El Tribunal

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Le dolía terriblemente la cabeza cuando bajó a desayunar. No había encontrado a su novio junto a él por la mañana y, extrañado, fue a buscarle mientras se masajeaba las sienes con los dedos. Encontró a Nora cocinando mañosamente en los fogones de la pequeña cocina y, adentrándose en ella, descubrió al chico que buscaba con una bolsa de hielos en la cabeza. Se sentó junto él en una banca de madera.
- ¿Qué tal la pasaron anoche?- preguntó la mujer con una enorme y jovial sonrisa. Ambos se miraron.
- Ehm... Bien, tía- contestó el moreno, cambiándose la bolsa de lugar.
- ¿Bebieron demasiado, Eh?- rió pícara, girándose a mirarles. Asintierona la vez- Bueno, no pueden ir así a la sede del Tribunal- comentó llevándose las manos a la cintura- Les prepararé algo que les ayude, sólo déjenme acabar las tortitas- dijo volviendo a su tarea. Ambos dieron un suspiro algo desesperado al volverse a mirar- Se pondrán bien, tranquilos- les animó la mujer para, seguidamente, comenzar a buscar ingredientes en su nevera.

- Por favor, pónganse en pie, el presidente del Tribunal va a entrar- anunció una voz grave. Todos los asistentes a la sala obedecieron.
Sam estaba sentado en el centro, junto a Matt. La sala era amplia, rectangular; la puerta principal dividía la primera mitad de la estancia en dos espacios llenos de hileras de bancos, dejando un pasillo ancho en medio; en el centro de la sala había una franja vacía de pared a pared en la que únicamente se encontraban dos sillas; y, al fondo, se encontraba una tarima alta donde se sentaban los Eternos Sabios del Tribunal, el asiento central pertenecía a su presidente.
Un hombre algo menudo y con la melena blanquecina entró en la sala y subió a la tarima para ocupar su lugar. Cuando se hubo sentado, Sam se fijó en la pequeña placa identificativa que tenía frente a él: GEORGE D. WATERLOO.
Se acercó lentamente al oído de su novio.
- Mira su placa- indicó asombrado.
- ¿Ese no era el nombre que salía en la lápida frente a la que se sentó Eveline?- preguntó el moreno. Asintió con un gesto leve de la cabeza.
- Que se pongan en pie los demandantes, por favor- pidió de nuevo esa voz grave. Se pusieron en pie sin rechistar- Preséntense y, luego, expongan los hechos- ordenó. Matt carraspeó aclarándose la voz.
- Mi nombre es Mathew Collins- comenzó diciendo- venimos a denunciar una posesión de Estrella efectuada por Vampiresas Pentágono- dijo resumiendo.
- ¿Quién fue el poseído?- preguntó el presidente.
- Yo, señor- respondió Sam, hablando por primera vez frente al Tribunal.
- ¿Su nombre, por favor?- se interesó el anciano.
- Sammuel Keith Garden- contestó con seriedad. El sabio devolvió su atención a Mathew.
- ¿Tiene los nombres de las acusadas?- cuestionó. El moreno asintió- ¿Podría decírmelos?- pidió sacando una libreta y una pluma para apuntar.
- Venus Delanuit, Martha Nightmares, Cornellia VanMortif, Jassmine Dumort y Katrina Deathofblood- dictó con calma, viendo cómo el presidente tomaba nota.
- ¿Sabe dónde podemos encontrarlas?- sumó el Eterno sin levantar la vista del papel.
- En Ciudad Daydream- señaló- Venus Delanuit vive en El Barrio de los Inmortales, en una casa con jardín de cortinas oscuras, el número 69 de la calle Invictus; Katrina Deathofblood y Cornellia VanMortif viven cerca del bar Gotham, en los apartamentos 616 y 613 del edificio Muerte y Vida; Martha Nightmares vive en el distrito 22, en la calle Luna, número 58; y, Y Jassmine Dumort, vive en el barrio rico, a las afueras de la ciudad, su mansión es de color blanco y tiene la decoración exterior como si todos los días fuera Halloween, es fácil de identificar- declaró con total seguridad. Sammuel le miró impresionado, pero no dijo nada.
- Muy bien, gracias joven, puede sentarse- indicó el hombre con una suave sonrisa. Matt volvió a sentarse- Procedamos con el testimonio del afectado- anunció mirando al rubio. Tragó saliva con dificultad- ¿Podría decirnos quién es el chico que hay a su lado?- preguntó para comenzar. Miró al moreno algo dubitativo y escondió sus manos en la espalda, ocultando su nerviosismo.
- Él... Es mi novio- respondió con timidez, viendo cómo el presidente tomaba nota.
- ¿A qué raza pertenece?- se interesó. Sam miró de nuevo a su novio, estaba extrañado por aquellas preguntas, no tenían nada que ver con el caso.
- Guardián de Almas- contestó, volviendo a poner sus manos a los lados del cuerpo.
- ¿Y usted?
- Estrella- suspiró sabiendo que entonces empezaba lo difícil.
- ¿Podría explicarnos más profundamente lo que pasó?- pidió. Asintió.
- Había salido a dar un paseo nocturno y me detuve al ver, a las cinco acusadas, hacer algo que desconocía- comenzó- Cuando quise darme cuenta, una fuerza que desconozco, me elevó del suelo sobre sus cabezas y, tras eso, caí al suelo sin tener ningún tipo de control sobre mi cuerpo- explicó, recordando lo que pasó- Me hicieron vagar toda la noche por la ciudad y me obligaron a asesinar a tres chicos, a los cuales desconozco- declaró sinceramente. El anciano asentía sin dejar de registrar todo en su libreta- Al final del último crimen, una de ellas abandonó el Pentágono y me liberó; automáticamente salí huyendo de ellas y llamé a Mathew para que me recogiera- finalizó serio, sintiendo que algo no estaba llenado bien.
- ¿Cuándo ocurrió esto?- quiso saber el presidente.
- El primer Sábado del mes pasado- sentenció.
- ¿Por qué han tardado tanto en venir a denunciarlo?- se interesó. Sam miró a su novio y, este, asintió a la pregunta que rondaba su cabeza.
- Tuvimos problemas en la relación y no pudimos viajar a causa de ello- susurró, avergonzado de tener que contarle al Tribunal sus problemas con Matt.
- Está bien, arrestaremos a las acusadas por posesión de Estrella y las investigáremos más profundamente- anuncio con solemnidad- Quedas redimido de los tres crímenes- declaró finalmente. Sam miró contento a su chico y se sonrieron. Volvió a sentarse y esperó indicaciones.
- El caso está cerrado, los demandantes pueden abandonar la sala- dijo por última vez aquella voz grave.
Se levantaron en silencio y salieron de la sala sin mostrar ninguna emoción aparente. Continuaron caminando callados hasta salir de la sede del Tribunal y pasearon por los jardines que había enfrente, buscando un lugar algo más intimo. Se sentaron entre las raíces de un gran magnolio, por el lado oculto a los transeúntes y se miraron. Aún sin decir nada, se sonrieron y, después, Sam besó al moreno.
- Gracias- suspiró justo después de haberse separado.

Sangre Mortal: La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora