¿El final?

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El sol entraba por el gran ventanal del cuarto principal de los Elric - Chang.

Las blancas cortinas y los blancos edredones eran coloreados por los destellos dorados de la mañana.

Y el cabello del nuevo príncipe de Xing encajaba a la perfección.

Cuando este abrió los ojos, vio a su querida esposa despierta.

Sonrió involuntariamente.

—¿En qué piensas, Mei?

—Oh, Al -sam... Al. ¿Te desperté?

Alphonse pasó los dedos por su negro cabello.

—Tanto tiempo... ¿Y sigues con esa bendita costumbre? —Rio

—Eres... muy irreal para mí.

—Lo mismo digo.

De pronto, un estruendo llegó a sus oídos. Un par de niños habían entrado al cuarto azotando la puerta.

—¡Buenos días, mamá, papá! —Gritaron.

—Hoy es día de salir a visitar al tío Ling, ¿verdad? —Preguntó el pequeño pelinegro con ojos dorados.

—Así es. —Respondió su padre, tomándolo por la cintura.

—¿Y... esta vez... no nos negará su comida? --El de cabellos dorados, iguales a los de Al, pero con ojos negros, los mismos que los de Mei, sonaba muy tímido.

Mei se acercó a él con complicidad.

—Si se atreve a hacerlo de nuevo... le rompo una pierna, y me ayudarás ¿Okay?

—¡Mei! No le enseñes a hacer eso a nuestro niño.

—Pero Ling se lo merece ¡Nadie puede osar tratar a mis hijos de esa manera!

—El tío Ling es un buen hombre, niños. Sólo que a veces... suele ser un poco despistado.

—"Despistado"... —Se quejó la princesa.

Alphonse y los niños se miraron entre sí antes de reír por el berrinche de la madre.

Su esposo, con uno de los niños aún en brazos, le dio un beso en la frente y se levantó.

—Vamos a hacer de desayunar, ¿Que quieren comer hoy?

—Yo quiero hotcakes...

—Yo waffles...

Los niños corrían emocionados detrás de él.

Sin embargo, el pequeño de ojos amarillos volvió al cuarto por su Mei.

—¿Mamá? Mamá, ¿por qué lloras?

La joven se retiró las lágrimas de los ojos.

—Estoy muy emocionada, bebé, es todo. —Le sonrió.

Y a lo lejos, después de un pequeño (y extraño) silencio, se escuchó:

—Yo también te amo, Mei. —Por parte de Alphonse.

En vista de que iba a volver a llorar, Mei se contuvo y tomó a su hijo en brazos.

—Vamos a desayunar, pequeño rayito de sol.

La vida para la joven Xinguinesa se estaba viendo muy hermosa.

Mei Chang-Elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora