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-¿En qué puedo serviros, frau Mozart?

La mujer del compositor había acudido inesperadamente a Salieri.

-Vengo a veros en nombre de marido-respondió ésta-. Os traigo unas muestras de su trabajo para que le consideréis candidato a profesor de la princesa.

-Un gesto admirable-dijo Salieri-, pero ¿por qué no ha venido él personalmente?

Y la verdad es que Antonio tenía muchas ganas de volver a ver al genio.

-Se lo impide su trabajo-se limitó a explicar frau Mozart.

-Es lógico-Salieri cogió las partituras que hasta ahora tenía la dama en sus manos-. En fin, ya echaré un vistazo a esas partituras en cuanto pueda. Será un honor. Transmitidle mis más afectuosos saludos.

Sonrió. Iba a darse la vuelta para regresar a sus aposentos, pero frau Mozart lo detuvo.

-¿Sería demasiado pediros que las viérais ahora mismo?

-Lo siento, frau Mozart, pero no dispongo del tiempo que eso requiere en este preciso momento. Dejádmelas sin temor, os aseguro que no corren peligro alguno.

Frau Mozart agachó la cabeza y se quedó en silencio; parecía como si estuviera pensando.

-No insistáis, señor. Es inútil-dijo finalmente, levantando la cabeza-. Él no sabe que he venido. Necesitamos dinero urgentemente. Y las partituras son las originales; Wolfy se pondría furioso si las echara de menos.

Salieri no pudo creer lo que escuchaba. ¿Las originales? ¿Las partituras origiales de Wolfgang Amadeus Mozart, delante de sus narices, tan fáciles, tan... desprotegidas? Simplemente no lo podía creer.

-¿Las originales, habéis dicho?

Frau Mozart asintió.

Entonces Antonio tomó delicadamente las partituras entre sus manos y las acercó hacia sí para poder contemplarlas mejor. Comenzó a leer el primer pentagrama de la primera hoja, tratando de imaginar el sonido de los instrumentos musicales en su cabeza. La melodía era alegre y divertida, y le provocó una sensación dentro de sí que jamás había experimentado antes. Sintió un cosquilleo en sus tripas, a la vez que un escalofrío le recorría la cabeza y la espalda.

Pero se percató de algo. Un pequeño y significante detalle: no había ninguna corrección en la partitura. Impresionado, pasó la hoja a la siguiente página, pero tampoco estaba corregida. Volvió a pasar otra página. Otra, y otra, y otra más. ¡Ni un mísero tachón, como si hubiese escrito a dictado! Salieri no pudo creerlo. Volvió a leer la partitura, no fuera a ser que se le escapara un detalle. Entonces se olvidó de las correcciones: la melodía esta vez era suave, apacigüada. La obra estaba tan acabada, tan completa, que Salieri no podía imaginar lo que escuchaba dentro de su cabeza. Pensó que si cambiaba una nota, la obra empeoraría sensiblemente, que si cambiaba una frase, la estructura se desplomaría. Recordó la primera vez que vio a Mozart. Aquello evidenciaba que aquel sonido que había oído en el palacio del arzobispo no era un simple accidente: de nuevo, era la voz de Dios, que surgía en el entramado de aquellos meticulosos trazos. ¡Parecía que Dios le había dictado aquella sublime y reluciente melodía!

La más absoluta belleza...





Sé que el capítulo es corto, y que no sucede mucho en él, pero no tengo mucho tiempo para escribir... Siento mucho no haber actualizado más frecuente y más capítulos como os había prometido, pero hago lo que puedo...
El siguiente será muchísimo mejor, y vendrá más rápido, o eso espero :)

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Os quierooooo 🎶💕

AMADEUS (Mozart & Salieri)- [PAUSADA]Where stories live. Discover now