Mei Chang-Elric.

La bella y la bestia pt.3

Mei se levantó preocupada.

—Nina, ¿Me puedes decir la hora?

—Las diez, Mei. Papá no vuelve, ¿verdad? ­—Nina preguntó también preocupada.

­—No, pero... iré a buscarlo. Espérame aquí, ¿Okay?

—¿y si tú tampoco vuelves?

—Entonces Alexander y tú irán al pueblo a pedir ayuda ¿Entendido?

—Esta... bien... —Nina estaba confundida.

—Alexander, —Le llamó Mei antes de salir. —No permitas que Nina salga de aquí por nada en el mundo ¿muy bien? Protégela. Confió en ti, mi perro inteligente.

Alexander ladró mientras le movía la cola, como queriendo decir "buena suerte". A veces le parecía a Mei que ese perro hablaba.

—¡Adiós Nina, cuídate!

—¡Pero Mei! ­—La niña iba a ir detrás de ella, antes de que Alexander se pusiera enfrente de la puerta a ladrarle.

—Gracias Alexander. —Dijo en voz baja.

El lobo. El lobo iba a atacar la cara del hombre. Hasta que algo lo golpeó y lo lanzó muy lejos.

Ese mismo algo gruño a todo pulmón.

Scar no sabía en que se había metido.

Los lobos huyeron despavoridos.

­—¿Señor? —Preguntó una voz inesperada y sumamente más amable que el gruñido anterior. —¿Señor? ¿Sigue usted con vida?

Scar sólo pudo mover la cabeza.

—Entonces lárguese.

Una fuerza inhumana lo subió en brazos, pero otro golpe los tiro a ambos.

—Estos malditos lobos. Sí que deben estar hambrientos los hijos de puta. —El ser se levantó nuevamente. Tenía casi toda la pierna rasgada. Corrió, sin embargo, y mordió al lobo justo en el lomo. Lo dejó escapar.

—¿Dónde queda su casa?

—En el pueblo.

—¡¿Y qué hace aquí?! —Casi gritó. —¿Sabe qué? No tengo tiempo para esto. Lo llevaré a mi casa.

El animal volvió a cargar a Scar en sus brazos. Lo subió a la carreta y llevó, casi trotando, al caballo hacia un castillo muy elegante. Eso fue lo último que Scar vio. Tal vez escucho en su inconsciencia un "Izumi, ayúdalo", pero no estaba seguro si fuere un sueño o la realidad.

Los lobos no regresaron, mas Mei sí que lo hizo. Apareció justo después de que los hombres desaparecieran, vio sangre. Y vio las huellas de la carreta. Antes que asustarse, Mei era una mujer sensata. Siguió el camino.

Poco a poco, las huellas la dirigían a un castillo aparentemente abandonado. ¿Qué iba a hacer aquí su padre? O más bien ¿Cómo sabía que existía un castillo en esta dirección?

Toda su familia conocía la historia del príncipe que desapareció, más nadie nunca había ido a visitarlo. ¿Cómo su padre sabría el camino?

Al llegar a la entrada, las puertas se abrieron para ella.

­—¿Hola? ¿Papá? Viejo decrepito Scar, si estás aquí, manifiéstate.

Una risa se escuchó al fondo del pasillo.

—¿Así tratas a tu padre?

—¿Mi padre está aquí?

—¿Así tratas a todos?