¿Alphonse Elric siendo travieso?

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—Alphonse, ¿puedes ayudarme con esto?

—Mei, te he dicho miles de veces que no puedo cargar tu enorme corazón...

Una flecha salto del suelo.

—¿Cómo lo haces? — Preguntó Al sorprendido mientras quitaba la pesada caja de los brazos de su esposa.

—Las tengo preparadas. — Respondió Mei como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Algún día me vas a enseñar eso?

—Posiblemente. Quizás cuándo me prometas no devolverme las travesuras.

Alphonse se encaminó hacia la casa con una expresión satíricamente triste.

—Así qué chiste.

Otra flecha saltó juntó a su pie.

—¡Mei Chang-Elric, en cuanto ponga esta caja en su lugar te voy a castigar!

Mei rió como aquella niña pequeña que amaba molestar a los demás. Porque, en efecto, amaba molestar a los demás, así pasaran los años; y le gustaba aún más hostigar a su querido esposo.

En cuanto cerró la puerta de la casa, Mei sintió unos brazos de piedra abrazarla delicada (pero no suavemente) contra la pared.

Alphonse llegó riendo malvadamente de la cocina.

—Te dije que te iba a castigar, niña mala, y nadie se salva de los castigos de Alphonse Elric.

—Tú no castigas ni a un preso, Al. —Dijo ella recelosa.

—Pero ¿qué te dice que a ti no?

—¿Tu amor? —Mei se veía confundida. ¿Alphonse Elric? ¿Castigando traviesamente a alguien?

¿Quién es este hombre y qué hizo con su esposo?

Al se recargó en la pared, encerrando a Mei contra ella aún más.

—Mi amor por ti...— Comenzó él —... Sólo me hace querer castigarte peor.

Nuevamente, ¿quién es este hombre y qué hizo con su esposo?

Mei no sabía que hacer. ¡Demonios! ¿Por qué era tan tímida con el chico que más retos le ponía?

—Mei...—Continuó. —¿Sabes qué tienes un círculo de transmutación al lado de tus pies?

Alphonse se reía de ella.

Descaradamente.

Sin embargo ésta vez los brazos de piedra la soltaron y él la abrazo con calidez.

—¡Eres muy tierna, Mei! Deja de anonadarte tan seguido. Me gusta más cuando eres tú misma y dices lo que piensas. — Al escuchar el silencio de la ahora no tan joven princesa, Alphonse suplicó. —Por favor, Mei. Di algo.

El rostro de Mei pareció estallar en emoción.

—¡ALPHONSE-SAMA!—Y subió de un solo salto al regazo de Al. —¡Deja de anonadarme tanto, no me gusta que me agarren con la guardia baja!

A Mei, la princesa más salvaje de todas, obviamente no le gustaba ser la señorita que todos le dijeron que debía ser. Lo hacía por Al, y eso es todo. No quería que pensase que todavía era una niña que se emocionaba con un pequeño atisbo de romance. Pero, rayos, ya era su esposo. Y si él podía mostrarse juguetón con ella, ella podía mostrarse como una loca con él. O, más bien, por él.

—Te amo, Mei. Vamos a desayunar.—Dijo mientras caminaba hacia la cocina sujetando fuertemente a la chica para que no cayera.

"Al final del día", pensó ella, "tendré que acostumbrarme a este Al que me sonroja. Porque es tan parte de él hasta el ser capaz de decir 'te amo' con tanta facilidad."

Mei Chang-Elric.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora