13. Voces

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Una vez llegada a la enfermería, la enfermera me dio una pastilla para el dolor de cabeza.

-Lo siento querida pero a estas horas tengo una reunión y debo estar presente. Así que te dejo a cargo, cuándo hayas terminado cierra con estas llaves.-Dijo ella dándome las llaves de la enfermería y recogiendo sus cosas. La señora Fiona me conocía, había sido la enfermera del colegio al que yo había ido cuando era más pequeña.

Me tomé la pastilla y bebí un poco de agua. Decidí tumbarme en una de las camillas mientras mi cabeza seguía dando vueltas y seguía pronunciando las mismas y únicas palabras.

-Muere..Muere...Muere...

Ya me estaba acostumbrando a las voces.

Entró el conserje seguido de dos personas que se me hacían conocidas y eran los gemelos Hampton.

-Si vosotros dos renacuajos, volvéis a liar un escándalo como este,no se que haré con vosotros. Ahora, ¡ id a que os curen esas heridas!-Dijo él gritándoles muy enfadado.-Anota en esa hoja de allí Eliot y Tobias Hampton chica.

Yo estaba tumbada y me giré a mirarlo con cara de "¿enserio?". Él me miró seriamente y luego le hizo señas a Eliot para que lo hiciese él.

Yo abrí bien los ojos al descifrar el gran misterio del siglo. Me acababa de dar cuenta de que los gemelos pelo gris eran unos Hamptons.. Es decir eran miembros de la familia que odiaba a mi familia y viceversa. Los Brooks y los Hamptons nunca se han llevado y esto viene de hace muchos años atrás.

No me conocía la historia lo suficiente y mamá y papá no se hallaban cerca como para poder decirles que me aclarasen la duda. Dejé ese tema de lado, y traté de levantarme.

Las voces se habían esfumado, aunque sentía que mi cabeza estallaría en cualquier momento. Al ponerme de pie, comprendí que era yo quién debía curar a los dos gemelos, pues la enfermera me había dejado a cargo. Caminando hacia ellos, sentía que mi peso era mucho más difícil de llevar que otros días. Me sentía mareada pero logré no caerme.

A los gemelos les obligué a sentarse y a callarse.

-Nada de quejas vosotros dos, si os hago daño no chilleis.-Dije seria pero en el fondo divertida por la situación aunque ya no sabía como analizar o describir las cosas que estaban ocurriendo.

-¡Cúrame a mi primero!-Dijo Tobias haciendo muecas de dolor falsas. Cogí un algodón y lo pasé por todas las heridas de Tobias. Primero las manos, y luego la cara. Tenía la ceja partida, la nariz ya no le goteaba sangre, el labio estaba hinchado y su mejilla se había teñido de un color rojo carmesí.

Le di un algodón para que él se quitase los restos de sangre en la cara pero me obligó a hacérselo, decía que le dolían mucho los dedos y los nudillos.
No pasé mucho tiempo en él, me ponía demasiado incómoda saber que siempre me miraba con su sonrisa traviesa y curiosa.

A continuación, me dispuse a ayudar a Eliot pero me quitó el algodón de las manos.
Sus manos estaban llenas de sangre, su mejilla casi morada y su ojo bastante hinchado. Le arranqué el algodón de las manos tal y como él hizo conmigo, mirándole fríamente. Le pasé el algodón por toda la cara e incluida la mandíbula donde tenía un corte pero no hacía más que apretar los dientes.
Cuando fui a limpiarle las manos, de un movimiento rápido me puso una de ellas en la muñeca señalándome que estaba sobrepasando los limites de su compresión. Su mano tenía sangre, la cuál me salpicó en la mano. Un picor junto a un mareo surgió en mi y al segundo vi como todo se volvía negro.

Al despertarme seguía estando en la enfermería. Con un silencio incómodo como acompañante. Me moví y enfoqué mi vista hacía el suelo.

Habían dos gotas de sangre. Y recordé lo que había pasado antes de mi...como llamarlo, desmayo. Me encontraba sola hasta que llegó la enfermera de su reunión.

Volví a clase. Estábamos en biología, y el profesor nos contó que para mañana debíamos hacer una pequeña exposición sobre un personaje de los cuentos. Yo sin pensarlo escogí los vampiros.

Estos seres me fascinaban, eran peligrosos pero con una belleza misteriosa en ellos. El fin de clases llegó y regresé a casa. Tiré todas mis pertenencias al suelo y me cambié, como hacía calor me puse mi pijama de star wars. Me hice unos macarrones a la carbonara, no me tomé la molestia de encender la televisión y me puse a trabajar.

Llegadas las tantas de la noche, revisé mi trabajo y contenta, le di a guardar. Cerré el ordenador y me quedé a oscuras. Unas risas resonaban en las cuatro paredes de mi casa.

Tragué saliva con dificultad y miedo. Y cuándo fui a levantarme para encender la luz algo me rozó.
Ahogué un grito, quería poder chillar auxilio o que alguien viniese a decirme que no pasaba nada.
Algo me estaba atormentando y no sabía que era.

Unos pasos.... Unos pasos se oían a lo lejos, que se acercaban a una velocidad extrema.

Sin pensarlo dos veces, me hice bolita en un rincón de mi cama y cerré fuerte los ojos.
Pasase lo que pasase yo tendría el valor para afrontarlo.
La luz se encendió y los pasos cesaron. Alguien debajo de la manta me tocó y me susurró en la oreja.

-Muere....

No podía creer lo que me estaba ocurriendo. Sola en mi casa, parecía ser que algún ser cabreado tenía algo en contra de mi, quería que me muriese.

-No podrás escapar siembre Peyton...

Abrí los ojos de golpe, armándome de valor y con el codo le di en el estómago a la persona que tenía detrás, todo esto sin darme cuenta.

Se escucharon unas quejas, y volví a mi lugar inicial sin ver hacía ninguna parte.
Hacerme bolita era como crearme mi propia armadura. Nada ni nadie podía penetrarla.

Las quejas se convirtieron en risas.

Risas que sabía perfectamente a quien pertenecían.

Mi consciencia solo pudo pensar en que las voces no se detenían.

Susúrrame tu nombre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora