14-Conocidos

22 1 0
                                    

Sal recuperó enseguida su puñal, por no hablar de ballestas, flechas y cuchillos que tanto le habían costado conseguir a Elisha. Aunque no pudo entender que le habían dicho le bastó una mirada a Sachar para saber que no era nada amigable.

Sachar fijó la vista en Sal y no la apartaba de él. Había algo en la manera de moverse, en sus pasos, que le llamaba la atención. Era como si ya lo hubiese visto antes, pero no llegaba a recordarlo. La voz del mismo Sal le abstrajo de sus pensamientos.

-¡Sois idiotas!- le chilló.-Me empiezo a plantear si estabais en lo correcto antes. Nadie así de tonto sería cogido por las brujas.

-Bueno, al menos lo admites.-se conformó Sachar.

-No admito nada.-se cruzó de brazos con indignación.

-Mira, puedes pensar lo que quieras, pero estamos en tu equipo. Hemos venido de otro reino para ayudaros.

-Ni los dioses se molestan en venir a nuestro reino, ¿qué venís a buscar vosotros aquí entonces? Un reino desolado no tiene nada que ofrecer a gente de los reinos libres.

Sachar cayó entonces en la cuenta de que aquel reino había estado mucho más oprimido que el de las estrellas. La conquista allí había llegado a extremos que nunca se imaginarían en el otro, y eso había sucedido antes de que entraran al de las estrellas. Probablemente en el reino forestal no sabían que el de las estrellas también había caído en manos de la reina de las brujas.

-Sal, mírales.-intervino entonces el arquero.-Nadie en el reino de los bosques tendría ese cabello o esos ojos.-señaló a Elisha.-Soy más viejo que tú, conocí a un par de estrellados. Su luz es difícil de falsificar.

-Este no tiene aspecto de estrellado.-contestó airado y señalando a Sachar.

Era cierto que al lado de su amigo, con su pelo negro y ojos verdes rodeados de ojeras, la piel morena sucia y el aspecto delgado y cansado, parecía más bien una sombra.

-Yo...-empezó Sachar, dudando de si debía rebelar esa información.-Yo no nací estrellado.

Sal soltó otra carcajada de burla.

-Por tu cara diría que sí.

Sachar le lanzó una mirada furibunda. Para él era un tema serio.

-Yo nací en este reino, cuando todavía era libre. En la conquista me sacaron por la puerta, cerrándola tras de mí.

Sal se puso tensa y cruzó una mirada con el arquero que Sachar no pudo percibir.

-¿Cuál es tú nombre?-pronunció lentamente el arquero. Sachar tomó aliento, algo dudoso.

-Mileo.

Apenas le dio tiempo a terminar la ultima letra de su nombre. Sal se lanzó hacia él, puñal en mano, con un fuerte grito de rabia. En el impulso la gran capucha se movió de su sitio, dejando a la vista una larga cabellera castaña rizada y alocada que se precipitó como una cascada por encima del rostro de una chiquilla. Elisha se apartó de un salto pero Sachar no tuvo que mirarla dos veces.

Sus ojos verdes como el techo de hojas, su cabello rizado que él mismo había pasado horas peinando, su rostro afilado, su nariz pequeña, sus labios carnosos. No había cambiado nada desde que era una niña. Desde que era una princesa. El nombre de la chica que le había acompañado toda su vida de una forma u otra acudió a sus boca como un rio imparable.

El hogar de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora