5-¡Fiestas!

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Volvieron a casa para la hora de comer.

Elior había hecho la comida favorita de No'ah, ya que su cumpleaños era al día siguiente y él no podría estar por culpa del trabajo. Tanto Elisha como Sachar guardaron silencio respecto a la conversación que habían tenido y la chica no pareció enterarse de nada. Pero eran meras ilusiones.

No'ah volvió a su cuarto después de la comida para prepararse para el baile de primavera. Tenía mucha suerte, había nacido el día de la fiesta de primavera, minutos antes de las doce, no como su hermano, que nació minutos después y por tanto cumplía años el siguiente día. No'ah tenía la costumbre de pasarse toda la tarde arreglándose para la noche, salir a cenar con sus amigos y quedarse hasta la una en la fiesta, para empezar el cumpleaños allí. Y ese año no tenía intención de ser distinto.

No'ah llevaba desde aquella mañana sintiéndose inquieta. Había tenido pesadillas con dragones plateados y oscuros y tormentas de rayos azules en el cielo. Al final solo había descansado horas después del amanecer. Por lo menos cuando se levantó vio el sol brillando en el cielo. El resto del día hasta ese momento lo había pasado en casa con su padre. No era raro que se quedase allí sola. Sachar solía dar paseos por el bosque y Elisha estaba siempre entrenando con los rebeldes y si no en la escuela. Ella en cambio tenía que quedarse arreglando la casa. A veces suspiraba por pedirle a Elisha unirse también a los rebeldes aunque solo fuera por darle algo de emoción a su vida, pero luego se acordaba de su padre, solo completamente en la casa. Pero por fin su espera daba sus frutos.

Se miró al espejo en su cuarto cuando ya atardecía. Llevaba un bonito vestido verde liso, sin adornos, solo un pequeño bordado dorado en el cuello y en las mangas. Acompañado de un delicado cinturón de cuero y zapatos del mismo material era lo más elegante que No'ah había llevado desde los diez años.

Se lo había cosido ella misma, por eso le parecía mucho más hermoso de lo que cualquier otro podría apreciar. Se peinó la larga melena con cuidado, deshaciendo cada nudo, mientras pensaba en el mejor peinado. Había estado imaginando cientos de ellos desde que empezó con él vestido, pero ahora no se atrevía ni a tocar el pasador de pelo que descansaba en la mesilla. Eso le arruinaba bastantes de sus ideas. Además, no tenían dinero como para poder comprar uno nuevo. El dinero que le daban a Elior por su trabajo como observador a través del telescopio no era suficiente. Bueno, nadie tenía suficiente en realidad.

No'ah sabía que su reino no era el que más había sufrido la invasión. Había otros, como el de Sachar, que ya ni siquiera se encontraban en los mapas. Por ello en el fondo estaba agradecida de al menos poder lucir ese vestido en su cumpleaños. Su madre siempre le decía que en el reino de las estrellas había dos cosas que abundaban: alegría y fiestas. Si bien era cierto que las fiestas se celebraban de semana en semana, quizá ya la alegría se hubiera perdido. Ya no había música en la calle, ni cuenta cuentos en las esquinas. Pero No'ah sonreía, solo por honrar la memoria de su madre. Aunque a veces le pesara el corazón al hacerlo.

Dejó el cepillo en la mesilla. De repente le quemaban los ojos y le ardía la garganta.

¿Cuánto hacía ya que se fue? ¿Siete años? A No'ah le parecía que aquella misma mañana la había visto caer al suelo ensangrentada.

-No'ah, creo que...-Sachar abrió la puerta sin llamar y se arrepintió. Se encontró a la chica de rodillas en el suelo, con la espalda apoyada en uno de los laterales de la cama. Sollozaba en silencio, con la cara enterrada entre las manos. Solo el temblar de sus hombros hacía que notases su llanto.

Sachar se acercó en silencio, algo temeroso y sin saber muy bien qué hacer. No era la primera vez que se la encontraba así. De vez en cuando le venían bajones de ánimo de ese estilo. Pero solía ser su hermano quien la calmaba. Solo ellos sabían lo que habían perdido. Sachar se sentó junto a ella poniendo un brazo sobre sus hombros. No'ah automáticamente se recostó sobre él, dejando que sus lagrimas le empaparan la camiseta. ¿Realmente podía dejarla allí y marcharse al reino perdido?

El hogar de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora