La desaparición de James

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Ya era viernes, y Albus ya había acudido a todas las clases de primer curso. Todas tenían su punto interesante, todas le gustaban bastante, todas menos una. Historia de la magia era la peor asignatura a la que Albus había tenido que enfrentarse. El profesor Binns, un fantasma, tenía el tono más monótono y aburrido que Albus tenía la desgracia de conocer. Nadie soportaba sus clases, y su voz servía como somnífero para la mayoría de alumnos. Ni siquiera Rose podía soportar esas clases. Y había otro profesor que a Albus no le gustaba. La directora Morgan. Se alegró al no haberla tenido de profesora, pues creía que la profesora Morgan no estaba destinada a enseñar. La verdad es que Albus no la veía ejerciendo ninguna profesión que no fuese aurora. Morgan mantenía siempre la misma expresión y el mismo tono de voz. Nada cambiaba un ápice ni en su rostro ni en su voz, jamás. Albus no podía creer en la carencia de expresión, pero Morgan le recordaba que así era cada vez que reñía a alguien con la misma mirada y el mismo tono de voz que usaba cuando felicitaba a alguien. Lizzie sostenía que eso era imposible, y que debía ser algún hechizo que salió mal. Cuando Albus lo comentó delante de James, Blake y Anne, ellos le dijeron que habían muchos rumores sobre cómo Morgan había llegado a esa situación. Muchos pensaban como Lizzie, pero otros decían que de pequeña fue testigo del asesinato de su familia por parte de Voldemort, y que desde entonces perdió la habilidad de expresión. Otros decían que en realidad no era humana, y que había sido una transformación incompleta de animal a ser humano o viceversa. Por supuesto, nadie se lo había preguntado a la profesora directamente, por lo que seguiría siendo un misterio.

Después de comer, se reunieron Albus, Rose, Lizzie y Scorpius en el vestíbulo. Los viernes no tenían clases por las tardes, así que fueron al patio exterior y se sentaron en un banco.

—La verdad es que esperaba que las clases fueran más difíciles. ¿Vosotros no? —comentaba Rose.

—Pues no sé. Algunas son fáciles y otras difíciles —dijo Albus.

—Eso no es verdad —dijo Lizzie—. Yo creo que ninguna es fácil o difícil. Yo las clasificaría de aburridas e interesantes. Por ejemplo, Historia de la Magia es el peor aburrimiento del mundo, y Defensa Contra las Artes Oscuras es una pasada.

Los cuatro rieron. Rose estaba mucho más relajada que al principio de la semana porque había comprobado que los deberes eran fáciles y rápidos de hacer, y además se le daban bien todas las asignaturas. Lizzie, en las clases que se aburría, solía dormirse o sino dibujaba en los marcos de los libros. Albus era como una mezcla de las dos. Cuando se aburría, los primeros días también dibujaba en los libros, pero después descubrió la técnica de apuntar en un pergamino todo lo que el profesor explicaba, y eso le ayudó a seguir la clase; y en las clases que le gustaban, él era siempre uno de los primeros en conseguir lo que el profesor pedía. Scorpius, en cambio, se dedicaba plenamente a todas las clases. Hacía todos los deberes el mismo día que se los mandaban, estaba atento en todas las clases, y usualmente era el mejor y el que más rápido entendía las lecciones.

—Pues a mí, Historia de la Magia me gusta —dijo tímidamente Scorpius.

—Debes de ser el primero en siglos... —le dijo Lizzie.

Albus rio, y metió la mano en el bolsillo de la túnica. Tocó algo en su interior, y lo sacó, sin saber qué era. Estaba sujetando un papel. Una carta. Se acordó que la mañana anterior, Zorion, su lechuza, le había entregado esa carta de sus padres, y no se había acordado ni de leerla y de responderla. Se sintió avergonzado por ello, y les dijo a los otros niños que lo disculpasen un momento mientras leía y contestaba la carta de sus padres.

Querido Albus,

Estamos muy contentos de que Hogwarts te guste, y que te apliques tan bien a las clases. Ya verás que si les coges el truco al principio de curso, el resto te será mucho más fácil. Por supuesto, estamos orgullosos de la casa en la que quedaste. Nos parece genial que haya variedad en casa, y si tú estás contento, no sabemos qué más podemos pedir.

Albus Potter y el legado de MorganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora