13-Dos contra dos

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Nota:

Aquello que está escrito en cursiva está hablado en otro idioma diferente al que usan habitualmente los personajes. En capítulos siguientes será escrito normal, pero se dejará claro cuál es el que hablan.

 En capítulos siguientes será escrito normal, pero se dejará claro cuál es el que hablan

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A Sachar le latía como loco el corazón mientras bajaba y se acercaba a la carreta. No sabía siquiera por qué lo hacía, pero fue tan cauto y silencioso que ni los caballos se percataron de su presencia. Se detuvo detrás del carro y se irguió un poco, lo suficiente para echar un vistazo al interior. Había cuerdas, una pequeña hacha mellada, flechas rotas, unos manojos de hierbas apestosas, sacos de bayas pegajosas, setas y dos faisanes muertos... Había también gran número de jaulas, algunas plegables y otras fijas. Menos una, todas estaban vacías. Del saquito en que estaba encerrado el dragoncito enplumado provino un resoplido sulfuroso. Sachar acercó los dedos a la cerradura de la jaula, pero un murmullo ronco lo paralizó.

-¡Abre la jaula! -dijo una voz a su espalda. El idioma era grave y gutural, pero Sachar comprendió las palabras, no sin un poco de dificultad.

Y la punta aguda de un puñal se le plantó en la espalda, muy cerca de la columna.

Sachar había matado suficientes conejos para saber que con la fuerza necesaria podría dejarle tullido por lo menos.

-¡He dicho que abras esa jaula! ¡Y no te lo repetiré otra vez!

El chico tragó saliva, buscando a Elisha con la mirada. ¿Dónde estaba cuando le hacía falta?

-No tengo la llave.-dijo en cambio, sorprendiéndose a sí mismo hablando ese extraño dialecto.

Le salía tan natural como en de los Haggit.

-Ah, bien, el siervo del cazador no tiene la llave...-la persona que estaba detrás soltó una sonora carcajada- ¿Cómo es eso? ¿Es que tu amo no se fía de ti?

-No sé de qué estás hablando -objetó Sachar apretando los dientes. La punta del puñal presionó con mayor fuerza contra su espalda, pinchándole.

-No me dirás que no sabes forzar una cerradura tan sencilla.

-¿Por qué te interesa tanto este animal? - preguntó el chico.

-Eso solo lo saben los dioses y yo.-Fue la respuesta, mientras una pequeña ganzúa oxidada volaba hasta caer en el suelo delante de Sachar.

-Entonces ¡hazlo tú! -rebatió el joven. Sabía que se la estaba jugando, que no debía hacer enfadar a alguien armado, pero necesitaba ganar tiempo hasta que Elisha se decidiese en aparecer.

-Claro, para que así puedas golpearme y entregarme a los caballeros como si fuese la nueva presa para tus amigas las brujas.-siguió riendo el otro.- ¡No, gracias! ¡Venga, ábrela!

El hogar de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora