Prólogo

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— ¿Por qué debes marcharte otra vez mamá? — La verdad lo sabía, sabía porque mamá siempre se marchaba, tenía ocho años de edad y consideraba gratamente injusto que ella prefiriera a sus acompañantes que a su propio hijo ¡su único hijo!

Veía como esparcía la base sobre sus mejillas, como sus ojos esmeraldas escaneaban todo su atuendo vulgar, a pesar de mi corta edad me repudiaba, era mi madre y los hombres solían verla como un pedazo de carne que deseaban probar, no se daba cuenta que no era un buen ejemplo para su hijo.

—No me necesitas pequeñín, ya eres un niño grande, ahora dame un beso que tu padre te espera — sus ojos me veían con gracia y me preguntaba si muy en el fondo podía causarle lastima.

Porque yo mismo me daba lástima, ¿Qué le hacía creer que mi padre podía cuidar de mí? ¿Qué le hacía creer que no la necesitaba? Su vida era una maldita mentira, yo lo sabía ella era consciente de eso ¿De verdad mamá? ¿De verdad querías esa vida para tu hijo?

— ¡Mamá! —Gruñí. —No me gusta estar con papá, quédate tú conmigo.

Sus cejas se arrugaron y su cabeza giro en desaprobación, odiaba que hiciera berrinche, pero adivina que mamá ya empezaba a odiar tu estúpido comportamiento.

—Anda mi niño, tu papá te criará bien y yo volveré antes de que te des cuenta, ya verás —Acaricia mi mejilla como despedida y aunque en su mirada podía ver que no quería regresar, deseaba creer que sí lo haría.

La vi en sus negras botas de cuero y diminuta falda, moviendo su cadera hacia la puerta mientras tarareaba una canción, suspiré resentido y aunque quería odiarla, maldecirla por dejarme una y otra vez, solo deseaba que volviese a mí.

—vuelve pronto mami.

Amor deséame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora