Hijo de la Lluvia

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- Mamá, quiero llevar a Sammuel ante El Tribunal- dijo Matt en cuanto entró en su casa, caminando hasta la cocina guiado por el olor a lasaña que salía de allí.
- ¿Por qué?- preguntó la mujer, dándole un beso en la mejilla a modo de saludo y continuando con la preparación de la ensalada. Matt se sentó sobre la encimera, a la espalda de su madre y la miró mientras cocinaba, como solía hacer algunas noches desde que era pequeño.
- La otra noche unas Vampiresas Pentágono le poseyeron y ya tengo sus nombres; debemos ir a acusarlas y Sam no tendrá ese lío para más adelante- contestó el moreno. La mujer frente a él se giró a mirarle- No quiero que influya en el cumplimiento de la profecía, mamá- anotó, balanceando levemente los pies, colgantes sobre el suelo.
- Sabes que tendría que abrir un portal hasta Noyanne Tumlar- comentó ella, volviendo a atender al horno. El chico asintió- Sabes también que es peligroso para ambos- informó, abriéndolo y sacando de él la lasaña. Mathew asistió de nuevo- Y sabes que vuestra relación influye a tus poderes de protección- anotó emplatándola.
- ¿¡Qué!? No, eso no lo sabía- dijo alterado- Me estás diciendo que el hecho de que Sammuel esté enfadado conmigo me debilita, ¿y lo haces ahora?- reprochó nervioso. La mujer se volvió hacia él.
- Pensé que ya lo sabías; viene en el tomo número seis de los libros de Cultura Sanguinaria, si no recuerdo mal en la página quinientos veinte- respondió ella- Ayúdame a poner la mesa- ordenó segundos después.
- Mamá, ese fue el libro que manché de cacao a los ocho años; me lo confiscaste el resto del verano y tuve que empezar el séptimo tomo- recordó el moreno en voz alta, poniendo el mantel y los seis pares cubiertos.
- Entonces deberás subir a tu habitación a leer con Sam y acabar el sexto tomo- comentó la mujer. Con un suspiro resignado, Mathew hizo el gesto de ir hacia las escaleras- Después de cenar- le detuvo rápidamente la mujer. El chico giró sobre sus talones y volvió junto a ella- Anda, acaba de poner la mesa y avisa al resto- mandó con una sonrisa. Matt fue a por los vasos, obediente.

- Sammuel- llamó el chico, parado al principio de la escalera y mirando cómo el rubio subía sin hacerle el más mínimo caso- Está bien...- suspiró, dejando que sus palabras se le callaran en la boca al escuchar cómo se cerraba la puerta de su habitación con un portazo. Buscó a su madre con la mirada, pidiendo algún consejo pero, ella, solo movió levemente la cabeza negando y bajo la vista.
Se decidió a subir a la segunda planta de la casa sin decir nada, deteniéndose frente a la puerta de su habitación y meditando el hecho de llamar a la puerta o no. No lo hizo.
Entró en la habitación y cerró tras de sí. Sin mirar al chico rubio que, desde su cama y con un libro en el regazo, había detenido su lectura para mirarle incrédulo e insistentemente. Se acercó a la montaña de libros y buscó entre ellos el sexto tomo. Sin éxito, miró al rubio que aún no le había quitado la vista de encima.
- Necesito ese libro un momento- dijo con la voz seria y grabe, señalando el tomo que el menor tenía entre sus manos. El chico rubio bajo la mirada, siguiendo la seña del moreno y, cuando se dio cuenta de que se refería al que él estaba leyendo, continuó a lo suyo sin echar cuenta de lo que el mayor le pidió. Frustrado, Mathew caminó hasta él y le arrebató el libro. El chico no se pronunció, simplemente se quedó ahí quieto mirándole, pensativo.

Vio cómo el moreno que había irrumpido en la habitación se sentaba leyendo distraído a los pies de la cama y, sin decir nada, continuó mirándole. Cualquiera habría dicho que su mirada estaba cargada de odio pero, ciertamente, aquella mirada serena en sus ojos verdes sólo significaba interés. El interés le carcomía las entrañas y le rebanaba los sesos. Quería no pensar en él y limitarse a ignorarle pero le era difícil si, cuando estaba haciendo algo entretenido, el mayor aparecía. Se preguntaba cómo aquel chico había sido capaz de abofetearle anteriormente, si se arrepentía y por qué razón no le habría pedido ya perdón o le había dado una explicación con tal de su perdón. Se preguntó si habría ido de todos modos a casa de Venus y qué había hecho allí. Escuchó una tormenta aflorar a lo lejos. Y con las preguntas sin respuesta de su cabeza, sonrió.

Sangre Mortal: La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora