Las manos agarraron su ropa y tiraron de la tela con fuerza. Intentó revolverse pero no pudo. Su cuerpo no respondía, ni siquiera su voz parecía querer ayudar en ese momento. Un rostro pálido y amorfo se presento delante de su cara, con huecos oscuros y profundos en lugar de ojos, la boca abierta a un abismo agonizante del que salían gemidos de tristeza, como si el mismo inframundo lamentase la perdida de ese ser. La mano huesuda de color azul se apoyó en su hombro provocando automáticamente un aullido de terror.
No'ah se levantó con el grito de su sueño en los labios.
—¿Estás bien?
El mago, que se que suponía estaba dormido al otro lado de la fogata, la miraba con curiosidad. La chica no supo si lo había despertado ella o no había dormido en ningún momento.
No'ah intentó calmarse, convenciéndose a sí misma de respirar con normalidad.
—Sí.—respondió poniéndose una mano en la frente. Estaba sudando.—Solo ha sido una pesadilla.
El gran mago continuó observándola en silencio como si pudiera leer los pensamientos de ella y saber cuan turbada le había dejado el sueño. No'ah se arropó más con la fina manta, escondiéndose en vano de sus ojos ambicoloros.
Se habían detenido aquella noche cerca de la guarida de los cuervos, pero lo suficientemente lejos como para no ser detectados. Era la primera vez que No'ah se internaba tanto en el bosque, pero Elaisa parecía conocer a la perfección el lugar. Había incluso encontrado ese claro tan ideal para acampar, con hierba fina y verde acolchada para poder dormir. También había conseguido prender un gratificante fuego que daba un calor bastante agradable. Elaisa ahora se sentaba frente a No'ah, con las rodillas pegadas al pecho rodeadas por los brazos y la cabeza apoyada en ellas. A No'ah le sorprendió bastante como alguien tan alto podía parecer tan pequeño a la luz de aquellas llamas.
—Los sueños a veces son los únicos puentes que nos unen a nuestra mente, Estrellada.—murmuró inclinando la cabeza.—Es el momento en el que las almas salen a pasear.
Ese comentario solo consiguió que a No'ah le diera un escalofrío.
—Eso no son más que mitos.-le contestó ella con vehemencia.
Elaisa sonrió.
—Los estrellados sois un pueblo curioso. De ciencia y descubrimientos, buscando el porqué de las cosas. Ah... pero lo que más apreciáis en el mundo son las historias, los cuentos... Todos sabéis que hay algo de verdad en ellos.
No'ah no supo si eso era un alago. Por la manera en que lo decía parecía venerar al pueblo de las estrellas, pero el mago se había pasado el día quejándose de ellos.
—Siempre se nos ha contado lo que sucedía en el mundo por las historias y leyendas.
—Es verdad, de cuando erais un pueblo marinero.—Elaisa sonrió y miró al cielo.— ¿Sabías que había una persona en cada navío que su única misión era viajar de un barco a otro llevando las nuevas?
No'ah miró al cielo también, observando el gran manto de estrellas que los cubría. Reconoció las formas de las constelaciones: Antilla, Apus, Corvi, Grus, Fornax... Todas ellas tan familiares que casi podría encontrarlas mejor que a sí misma.
—Sí. Conocía esa historia. Lo que me sorprende es que la conozcas tú.
—Llevo mucho tiempo pululando por el mundo.—respondió el mago sin bajar la vista.—Me gusta escuchar y a los estrellados os gusta contar.
No'ah le miró entonces. Parecía un niño contemplando las estrellas. Su cuerpo no tenía más de catorce años, pero se contaban leyendas de él desde hacía siglos.
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El hogar de las hadas
FantasíaAcompañadme, amigos, yo os contaré la historia de nuestro querido mundo en tiempos remotos. Tiempos en los que la esperanza había escapado y hasta las hadas habían huido. Cuando las guerras teñían de rojo los ríos y la magia se había extinguido. Esc...