Justo ahora estabamos en el coche de Noah. Yo escuchando música él cantando a plena voz. Tuve que taparme incontables veces los oídos para no quedarme sorda. Revisé si no me faltaba nada para la universidad.
¿Que cómo llegamos aquí? Pues fácil, tras la clase de inglés, Noah propuso que cada mañana uno condujese su vehículo. Una idea que era demasiado brillante como para dejarla ir. E aquí estamos, al siguiente día.
De un momento al otro, mi mano volvió a dolerme pero esta vez sentí tanto dolor que comencé a chillar y gemir de dolor. Mis pies se movían en el vacío como si patalear me ayudase a disminuir el sufrimiento.
A Noah pareció sorprenderle ya que sin querer dobló una esquina inapropiadamente y tuve que agarrarme del sillón con mi única mano para no chocarme contra la ventana.
-P-Peyton... ¡¿Que te pasa?!
No podía responder, tenía la voz en otra parte. Me fijé rápidamente en dónde estábamos y le comuniqué con gestos que siguiese el trayecto. Mis ojos empezaron a cristalizarse y sentí como mi nariz empezaba a gotear por la repentina fiebre que volvía a brotar en mi. No podía mantener los ojos abiertos por mucho tiempo así que Noah me hablaba para que no me desmayase.
-Estamos cerca no te preocupes...
De cerca, aún consciente, escuché el timbre de la universidad sonar y me apresuré a bajar del vehículo. Cogí mi mochila y me adentré en el baño de la enfermería a la velocidad de la luz sin tambaleos.
Noah venía detrás jadiendo. Lanzó su mochila por el suelo de la enfermería y me sujetó por los hombros. Daba la casualidad que no había nadie pero que habían dejado la puerta abierta.
Solté el gemido de dolor que llevaba rato ahogando y me desplomé en el suelo. Mi cabeza daba vueltas y empecé a sentir como si me arrancaban la piel de la mano.
-Por favor...diles que paren...-Dije susurrando y dejando caer mi cabeza sobre Noah. Él solo me miraba con los ojos llenos de temor y confusión.
De golpe el dolor cesó. Tenía el rostro empapado. Traté de levantarme de nuevo cuando aquel dolor volvió a despertar, haciéndome caer una vez más por el suelo, desplomada. Sentía que mil agujas se metían en mi piel y me perforaban la mano con fuego.
Tras esto, aquel dolor desapareció permanentemente. Mi vista era borrosa pero llegué a reconocer al instante que algo no iba en mi mano.
-Que coj...-Dijo Noah. Me sequé las lágrimas y me di cuenta que en mi mano había aparecido un tatuaje como por arte de magia. Una media luna en blanco y negro pequeña. Lo miré estupefacta.
-No puede ser lo que creo que es porque sino será lo que yo no quiero que sea...-Dijo él maldiciendo y alejándose de mi como nunca antes lo había hecho. Su pelo azul estaba ahora lleno de sudor y echado hacía atrás.
Estaba en shock. Según mis padres yo era una normalem. Es decir, ese tipo de gente que no tenía poderes féericos. Pero esto sólo afirmaba lo contrario.
-Peyton creo que ha llegado hora de que lo sepas. -Levanté mi cabeza y lo miré fijamente. ¿A que se refería?
-¿D-de que hablas?-Dije tartamudeando y confusa. Sentía que mi cabeza no iba a llegar a recopilar tantas informaciones de golpe.
-¿Crees que puedas caminar?- Me dijo. Intenté levantarme pero al reposar mis pies para levantarme sentí que ya no tenía fuerzas. Noah me agarró y me posó en una silla de ruedas. Me sacó de la enfermería y nos llevó a la azotea. Mi mano seguía muy roja y la media luna era demasiado visible.
Él se dirigió a la casita de la azotea. Era una cabaña que estaba cerrada con llave. Había un rumor que decía que esa cabaña guardaba oro y joyas y que siempre que algún alumno de la universidad trataba de abrirla, era castigado severamente.
¿Será verdad?
Noah sacó una llave de su bolsillo y le dio un beso. Me divirtió su seriedad y metió la llave en la cerradura. Al abrir la puerta solo se veía una cabaña vacía y sin vida, pero al entrar la cabaña se iluminó.
En las paredes habían fotografías, en el techo un microscópio. En el suelo habían marcadas unas huellas diferentes. Él pusó su pie encima de una de las huellas y las paredes empezaron a moverse. La cabaña empezó a girar a toda velocidad y sentí que si no me agarraba me caería pero de un momento al otro estábamos en otro lugar.
-Pero..... ¿que?
-¿Peyton escucha atentamente de acuerdo?- Preguntó Noah tragando saliva.
-Si claro. Si algo no suena lógico igual me lo creo, suficiente con mi casi arrancamiento de mano inexistente.
Él carraspeó nervioso pero serio y sacó tres libros. Los abrió y me enseñó imagenes de gente y hasta vi mi abuelita Wendy. ¿Que tenía que ver ella en esto si también era una normalem?
-Hace tres generaciones Leila y Tirano, los reyes de nuestro mundo feérico, decidieron tener un hijo. Él es el actual rey de Rhowen y él es immortal. Se llama Harry. Estas son todas las personas de estas tres generaciones que descubrieron su poder. -Me enseñó los tres libros, en los en cuales cada página habían cientos de nombres junto a la fecha de nacimiento y el tipo de ser feérico que eran.-
Todos y cada uno de ellos lo descubrieron a la edad diagnósticada pero raramente tu eres la única del mundo que no. Has descubierto tu poder casi diez años después. Y eso solo es signo de dos cosas.Ya iba entendiendo poco a poco. Era cierto que Lina y Mason, mis hermanos, habían recibido sus poderes rondando la edad de los nueve-diez años. Yo, Peyton, he cumplido 19 este año y no tengo poderes. O eso creía...
-Un famoso médico de Rhowen dijo una vez que la primera persona que tuviese su poder después de las fechas diagnosticadas padecería de morbus magicis. Es una enfermedad que va agotando tu poder mágico hasta el punto de matarte.
Él me dijo eso y comencé a imaginarme una situación parecida. Me daba miedo el tan solo imaginarmelo. Él puso su mano en mi rodilla y me miró con piedad.
-Sin embargo Peyton, en los historiales reales de Rhowen tu nombre y fecha de nacimiento salen pero no sale tu fecha de diagnosticada de nacimiento de los poderes. Nunca me había dado cuenta hasta ahora.... Que raro...
Noah me dejó ahí y fue a buscar más libros, algunos ya eran en otro idioma. Supuse que era el idioma feérico.
-Sin embargo, el segundo signo es....
Antes de escuchar su respuesta, mi consciencia se sentía cansada y con un nudo en la garganta: entonces... ¿sí tenía poderes?
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Susúrrame tu nombre ©
Teen Fiction-Peyton no quiero que mueras.-Sollozaba Eliot. Tobias, detrás de él, estaba al borde de las lágrimas. Noah Y Gregor solo me miraban tristes, arrepentidos de lo que estaba ocurriendo. -Lo sé, pero soy la única que puede salvaros. Sobre todo después d...