VIII

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Se ajustó bien la peluca, mirándose en el espejo y controlando por última vez que estuviera arreglado, antes de dirigirae a la puerta y abrir.

Mozart se hallaba ante él, con una sonrisa de par en par. Se inclinó ligeramente a modo de saludo.

-Herr Salieri.

-Herr Mozart, es un placer recibiros-dijo, cediéndole paso para entrar en sus aposentos-. ¿Os gustaría un bocado?

-Oh, el placer es mío. Y, si no os importa, preferiría un trago.

-Adelante, sentaos.

Salieri le ofreció asiento en una pequeña mesa y se sentó en frente suya. Mientras, comenzó a servir un buen wishky.

-Disculpadme por el pequeño retraso-comenzó Mozart-, pero es que Stancy había venido a verme. Quería salir, pero le he dicho que tenía otros asuntos.

-¡No os preocupéis! Podríais haberla traído también, no sería ningún disgusto.

Mozart sonrió en medio de un silencio algo incómodo. Para disimular, Antonio bebió un trago. Luego, se aclaró la garganta.

-Y... Vos... ¿Vos vais a casaros con ella?

-Sí. Aún no tenemos fecha, aunque la verdad es que vamos muy bien, nos queremos mucho. No hay mujer más hermosa que ella-declaró, sonriendo.

-Bueno, madame Cavalieri es muy bonita también-opinó Salieri, alzando una ceja y mirando detenidamente al genio.

Mozart enrojeció e hizo ademán de no haber escuchado esto último, agachando la cabeza y tomando otro trago.

-¿Y vos?-dijo, repentinamente.

Aquello pilló desprevenido a Antonio.

-¿Perdonadme?

-¿Ninguna dama?

Salieri se pensó la respuesta.

-No hay ninguna actualmente que atraiga mi atención-dijo finalmente.

Continuaron charlando, dejando de lado los temas amorosos y abordando otros como la música, las aficiones o sus infancias, siempre en el límite entre lo público y lo íntimo. La botella que tenían a su lado se fue vaciando poco a poco, hasta agotarse el wishky que contenía.

-¡Mierda, se ha acabado la botella!-exclamó Mozart.

Salieri se estremeció ante el vulgar vocabulario del de Salzburgo, pero rió. Al fin y al cabo, el alcohol también circulaba por sus venas.

-¡Quiero beber más!-insistió el genio.

-Lo siento, pero no tengo nada más-se disculpó Salieri.

-¡Pues entonces, salgamos!

Mozart se levantó y se dirigió a la puerta. Salieri se levantó también, en un intento de detenerlo.

-No, Herr Mozart, es tarde-dijo-. Será mejor que volváis a vuestra casa.

Mozart comenzó a dar pequeños botes, rogando, al igual que un niño pequeño, a la vez que chillaba:

-¡No, por favor, Herr Salieri, yo quiero salir! ¡Venid conmigo, por favor!

Antonio lo pensó; él no quería, nunca le habían gustado las fiestas. Pero los ruegos de Mozart y algo dentró de sí le decían que debía ir con él..., aunque sólo fuera para protegerlo

-Está bien. Pero no por mucho tiempo.

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AMADEUS (Mozart & Salieri)- [PAUSADA]Where stories live. Discover now