V

367 30 17
                                    

Salieri, junto al resto de los músicos de la corte y el chambelán, hizo una reverencia al presenciar al emperador.

-¿Y bien? ¿Qué traéis para hoy?-preguntó el emperador, como solía hacer habitualmente.

-Excelencia...-titubeó el chambelán- Excelencia, Herr Mozart.

-¿Sí? ¿Qué ocurre con él?

-Majestad, Herr Mozart está aquí.

El emperador pareció sorprendido ante la nueva.

-¡Oh, vaya! ¡Interesante noticia me dais!

-Majestad...-intervino Salieri, enseñando unos papeles que sostenía enrollados en sus manos- Espero que no lo juzguéis impropio. He escrito una breve marcha de bienvenida a nuestro invitado.

-Muy digno de mi compositor de cámara-el emperador sonrió, cogió las partituras y las ojeó-. ¿Me permites...?

-Por supuesto, excelencia-contestó Antonio, comprendiendo sus intenciones.

-Bien, vamos a divertirnos-dijo el emperador, sonriendo ligeramente y dirigiéndose al fortepiano de la gran sala- ¡Qué pasé Herr Mozart! Pero despacio, despacio, tengo que practicar.

Miró una última vez la partitura, antes de ejecutarla. Las notas comenzaron a resonar torpemente por todo el palacio. Antonio percibió la divertida inquietud de sus compañeros detrás suya, y él mismo tuvo que hacer un esfuerzo por aguantar las ganas de reír. Trató de marcar el tempo al emperador, pero éste no parecía mejorar. Se empeñó tanto en su labor, que tardó en percatarse de la presencia del pequeño genio en la sala, quien observaba asombrado al gobernador. Antonio lo contempló de arriba a abajo. Se fijó en que llevaba ropas más elegantes que el día que lo vio por primera vez, en el palacio del arzobispo. Y, además, una peluca  de aspecto muy caro.

Pronto, la gran performance del emperador finalizó, y éste se levantó, observando a Mozart por primera vez.

-Herr Mozart-dijo.

-¡Majestad!

El de Salzburgo caminó aprisa, llegando hasta donde se situaba el emperador, se agachó, tomó su mano y comenzó a besarla frenéticamente, haciendo que el gobernador de ruborizara. Antonio miró impactado aquella exagerada escena.

-Oh, por favor-dijo el emperador, riendo-. Por favor, que no soy una reliquia.

Todos los presentes rieron, incluido Mozart, quien lo hizo de una manera muy extraña, algo exagerada y sonora.

A continuación, el emperador se dispuso a presentar a los presentes. Y por primera vez, los ojos del genio de Salzburgo se encontraron con los de Antonio. Salieri percibió que le daba un vuelco el corazón. Lo que sintió cuando el joven músico le dedicó una sonrisa fue inexplicable. Hizo una reverencia y sonrió él también.

-Al fin.

-Conozco su obra, signore-Antonio se sorprendió de su italiano tan fluido-. He compuesto unas variaciones sobre una melodía vuestra.

-¿Ah, sí?-se interesó Antonio-¿Sobre cuál?

-Mio Caro Adone.

-Oh, me abrumáis.

-Es un airecillo curioso-prosiguió Mozart-, pero le he sacado provecho.

¿Qué? ¿Sacarle provecho a su propia obra? ¿Qué se creía aquel engendro, que su música era la única buena y las demás carecían de valor? Afortunadamente, el emperador consiguió desviar aquello, que comenzaba a ser una tensa y rival conversación.

-Pues mire, él os ha devuelto el cumplido. Herr Salieri ha compuesto una breve marcha de bienvenida para vos.

-¡Oh!-se sorprendió Mozart, quien miró a Antonio eufórico y sonriente- Grazzie signore, sono commosso.

Salieri respondió con una leve reverencia.

El emperador sonrió y le tendió la partitura a modo de regalo.

-No hace falta que me la de, majestad-repuso, rechazándola y señalando su cabeza con un dedo-. Se la puede quedar, está todo aquí.

-¿Cómo?-se inquietó el emperador- ¿Con sólo escucharlo una vez?

-Creo que sí, majestad-insistió Mozart.

El emperador paseó su mirada por Antonio y los demás músicos, sin poder creerlo. Tras reflexionarlo durante un breve instante, ordenó:

-Demostradlo.

Le dio paso al fortepiano y el joven de Salzburgo procedió a sentarse y colocar sus manos sobre el teclado. Antonio aguardó expectante a que comenzara.

Cuando finalmente empezó la música, no pudo dar crédito a lo que veía y oía. Mozart estaba interpretando su marcha a la perfección, con tan sólo escucharla una mísera vez en su vida. Todos los presentes lo miraron sorprendidos, esperando su reacción. Pero Antonio sólo se dedicó a fingir una divertida sonrisa.
_____________________________

Posó la vela encendida sobre su mesilla de noche y se arrodilló frente a la cruz de Cristo.

Se había quedado con una indomable sensación de vacío en su interior. Se sentía terriblemente inútil, presentía que carecía de función alguna en la vida.

Aún recordaba con exactitud la infantil sonrisa en su rostro, mientras formateaba al completo su composición.

¿Cómo era posible que le pasara esto? ¿Cómo era posible que Dios hubiera elegido a un ser tan obsceno para reencarnarse?

Incorporado sobre la cama, observó la cruz mientras sus ojos comenzaban a bañarse en lágrimas.

-Grazzie, signore...



Siento haber tardado tanto em actualizar, estoy viajando mucho y apenas tengo tiempo, aunque cueste creer...

De todos modos, no os preocupéis en absoluto, no pienso dejar la historia.

¡Gracias por leer! ❤👌

AMADEUS (Mozart & Salieri)- [PAUSADA]Where stories live. Discover now