Hundido

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- ¿Qué?- preguntó Sam, sin entender muy bien a qué se refería con "estar juntos".
- No estamos juntos, mamá- contestó Matt, dejando entrever algo de molestia en su tono de voz.
- No me mientas, Mathew- dijo su madre, cruzando los brazos delante del pecho y dando toques en el suelo con el tacón de su zapato, impaciente.
- No estamos juntos; Sam sólo es mi mejor amigo, nada más- insistió el moreno, olvidando que él estaba presente- Ni siquiera me gusta de esa forma, mamá- añadió sin pensarlo. Los ojos de Sammuel se empañaron y por un momento sintió que todo el suelo bajo sus pies se hundía. Sin pensar mucho a dónde dirigirse huyó de aquella casa corriendo, cogió su bici y desapareció.
- Acabas de arruinarlo todo sólo por no querer admitir que os gustáis- murmuró Cora con una mirada de decepción que dirigió a los enormes ojos azules de su hijo. El chico hizo un amago de salir tras él- No le sigas, ya estará demasiado lejos- le detuvo su madre- Sólo puedes esperar y pensar en lo que has hecho, atenerte a las consecuencias- añadió segundos antes de salir de la habitación.

No sabía cuándo había llegado frente aquella casa. Tiró la bici en el jardín como siempre hacía y llamó a la puerta. No sabía lo que tenía Dentro; una mezcla entre dolor, tristeza y odio le nublaban el pensamiento racional. Golpeó la puerta con más fuerza, prácticamente desesperado por que abrieran. Cuando lo hicieron una chica morena que conocía muy bien se asustó al verle frente a ella.
- ¿¡Se puede saber que coño haces aquí!?- le gritó, tirando de su camiseta para meterle al interior de la casa- Te van a encontrar, es mejor que no estés aquí, ellos saben que nos conocemos bastante bien- continuó diciendo- Deberías marcharte de nuevo al lugar donde te escondían- propuso nerviosa.
- Cállate, joder- ordenó Sammuel, con la mirada sombría y sin querer mirarla a los ojos.
- ¿Sammy?- preguntó preocupada entonces; el chico era orgulloso pero, jamás contestaría así a nadie, tenía modales. El rubio sintió que una oleada de furia le carcomía y, sin pensarlo un segundo, se lanzó sobre ella, comenzando a besarla con brusquedad. La chica se dejó llevar por la necesidad que transmitía el rubio y comenzaron a desnudarse con rapidez. Acabaron en el sofá. Sammuel lo hacía por despecho, tenía el corazón resquebrajado y solo el sexo le hacía olvidar. Venus lo hacía por placer, sabía que cuando Sam estaba enfadado y acudía a ella en busca de un antídoto, el chico era mucho mejor en la cama.
- Córtame- pidió el rubio de pronto, tendiéndole el cuchillo que solía utilizar para hacerla sangrar a ella. Venus le miró fijamente a los ojos y una sonrisa pícara se formó en sus labios. Algo no estaba bien con él, sus ojos estaban llorando lágrimas de sangre y, su habitual color verde, era negro. Hizo caso de lo que pedía, a fin de cuentas no le quedaba otra, ya había aprendido que si no obedecía sería torturada de la más dulce de las formas y no quería eso. Le cortó el interior de los antebrazos y siguió con afilados cortes en su blanca espalda. Entonces el rubio le arrebató de las manos el cuchillo y le miró los dedos con curiosidad. Una sonrisa gatuna se apoderó de sus labios y, consciente de lo que aquello significaba, se clavó las uñas de Venus al final de su espalda.
- Aráñame- ordenó entonces, comenzando de nuevo a embestir el interior de la chica con odio. Incapaz de resistirse a aquella lujuria que llameaba en los ojos de Sammuel, Venus obedeció una vez más y dejó que sus uñas se hundieran en la piel del chico, abriendo más sus heridas.

- Me voy- anunció breves minutos después de ambos haber acabado satisfechos, comenzando a vestirse de nuevo.
- Espera, ¿a dónde vas a ir?- preguntó preocupada. El chico levantó la cabeza, acabando de abrocharse los pantalones.
- No necesitas saberlo, volveré en algún momento- contestó girándose hacia la puerta.
- Sammy- le llamó antes de que llegara a la entrada. El chico se detuvo pero no se giró a mirarla- Volverás a estar bien, sea lo que sea- añadió con la voz suave. El rubio se rió interiormente y, sin decir nada, salió de la casa.

- Sam, cariño- dijo su madre al verle entrar por la puerta del apartamento. Sonrió falsamente y se dejó abrazar por ella- Llevas una semana sin venir a verme, ¿se puede saber por qué?- preguntó la mujer rubia, mirándole preocupada. Sam suspiró.
- Algo no va bien, mamá- reconoció triste, sintiendo cómo en sus ojos empezaban a apelotonarse las lágrimas de nuevo. Sorbió, intentando que su voz no se rompiera al empezar a hablar- Estas dos últimas semanas han sido muy extrañas, hay gente que me persigue y de la que me escondo, hay gente que trata de ayudarme y no sé porqué, hay gente que simplemente me ha roto el corazón y...- confesó comenzando a llorar sin poder controlarlo.
- Y hay gente que te aleja de la realidad- murmuró su madre, acabando con lo que él iba a decir. Levantó la mirada hacia ella y, la mujer, sólo sonrió- Será mejor que vuelvas a casa de los Collins, allí estarás a salvo- recomendó con dulzura, acariciando el rostro de su hijo y deshaciéndose de las lágrimas que lo humedecían. Sam asintió lentamente- Descansa todo lo que necesites y llámame en cuanto te despiertes, hablaré con Cora y ambas te ayudaremos; ¿está bien?- propuso rápidamente. Su hijo asintió confiando en ella y volvió a sorber- Sé que va a ser difícil estar cerca de Matt ahora pero tienes que seguir a pesar del dolor, corres peligro y él sabe cómo protegerte- añadió finalmente. Sammuel suspiró y abrazó a su madre.
- Hasta mañana- se despidió, obediente por una vez.
- Hasta mañana, cariño- repitió su madre, viéndole salir del apartamento con la misma tristeza que había entrado.

- ¡Sam!- exclamó Mathew al verle entrar por la puerta de la casa, llevaba horas sentado en las escaleras frente a la puerta a la espera de que el rubio apareciera, pensando en lo que había ocurrido. Su amigo no se dignó ni a levantar la vista del suelo para mirarle- ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo? ¿De dónde vienes?- interrogó seguidamente, incapaz de controlar su preocupación. El chico no dijo nada, se limitó a seguir caminando en dirección a la habitación del mayor, subiendo las escaleras- Sam, tienes sangre en la camiseta, ¿qué ha pasado?- insistió, persiguiéndole escaleras arriba. Sammuel continuó andando callado, entró a la habitación de Matt, se quitó la camiseta y los pantalones y se tumbó en la cama boca abajo. Cuando Matt entró a su habitación y se encontró al chico llorando amargamente, con la espalda sangrando y cubierta de heridas de arriba a abajo no supo cómo reaccionar.
- Sam- susurró sentándose en el suelo, frente al rubio- Lo siento- se disculpó con la mirada baja, arrepentido. Escuchó al chico llorar con más fuerza y aquello le indicó que ya no tenía mejor amigo, sólo tenía a un chico llamado Sammuel Keith Garden al que debía proteger.
Sam consiguió calmarse después de un par de horas llorando, sabía perfectamente que Matt aún estaba sentado frente a él, despierto y velando por que no hiciera nada extraño. Levantó la cabeza de la almohada en la que la había estado escondiendo y miró al moreno.
- He vuelto porque mi madre me lo ha pedido, no por ti. Te odio- dijo con la voz rota y la mente corrompida por la furia.
- Sam, yo...- trató de decir el mayor.
- Tú me has roto el corazón, ahora es mi turno- le interrumpió, sin pensar ni una sola palabra de lo que decía- Ya no eres nada para mí; no quiero que te acerques más de lo necesario, no quiero que me mires a los ojos, no quiero que me vuelvas a tocar y no me hables si no es una necesidad extrema- ordenó, dejando que la ira se escapara por sus labios y clavara sus palabras como dagas en el corazón de Mathew- Ahora, si me lo permites, voy a dormir- finalizó, dándole la espalda al moreno y cerrando los ojos, tratando de no pensar en nada.
Sin poder hablar, Matt esperó a que el rubio se durmiera y curó todas y cada una de las heridas de su espalda y sus antebrazos. Besó su frente al acabar y recogió las cosas que había utilizado.
- Somnus dolorem vincere incipit- susurró en el oído de Sam, con las manos extendidas sobre su cuerpo y haciendo que las cicatrices del chico se borraran de su piel- Dulces sueños- añadió antes de salir de la habitación y cerrar la puerta.

Sangre Mortal: La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora