4. Eliot Hampton

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Aquel chico mono de pelo negro y gafas volvió y se sentó enfrente.
Esta vez, llevaba el pelo mucho más despeinado y se había quitado las gafas.

-Hazme saber cuándo te duela, ¿okay?-Él se puso unos guantes, y comenzó a doblar mi mano mientras analizaba mis facciones. No sentía nada. Hasta que tocó la pequeñita marca que los rayos del sol me habían hecho.

-¡Ouch!-Me quejé mientras movía mi mano sin darme cuenta. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, como si el tener el cuerpo quemando no bastase. Por un momento sentí como mi cuerpo empezaba a pesar más de lo normal y sin darme cuenta, todo mi cuerpo se inclinaba ligeramente hacia atrás.

-¿Estás bien?-Dijo él mientras ponía su mano en medio de mi espalda. Me recompuse al instante tras parpadear varias veces.

-No puedo decirte que si. Míralo tu mismo.-Le señalé mi frente. Él acercó sus dedos para depositarlos en esta misma pero yo derrochaba tanto calor corporal que creo se quemó pues apartó la mano de un gesto rápido.

-Vaya, sí que estás caliente, ¿no?-Dijo él irónicamente con una sonrisa socarrona. Yo sólo sonreí y le miré a los ojos.

Segundos después me di cuenta que la situación real era otra. Yo estaba en la enfermería junto al chico que se sentaba a mi lado en clase y que nunca antes me había dirigido la palabra, él analizando la quemadura que horas antes yo me había hecho por querer ir a contemplar el amanecer y me hallaba con la fiebre más alta que había tenido desde que nací.

-Gregor McAllen, con usted señorita.-Dijo él haciéndome una reverencia cuando entendió que me empezaba a cuestionar el momento. Me hizo reir, añoraba poder reir con otras personas que no fuesen mis padres.

-Peyton Brooks, encantada.-Iba a estrecharle la mano.

-No quiero que me quemes.-Dijo Gregor divertido alejándose.

-¿Se vale si se lo hago a alguien que no me cae bien?-Nos reímos pero de golpe, Gregor se puso serio cuando su cabeza giró en dirección de la puerta.

Recostado en la puerta estaba el otro chico que había visto en el centro comercial. Aquel que me había sonreído traviesamente, justo como estaba haciendo ahora. Aquel llamado Tobias Hampton.

Gregor se puso enfrente de mi como si quisiese tapárme de algo. Cogió delicadamente mi mano y me susurró que nadie debia verla. Nadie.

Le hice caso. Escondí mi mano y dirigí mis ojos hacía la puerta. Él seguía ahi. Pero de un momento al otro ya no estaba como si nunca hubiese estado allí.

-¿Te apetece ir a comer?-Me preguntó Gregor como si lo que acabábamos de presenciar solo hubiera sido una ilusión de mi propia mente.

No podía ocultar la idea de tener alguien de clase con quién hablar. Esa idea me fascinaba. Intenté disimular el hecho de que estaba feliz y me puse seria. Pero no creo haberlo logrado.

Llegamos a la cafetería, ésta estaba repleta de gente. Cogimos nuestra comida y me puse detrás de Gregor para seguirle.

-¿Te apetece comer aqui?-Me dijo Gregor. Yo asentí con la cabeza.
Era una mesa de seis. En ella estaban dos chicas y dos chicos que no conocía. Estos nos miraban a Gregor y a mi como si fuésemos engéndros de otro espécimen. Me hizo gracia la idea, pero preferí reírme interiormente.

-¿No os molesta si Peyton se sienta con nosotros?-Todos negaron. Gregor me señaló un puesto a su lado. Me instalé y apercibí la mirada de todos encima mio. Le di un mordisco a una manzana verde que tenía demasiada buena pinta como para dejarla intacta en mi bandeja.

-Hey la nueva, ¿que tal?-Me preguntó un chico rubio de ojos color avellana. Como tenía la boca llena, levanté el pulgar para decirle que todo iba bien.

-Veo que te gusta la comida que hay aquí.

-¡Déjala en paz Mike!-Le ordenó una chica de pelo marrón oscuro y ojos anaranjados. Me divirtió su escenita.

-Mike Higgins, con usted en vivo..... !Te toca presentarte Ivery! -Dijo Mike haciendo como si yo no estuviese en frente.

-Siempre que conocemos a alguien es lo mismo! Hola Soy Ivery Forks. Encantada.-Dijo Ivery con una sonrisa que parecía irrebatable. Ivery, chica pelirroja con ojos verdes amazonas y un tono rosita en las mejillas.

-Él es Andrew Hanks. Saluda Drew.-Él saludó.-Y esta es Juliet Arnolds.-Presentó Mike.

Juliet tenía pinta de chica que guardaba muchos secretos. Pelo negro corto con un flequillo recto, ojos azules y un maquillaje bastante oscuro, esta chica hacía despertar en mi un presentimiento de que algo malo ocurriría pronto.

Ella no habló. Al igual que yo, las palabras solo servian para decir cosas insensatas. Ella comenzó a mirarme fijamente, sus ojos me hipnotizaron.

-Tú... ¿te apellidas Brooks?-Me preguntó Juliet de repente.

-Ajá.-Dije yo extrañada por tan repentina pregunta. Juliet no volvería a hablarme en todo el día tras su repentina pregunta.

Las horas fueron pasando y volví a revisar mi mano.
Esta vez, por encima de la quemadura habían una especie de pecas marrones. Me pareció lógico después de como el sol me había quemado la mano pero seguí los consejos de Greg y no hice más que esconderla.

Dejando eso a un lado, Gregor y yo salimos de clase después de haber terminado geografía. A eso se nos unieron Ivery y Mike.

Mike me sonrió y saludó con un movimiento rápido de su mano.

Que extraño... Me dije yo al percatar el tatuaje de Mike.

Mike tenía en su mano derecha escrito Magicae. Podía deducir que estaba escrito en latín pero no tenía la mera idea de lo que quería decir.

Alguien chascó los dedos y me deshizo de mi trance temporal.

-Tan perdida como siempre, ¿no?- Preguntó Mike divertido.

-Mike, ¡déjala tranquila! Ya verás es un pesado.-Dijo Ivery dirigiéndosenos.

-Peyton, si te preguntase sobre que piensas de las hadas... ¿que responderías?- Me preguntó Mike.

Esa fue otra de las preguntas que me sorprendió. Cuando quise levantarme para ir a rellenar mi botella de agua, me tropecé con el pie de alguien que por su parte hizo que me cayése al suelo por estar pensando en la pregunta que Mike me había hecho.

-Cuidado por don..-No pudo terminar su frase. Tal vez el gato le había comido la lengua. O mejor el cerebro.

Tan solo al mirarme, sus ojos oscurecían haciendo que sus dos perlas azules se conviertiesen en pequeñas perlas que habían perdido su color.

-Necesito saber porque me odias.-Dije yo en tono neutral a Eliot Hampton.

-Nunca lo entenderás.

-Ni siquiera lo has intentado.

Esta vez fue él quién dejó salir una carcajada.

-Fácil. Yo soy un Hampton y tu eres una Brooks.

E ahí mi consciencia murmuró a mi alma: Eliot Hampton, ¿de que vas?

Susúrrame tu nombre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora