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Narrador omnisciente.

Veía todo oscuro, o quizá era porque no había abierto los ojos. Se sintió más inútil de lo que ya pensaba que era cuando se dio cuenta de aquello, pero cuando lo logró (a pesar de estar levemente mareado) notó como todo lo que lo rodeaba era blanco.

¿Acaso ya había muerto?

Pues que fácil.

Pero su idea se fue cuando escuchó el molesto pitido de la máquina que define si estás vivo o ya te llamó el diablo, por lo que frunció el ceño. Recorrió la sala con la mirada, pero no había nadie, estaba totalmente solo, así se suspiró.

-Como siempre.

Aunque se fijó en algo, ¿Como demonios había llegado a el hospital? Que el recordara, había quedado hecho un ovillo en el suelo, quedando a su suerte, y era algo tarde como para que alguien lo notara y ayudara.

Observó su brazo, lleno de vendas, las cuáles estaban con alguna que otra mancha rojiza oscuro.

-¿Tom?-sintió una voz familiar, que se notaba cansada, para que antea de notar quién era, le rodeara con sus brazos- me habías asustado, maldito idiota.

Sintió ese perfume característico, que podría oler siempre y no cansarse, Tord.

-Yo no te dije que me ayudaras.-Soltó, cortante.

Pero el mayor sólo se hundió en el herido, quien sintió como su hombro se humedecía, aquello lo alertó.

-¿Q-Que pas...?-Fué interrumpido.

-No me odies, por favor. No sé que sucede contigo, no sé qué hiciste o pensaste estos cinco meses, ni siquiera tengo idea si seguirás siendo el mismo imbécil que conocí, al que nunca le importó absolutamemte nada ni nadie, y pasaba sus tardes tocando bajo, pero, enserio -hizo una pausa- perdóname, no te hagas daño.

Tom sintió un escalofrío, y como su cuerpo dejó de responder un segundo, pero su "enemigo" siguió.

-Sé que te has sentido mal, sé que te has castigado, sé que ye has dañado, sé que has hecho todo este tiempo, no soy tan idiota como crees. Pero sólo no sé tu razón, no sé tu porqué, aunque como sé que eres un maldito, no me dirás, pero solo prométeme que no te seguirás maltratando, porque mientras más te odias, más odio estar aquí.-Se separó, observando fijamente a el menor.

Mientras el recién nombrado no sabía que hacer, sólo comenzó a soltar lágrimas, sentía el cálido aliento de Tord en sus labios, y tenía un impulso de besarlo, aunque no lo hizo.

-¿Por qué, Tord? Sólo dime... ¿Por qué te vas, y vuelves cuando ya te estoy olvidando? ¿Por qué estás un día y al otro no hay un mínimo rastro? ¿Por qué te gusta dejarme con la miel en los labios? ¡No tienes idea de como la pasé este tiempo y vienes a pedirme que no me odie! Por un momento pensé que podría terminar mi vida, y por fin podría dejarte atrás, pero ahora te apareces como si nada, ¡Quiero olvidarte, maldita sea, quiero, y tú no me dejas!

Comenzó a toser, y sentía como su pulso se aceleraba, la máquina también lo indicaba. Su respiración esa acelerada, pues también le costaba seguir respirando, prefería morir en todos los sentidos.

-Cálmate y escuchame -sostuvo la cara de Tom entre sus manos- si volví,fue para recuperar todo lo que perdí al desaparecer, y en ello estás tú, te robaste una parte de mi corazón hace años, y aún no me la regresas, no sabes cuan significativo eres para mí, por favor.-Esta vez, era el de sudadera roja quién comenzaba a sollozar.

Pero fueron interrumpidos por el doctor, quién habló.

-Debería haber avisado que el paciente ya había despertado, jóven.-Miró con seriedad a Tord.

-Lo siento.

Justo en aquel momento, entró Edd corriendo, quién inmediatamente abrazó a su amigo de cuencas vacías, que soltó un leve quejido.

El doctor observó molesto, no era hora de visitas.

-Bien, el señor Ridgewell está en un estado bastante delicado, las heridas de su brazo no son superficiales, ya que la mayoría son algo profundas, aunque no ponen en riesgo la extremidad, por otro lado, la pérdida de sangre y unos exámenes hechos aparte demostraron deficencia de hierro, y podría producir anemia, un tema delicado, por ello debería quedarse al menos una semana, para distintos exámenes y una curación más segura de las heridas.

Lo último alarmó a Edd y Tord, en especial al último, Tom no estaba escuchando, estaba más centrado en lo que le había dicho el noruego. Sentía un mar de sentimientos, y cómo su estomago daba vueltas.

Al igual que su cabeza.

Tal vez no le era lo mejor recibir noticias fuertes así como así.

[...]

Luego de otras explicaciones, el doctor desapareció de la sala, dejando a los tres chicos solos, y a los amigos del herido con un mal rollo.

También en ese lapso había llegado Matt, quien se había quedado en el baño del hospital mirándose al espejo.

El británico hablaba lo más animadamente que podía con sus amigos, mientras el comunista se quedaba sentado en un incómodo sofá de la habitación, intentando entender todo lo que había sucedido en tan sólo tres días.

Se sentía culpable, muy culpable.

b u l i m i a [TordTom] Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora