas, la chica alta y rubia con guantes negros de encaje cubriendo sus manos.
Ese algo volvió a sonar a sus espaldas. Giró muy lentamente sobre los talones, algo asustado... Ella sonrió con picardía y se acercó a Sam sigilosa; sus ojos procesaron cada rasgo de su rostro y lo grabaron a fuego en su mente. La chica era algo más baja que Sammuel, de cabellos completamente rizados y rubios, Facciones marcadas y angulosas, de ojos azules y boca roja...; se mordió el labio inferior discretamente, sus ojos le tenían atrapado. Sintió su mano ajustarse estrechamente a su muñeca y tirar de ella en dirección a las otras componentes del grupo; comenzó a inquietarse.
- Mirad a quién he encontrado espiándonos en mitad de la noche- informó a sus compañeras con tono superior; la siguió por miedo a que le abriera la muñeca y, ella, apretó un poco más fuerte.
- Muchacho, ¿no cree que es de mala educación espiar a desconocidas a estas horas de la madrugada?- le preguntó una de ellas con voz melodiosa y encantadora; la miró tímido y fotografió su rostro con la mente: piel tostada, pelo castaño desordenado, rasgos dulces y amables, ojos verdes enmarcados en gafas de pasta roja y labios sonrosados y mullidos...; bajó la mirada respondiendo a su cuestión.
- ¿Porqué no le sueltas ya Jassmine?, bastante miedo tiene ahora que sabe que le controlamos- murmuró otra de aspecto más joven que las demás; tras su capucha brillaban unos ojos negros y asomaba un flequillo pelirrojo acabado en tirabuzones, tenía pecas en las mejillas y sobre la nariz. Le sonrió comprensiva. La rubia pareció escuchar a la chica y le soltó muy lentamente. Sam reprimió un suspiro de alivio y un grito de dolor, toda la sangre se concentraba en su muñeca e hizo que se mordiera el labio inferior con fuerza a la vez que apretaba los párpados suprimiendo las lágrimas. Fingió estar bien y continuó en silencio.
- ¿No deberías estar en casa haciendo lo que hacen los chicos de tu edad a estas horas?- preguntó otra de flequillo blanco largo y ojos extrañamente amarillentos. Sonrió sarcástico.
- ¿Durmiendo?- comentó, finalizando su interrogación- No, lo siento. Me gusta caminar solo a las dos de la madrugada todas las noches de Sábado... ¿Algún inconveniente?- contestó tranquilamente.
- ¿Porqué nos espiabas?- insistió la última chica. La miró con intensidad y sonrió, era tan tímida que, de su gorro negro, sólo asomaba un rizo oscuro como el carbón y una nariz algo enrojecida por el frío.
- Curiosidad, simple curiosidad- admitió con descaro.
- Tu simple curiosidad podrá meterte en problemas, es mejor que te marches ahora que estás a tiempo- le advirtió la tal "Jassmine".
- ¿Pasa algo, Jass?- preguntó con una sonrisa traviesa en los labios y en tono de réplica; se miraron a los ojos.
- Mira, no tenemos tiempo suficiente para perderlo con un chico como tú: que aún cree en el amor y piensa que todo el mundo es bueno; así que, por favor, corre a tu casa, enciérrate en tu habitación con el ordenador, y no vuelvas a salir solo en las noches de Sábado- aclaró cada vez más ajetreada en su interior. El chico sonrió con malicia, había conseguido ponerla nerviosa...
- Está bien;- aceptó por fin- pero queda claro que no lo hago por ti, no te echo cuenta desde que me hiciste ésto- añadió enseñándole la marca roja que rodeaba su muñeca como si se tratase de una pulsera- Lo hago por ella- comentó en un susurro a la vez que señaló ligeramente con el dedo índice a la chica del gorro; el aire agitó su oscuro rizo y descubrió su tímida sonrisa ante sus palabras. Comenzó a irse.Paró en la esquina de la casa y, disimuladamente, giró sobre sus talones; ninguna de ellas le había visto. Retrocedió de nuevo sus pasos y volvió a esconderse tras el arbusto, esta vez, hizo menos ruido. Nadie se percató de su presencia. Apagó el teléfono por si acaso. Jassmine sacó un extraño mapa de su gabardina, parecía estar grabado sobre piel curtida; lo dejó en el suelo y volvieron a formar una estrella cogidas de las manos. Tras unos segundos, el mapa se elevó y, las cinco, empezaron a recitar algo entre dientes, en susurros.
Abrió impresionado los ojos, no quería perder ni un sólo detalle.
- Inmortal imperi vivit sub umbra hodie floret plenilunium- murmuraron un poco más alto; flotaron en el aire por un momento y sus pies volvieron a tocar el suelo. Alimentado por la curiosidad Sammuel se acercó más a ellas. Siguieron con su ritual.
Los cánticos se detuvieron y su corazón les imitó, sintió presión; las miró fijamente, no se movían, estaban de pie en formación de pentágono, mirando con intensidad sus pies, con la cabeza agachada. De pronto Sam fue absorbido por el aire y se elevó unos metros sobre el arbusto; incapaz de emitir grito alguno, inspiró profundamente asustado y, con el mismo ruido que había hecho al elevarse, cayó desde una altura de cinco metros sobre suelo.
Miró al grupo más asustado que al principio. Jassmine sonrió en estado de trance.
- Ecce tu exies a vita et mortem vincat in oculto- añadió poco después de que consiguiera recuperar el aliento tras el susto.
Su mano se tornó del color de la luna, la palidez avanzaba fría hacia el resto del cuerpo de Sam, hasta apoderarse de él por completo. Consciente de lo que ocurría a su alrededor, se levantó sin poder mandar sobre su propio cuerpo. Hacía tiempo que había decidido irse corriendo de allí y curar las heridas que le marcaban tras la caída, pero su cuerpo caminaba en dirección a las chicas lentamente. Se asustó más aún; de verdad quería largarse de allí ya, pero no se controlaba.
Siguió avanzando en dirección a las chicas... Paró frente a Jassmine. Ella le miró a los ojos, sonrió y sus colmillos aumentaron de largo.
- Ya te advertí, guapo- susurró acariciándole el pelo; observó sus ojos cambiar al color de la sangre- "Tu simple curiosidad podrá meterte en problemas, es mejor que te marches ahora que estás a tiempo"- se repitió con una sonrisa pícara- Hoy... bueno, digamos que... estás a nuestra merced, a mí merced- añadió con aparente alegría- Seré buena y te explicaré cómo marcha ésto: tu cuerpo nos pertenece hasta el momento en que una de nosotras abandone, lo que quiere decir que serás consciente de lo que haces pero no lo podrás evitar; básicamente, podemos hacer lo que queramos contigo. Pero no perderemos el tiempo, estás destinado a matar a nuestras presas;- aclaró pasiva. Sam hizo una mueca de horror en su interior. Ella volvió a sonreír contenta- por suerte para ellos, no tendrán que volver a vernos jamás, a fin de cuentas, somos buenas enemigas; ¿no crees?- comentó cerca de su oído; volvió a mirar a sus amigas con un brillo de júbilo en los ojos- Que empiece el juego- musitó con expresión divertida en el rostro. Cogió el mapa del suelo y comenzó a caminar seguida de las otras cuatro chicas y Sammuel, muy a su pesar.Miró a las demás con miedo, todas tenían los ojos rojos y unos grandes colmillos en sus sonrisas. Volvió a fijarse en la chica del gorro negro, aún le inspiraba ternura; siguió oculta tras la sombra de su rizo y caminaba junto a él, algo adelantada.
- "¿Por qué harán ésto?"- se preguntó mientras veía que Jassmine y otras dos se ponían de acuerdo en la casa que debería asaltar.
Pararon frente a una de color blanca, una sola planta, gran jardín delantero y, probablemente, patio trasero con piscina. Sam comenzó a asustarse de verdad; Jassmine se acercó a él y deslizó un puñal entre sus manos.
- Cariño, todo está listo; Marcy ha desactivado la alarma, puedes entrar tranquilo y hacer tu parte del trabajo. Cuando acabes, sal de la casa en completo silencio y espéranos sentado en la acera. Procura que nadie te oiga, ¿entendido?- le dijo con una sonrisa satisfecha; miró al otro lado de la carretera, vacío.
- Tranquilo, si lo haces bien, no pasará nada- murmuró una voz que desconocía dentro de su cabeza; extrañado, Sam asintió de acuerdo y avanzó en dirección a la entrada de la casa.
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Sangre Mortal: La Profecía
FantasySammuel es un atractivo chico de diecisiete años al que le encanta salir de fiesta, las chicas y pasar tiempo con su mejor amigo Matt. Una noche, en la discoteca más concurrida de la ciudad, Sammuel se reencuentra tras mucho tiempo con una chica a l...