21-Los efectos de la guerra

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Por la mañana temprano No'ah se levantó y dio un fuerte bostezo. Era un buen día en el reino de las estrellas, el sol estaba fuera, los pájaros cantaban alegres, y ella estaba dispuesta a empezar la caza. Según Elaisa ya estaba lista para que, ese mismo día por la tarde, ambos comenzaran a exterminar a los cuervos de la reina. Antes no había tenido su permiso, o bien por no tener conocimientos suficientes o bien por no estar bien entrenada con el arco. Había practicado con las flechas que el mago le había fabricado y se había dado cuenta de que era bastante buena en ello. Además el arco parecía adaptarse completamente a su mano, moldease a lo que ella necesitaba.

Al lado de la fogata ya convertida en no más que cenizas no había nadie, pero tampoco era una sorpresa. El mago era un hombre extraño, de costumbres extrañas y hábitos de sueño extraños. No'ah no le había visto dormir desde que le conocía, pero el misterioso mago nunca parecía cansado ni alterado por lo que ella no le había dado mayor importancia.

Después de cambiarse de ropa y ponerse algo limpio fue a lavar al rio lo que se acababa de quitar y que era, aunque suene extraño, la única otra muda que tenía. Allí, a la fresca rivera del río se encontró con el mago subido a la copa de un alto árbol. Estaba sentado en una gruesa rama, con su larga túnica bien planchada pero el cabello completamente despeinado. No'ah ladeó la cabeza extrañada.

-¿Qué haces ahí arriba?

Elaisa miró hacia abajo con curiosidad y al ver a la joven sus ojos brillaron.

-Comer mandarinas.-respondió simplemente.

-Pero... es un roble.

-Sí, pero yo subí mis mandarinas.-y de nuevo en uno de esos miles de pliegues de la túnica consiguió sacar una mandarina de color estupendo.-¿Quieres?

No'ah sonrió a modo de respuesta. El mago le lanzó la mandarina desde lo alto del árbol, sacudiendo sus pies colgando.

Tras lavar la ropa ella y comerse sus mandarinas él, volvieron al lugar donde habían acampado aquella noche. El optimismo reinaba en aquella extraña pareja que se movía con la coordinación de un reloj. Caminaron un rato por el bosque hasta que la muchacha reconoció el bosque a su alrededor.

-Estamos cerca del pueblo.-murmuró.-¿La guarida de los cuervos no estaba en lo profundo?

El mago simplemente le dirigió una enigmática mirada sin significado alguno para la chica.

Ella no se quejaba de ir hacia el pueblo, quería pasar por el mercado y comprar más ropa, quizá algo de comida. Ah, pero para eso necesitaría dinero. Bueno, siempre podría pedírselo a su padre.

¡Su padre!

-Mago, tenemos que ir al observatorio.-dijo de pronto y con prisas.- Debo hablar a mi padre sobre lo que estoy haciendo... ¡Oh, dioses! Estará de los nervios. Seguro que ha estado buscándome.

-No te preocupes, estrellada.-le respondió el mago con desdén.- Yo tengo que ir a por unas cosas al cetro, tú mientras haz lo que quieras.

Con alivio, No'ah recorrió el camino hacia su casa. La construcción se alzó ante ella como una gran fortaleza de piedra y cristal, rodeada de ramas y zaras. A ella nunca le había parecido tan grande como en aquel momento, aunque quizá la realidad es que ella se sentía pequeña, como cuando era una niña. Algo temblorosa alzó la mano hasta golpear la puerta de madera. Otro instante pasó hasta la que la entrada se abrió. Elior sonrió a su hija como si esa misma mañana se hubieran visto.

-¡No'ah! No sabía que vendrías hoy. Podrías haberme avisado, hubiera comprado panecillos...

No'ah no le dejó acabar. Le echaba de menos, aunque no se había dado cuenta hasta ese momento. Le abrazó tan fuerte que le hizo pensar a Elior que no podría volver a respirar. Cuando por fin le soltó su padre le invitó a pasar con una amable sonrisa en la cara. No'ah se internó en la casa, sorprendiéndose al sentirse verdaderamente como una extraña allí. No hacía ni dos semanas que se había marchado, pero la casa ahora le parecía pequeña.

El hogar de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora