Más que estar desesperado por levantarse de la cama, Al pudo sentir el peso que Mei ejercía a su lado, sintiéndose cómodo con este y tratando de abrazarla en su sueño para que esta se sintiera querida hasta estando inconsciente.
La vista que él tenía era maravillosa a sus ojos. La tez blanca que hacía contraste con el cabello negro de la joven, los ojos delicadamente cerrados, la boca levemente abierta, los brazos aferrándose al contacto de su esposo como si este fuese efímero. Una obra de arte pintada por la propia mano de Dios. Eso debía de ser.
No quería moverse nunca jamás, pues a su parecer, sería un castigo dejar de tocar y de ver a la pequeña como ahora. Ninguna mañana era lo mismo, y sin dejar de ser una más hermosa que la otra, Al sentía lo mismo cada día.
Mei se removió en la cama, soltando a Alphonse y dejándolo ir. Pasando unos cuantos minutos (horas en realidad) admirándola en silencio, él reflexionaba la idea de ir a hacer el desayuno. Sus ideas lo vencieron en cierto punto, y no sin pena, Al se retiró de la cama.
Mei, despertó por el olor a crepas proveniente de la cocina. Rodeada del silencio, como muchas otras mañanas, se levantó persiguiendo al hambre.
Cuando llegó al comedor, Al volteó a verla y le sonrío. Mei hizo lo propio, tomando aquella sonrisa como una invitación a sentarse.
Ella podía ver la precisión con la que él se movía por la cocina, haciendo dos o tres cosas a la vez. Era demasiado temprano para ella, y por eso admiraba las capacidades de su esposo.
Al apagó la estufa, sacó dos platos, dos vasos, dos pares de palillos y sirvió lo que se debía en sus respectivos lugares. Con parsimonia, se acercó a Mei para entregarle su desayuno, dejándolo en la mesa mientras le otorgaba un beso en la frente.
—Buenos días, princesa —. Saludó en voz baja, algo ronca por ser las primeras palabras que pronunciaba en todo el día.
—Buenos días, Alphonse-sama —. Respondió ella, con los tradicionales corazones en sus ojos.
La princesa podía ver el cabello desordenado, la espalda fuerte, la esencia de su esposo mientras este servía su propio desayuno. Y nadie podría creerle lo mucho que amaba esa vista si fuese capaz de expresarlo en palabras.
Al sentarse frente a ella, Al se quedó quieto, dirigiendo su mirada hacia los ojos de su esposa y metiéndose en su mundo poco a poco.
Todo el aire en esta escena en sí se podía observar como una delicada nube.
La mano de Al se dirigió al rostro hinchado de Mei, acariciándola por ahí por donde pudiera. Con la palma llegó a tocar sus labios. Y en cuanto lo hizo, ella le dejó un casto beso en la piel.
Al terminar de desayunar, Alphonse iba a recoger la mesa y ordenar todo, mas lo único que pudo hacer fue seguir a Mei a la recamara, siendo jalado por ella.
—Hoy hay que descansar, Al. Quédate conmigo más.
—Siempre, Mei.
La puerta se cerró detrás de ellos, y a través de esta se podía escuchar un ligero, pero emocionado "¿qué libro quieres leer, Al-sama?" "Este" "¡Pero ese ya lo hemos leído!" ...
ESTÁS LEYENDO
Mei Chang-Elric.
RomanceMei logró ganar el corazón de Alphonse, sin saber exactamente cómo. Ahora podía despertar junto a él todas las mañanas, como su novia y su esposa. ¿Sería capaz? [Y más] Libro de one shots de AlMei (o AlMay). Espero que este sea un bálsamo para los q...