El metro estaba abarrotado de gente. Sammuel se levantó para dejarle su asiento a una embarazada que entraba al tren y, a cambio, se agarró de una barra alargada que había cercana al techo.
Llevaba varios días perdido, escondido en la casa de Matt y visitando de vez en cuando a su madre, que cada día que pasaba se hacía más coqueta y olvidadiza.
- Próxima parada: Glomstrac- anunció la voz perteneciente al tren. Sammuel se colocó la mochila, que Venus le entregó, en la espalda; aún no había querido abrirla, creía que su abuela tendría respuestas para lo que ambos pudieran encontrar en ella, así que, tras cinco días oculto, había decidido salir para ir a su casa y hablar con ella.
Se bajó en Gloomstrac y caminó unos diez minutos, callejeando por el barrio antiguo hasta llegar frente un gran edificio de cuatro plantas con aspecto de la época gótica. Entró al soportal y subió al tercer piso con prisa. Llamó a la blanca puerta semivisible en la oscuridad del edificio y esperó a que su abuela abriese.
- Sammuel- dijo con una gran sonrisa en los labios- te estaba esperando, cariño- añadió un poco más tarde, cuando el chico se adentró en la casa. El rubio se extrañó por aquello último- Veo que has traído la mochila- continuó diciendo mientras cerraba tras de sí la puerta. Sam se giró y la miró.
- ¿Sabes qué hay dentro?- preguntó curioso. La mujer sonrió.
- La hice yo- contestó tranquilamente, acercándose a él e instándole a pasar al salón con un toque en su espalda. El chico hizo caso al gesto de su abuela y entró al salón, se deshizo de la mochila dejándola sobre la mesa del té y tomó asiento en el gran sofá amarillo que coronaba la habitación. La mujer desapareció unos minutos en su habitación, dejando solo a su nieto; cuando entró un dulce olor a vainilla inundó la sala y, luego, la mujer se sentó frente a su nieto, en un sillón azul como el que tenía en el apartamento de Alina.
- ¿Qué está pasando, abuela?- preguntó inquieto- Llevo escondido cinco días en la casa de Matt pero no sé de quién ni por qué, cuando Venus me dio esto empezó a hacerme preguntas que no tenían ningún sentido en ese momento y pretendía que me fuera con un tal George para que este me mantuviera protegido- explicó casi de carrerilla. La señora que estaba frente a él sonrió liviana.
- Tu padre no murió en la explosión de un autobús cuando intentaba salvar a las personas que lo contenían- confesó impasible, con el rostro serio- En realidad, él era drogadicto- añadió dejando que su mirada callera hasta el suelo.
- ¿Cómo que era drogadicto?- preguntó, incapaz de asimilar la idea- Mi padre murió, el siete de Mayo de 2005, cuando yo tenía seis años- murmuró pestañeando varias veces, las lágrimas le picaban de nuevo los ojos. Pensó que de un momento a otro se echaría a llorar, no sabía por qué se sentía tan mal, no había llorado por la muerte de su padre desde el día que se enteró de ello.
- Sammuel, hay algo que debes saber- murmuró su abuela. El chico sintió que su sangre hervía de ira.
- ¿¡Algo!? ¿¡Sólo algo!?- dijo tratando de no subir demasiado el tono. Su abuela se acomodó en el sillón.
- Sammuel, tu padre aún está vivo- confesó sin perder un atisbo de seriedad y calma en su rostro.
- ¿Y se puede saber dónde coño se ha metido los últimos diez años?- insistió aleterado.
- Tu madre y yo decidimos alejarle de ti en cuanto nos enteramos- contestó ella.
- Pero es tu hijo, ¿ninguna de vosotras ha vuelto a verle? ¿Él no ha conseguido rehabilitarse?- quiso saber prácticamente desesperado.
- Es mi hijo, pero te hubiese hecho daño de haber estado contigo- respondió la mujer impasible- Y se recuperó, pero nadie sabe dónde está; traté de encontrarle, pero debe haberse cambiado el nombre- sumó rápidamente.
- ¿Cuál era su nombre?- preguntó curioso, al darse cuenta de que ni siquiera él lo sabía.
- Luke Jonah Garden- susurró la mujer arrepentida- Le conocían como L.J. Garden- añadió segundos después. Sammuel señaló la mochila.
- Ahora dime todo lo que deba saber sobre la mochila y lo que contiene- ordenó el rubio, con seriedad. Su abuela le miró a los ojos y pudo notar cómo se tornaban amarillos.
- Yo no puedo hacer eso, querido- murmuró la señora- En ello debe ayudarte la madre de Matt- sumó misteriosa.
- ¿Qué tiene que ver ella en todo esto? ¿Por qué Cora ha de ser quien me ayude a saber lo que hay en la mochila?- preguntó perdiendo los estribos de la paciencia. Su abuela no contestó, se mantuvo callada- ¿Qué hay de Venus? ¿qué hacía ella con la mochila? ¿desde cuándo la conoces?- continuó interrogando. Vio a su abuela sonreír al escuchar el nombre de aquella chica.
- Ella... Yo le di la mochila, hace mucho tiempo- reconoció- Hará unos... Doscientos veintidós años- aclaró seguidamente.
Ambos escucharon un estruendo en las escaleras del edificio y se giraron para mirar hacia la puerta del apartamento. Alguien tumbó la entrada a base de un golpe.
- ¡Sammuel, sal de aquí ahora mismo, huye, escóndete!- oyó gritar a su madre. El chico hizo caso y se alejó de su abuela con rapidez sin saber la razón. Lo siguiente que vio fue a su madre acusar con el dedo índice a su abuela y a una patrulla de hombres, cargados con extraños utensilios de sujeción, arrestar a la anciana mujer para llevársela en contra de su voluntad. Asustado, el rubio corrió hacia la ventana que daba a la escalera exterior de incendios del antiguo edificio, la saltó y huyó de allí.- ¿Sammy?
- ¿De qué conocías a mi abuela Venus?
- Ella... Fue mi novia hace tiempo
- ¿Cuánto tiempo hace que os conocéis en realidad?
- Siglos
- Dijiste que tenías doscientos cincuenta años y mi abuela no es inmortal, ella ha envejecido, no como tú
- No puedo hablarte de eso, Cora debe hacerlo, búscala
- No cuelgues, Venus
- Hasta siempre, Sammy
... Su llamada ha sido finalizada...- ¡Estúpida zorra!- murmuró frustrado, parado en mitad de la calle frente a una heladería.
Se sentía extrañamente vigilado. Miró en todas direcciones y notó la ansiedad creciente en su pecho al no encontrar ningún referente.
Dio unos pasos sin rumbo consciente, perdido y chocó contra un pequeño niño que caminaba de la mano de su madre. Se fijó en él. El parecido entre ellos era realmente asombroso. Levantó la mirada a cualquier sitio.
- Lo siento, Sam- se disculpó el pequeño, con una dulce sonrisa tímida.
- ¿Qué?- volvió la mirada hacia el niño pero este ya había desaparecido. Lo buscó con la mirada, pero el rubio niño de cabello rizado se había esfumado.
Su móvil sonó, asustándole. Lo cogió con las manos ligeramente temblorosas.
- ¿Sí?
- Sam- dijo una voz suave.
- ¿Quién es?
- Será mejor que vuelvas a encerrarte en la casa de tu amigo
... Su llamada ha sido finalizada...Apenas había guardado confuso el teléfono en su pantalón cuando volvieron a llamar.
- Gracias al cielo, Matt
- ¿Dónde estás? Voy a por ti
- En la tercera con LakeStreet, frente a la heladería
- No te muevas de ahí, ni hables con nadie; estoy de camino.Mathew no tardó demasiado en llegar. Le tendió a su amigo un casco y, en cuanto el rubio se lo puso y subió a la moto, salieron de allí con dirección a la casa del moreno.
Sammuel rodeaba con sus brazos la cintura de su mejor amigo para sujetarse; apretó su agarre en una curva cerrada y sintió sonreír al moreno.Llegaron unos minutos más tarde a la casa. Bajaron de la moto y, mientras Matt se dedicaba a guardarla en el garaje, Sam entró al jardín.
Serían sobre las ocho de la tarde cuando Matt abrió la puerta y dejó entrar primero a su mejor amigo. Él sabía lo que estaba pasando, desde el principio.El pequeño niño moreno de ojos azules como el mar levantó la mirada hacia el niño rubio que tenía frente a él. Detuvo su columpio y amablemente le tendió su mano.
- Ven, vamos a columpiarnos juntos- susurró. Vio como aquel niño desconocido, se lo pensaba seriamente durante un breve tiempo para, después, aceptar temerosamente su mano y confiar en él.
Le ayudó a subirse con él al columpio y, cuando hubo logrado que se sentara cómodamente en su regazo, comenzó a balancearse con debilidad.
- Mi nombre es Mathew Collins, ¿y el tuyo?- preguntó cortésmente aunque en realidad ya supiera la respuesta, solo para hacerse amigable.
- Sammuel Keith Garden- contestó el rubio con la voz suave y baja.
- ¿Y cuántos años tienes, Sam?- dijo curioso, aunque también sabía esa respuesta.
- Cumpliré seis en Octubre- respondió con una sonrisa que le dedicó al mirar su rostro. Matt sonrió internamente, lo estaba haciendo bien, estaba haciendo bien su cometido.Cuando Mathew sintió aquel esfuerzo de Sam por mantenerse lo más cerca posible de su cuerpo, sonrió ampliamente. Pequeñas cosas como aquella le demostraban que podía estar orgulloso de sí mismo, orgulloso de hacer bien su trabajo en la vida: ser el mejor amigo de Sam.
Recordó cuando su madre le citó una tarde, con seis años, en el salón junto a su padre. El pequeño apenas entendía mucho de lo que sus padres le contaban pero una cosa le quedó bastante clara: ni Sam ni él eran niños normales.
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Sangre Mortal: La Profecía
FantasySammuel es un atractivo chico de diecisiete años al que le encanta salir de fiesta, las chicas y pasar tiempo con su mejor amigo Matt. Una noche, en la discoteca más concurrida de la ciudad, Sammuel se reencuentra tras mucho tiempo con una chica a l...