El Mapa Sin Título

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Era verdad que los profesores le vigilaban. A todos los sitios a los que iba había alguien del personal del castillo, ya fuesen profesores, la bibliotecaria o el celador, aunque conseguían que se viese totalmente normal y cotidiano. Además de eso, ni en la sala común podía estar tranquilo, pues sus compañeros no dejaban de mirarle y de extender rumores sobre él.

Unos días antes de Halloween, los rumores se detuvieron, y las miradas a Albus disminuyeron. A Albus le extrañó mucho, pero no se atrevió a preguntar.

—¡Pequeñajo! —chilló James un viernes cuando le vio salir del Gran Comedor acompañado de Scorpius, Rose y Lizzie. Le revolvió el pelo y Albus le apartó la mano con una queja—. ¿Te ha dejado en paz la gente?

Albus alzó la barbilla y echó la cabeza hacia atrás.

—¿Cómo sabes tú eso?

James se limitó a guiñarle un ojo y salió corriendo.

—¡Me toca con Hagrid! ¡Nos vemos! —chilló mientras agitaba una mano en el aire para despedirse.

—James amenazó con machacar a quien volviese a meterse contigo o hablar mal de ti —le explicó Lizzie—. Lo dijo en la sala común y ordenó que extendiesen la advertencia a todo el colegio.

—Sí, se enfadó muchísimo —comentó Rose.

Albus bajó la cabeza. Su hermano le defendía de las burlas, ¿y qué hacía él? ¿Espiarle? ¿Violar su intimidad?

—Lo siento, disculpadme —dijo, y corrió tras su hermano.

Fuera hacía frío y había comenzado a lloviznar, por lo que Albus se puso la capucha de la capa de su uniforme. El césped estaba húmedo y cubría los zapatos de barro a quien lo pisaba. Vio a lo lejos que Hagrid había colocado una especie de carpa muy modesta delante de su casa, bajo la que esperaba un gran grupo de alumnos. Alcanzó a James a unos cuantos metros de la carpa de Hagrid, le cogió del hombro y le detuvo. James se giró y le miró muy sorprendido, y les dijo a Blake y Anne que siguiesen y que él les alcanzaría más tarde.

—¿Pasa algo, Al?

James no se había puesto la capucha y las gotas de lluvia le mojaban el pelo naranja y corrían por su rostro.

—Sí. Oye, quiero que me digas ese lugar secreto al que vas. Me... —sacó del bolsillo trasero de su pantalón la segunda nota que le había llegado y se la enseñó a su hermano—. Me llegó esto, y pensábamos ir en Halloween todos.

James cogió la nota, la tapó con una mano para que no se mojase mucho y la leyó cuidadosamente. Cuando acabó, miró a Albus. No tenía los ojos grandes ni las cejas alzadas como había pensado Albus; las cejas se inclinaban hacia abajo como si hiciesen una sonrisa inversa, y los ojos, tan profundos, denotaban preocupación. La respiración se le aceleró un poco y desvió la mirada de los ojos de Albus por un momento mientras pensaba.

—¿Por qué? —preguntó simplemente al volver a mirar a Albus a los ojos.

—Porque los profesores piensan acusarte de robo, y es raro que desaparezcas cuando pasan cosas raras en el colegio. Me preocupa todo el secretismo que llevas. Sé que no es justo, porque invado tu libertad, pero... Sólo quiero saber si es peligroso, si voy a despertarme un día y tú ya no estarás. Siempre nos hemos llevado mal, pero nunca nos habíamos ocultado nada. Al menos nada importante.

James hizo un amago de sonrisa y atrajo a Albus hacia él. Le rodeó el cuello y le abrazó, y Albus se lo devolvió. Sintió que James le metía algo en el bolsillo trasero, se separó de él, le revolvió el pelo bajo la capucha y le dijo:

Albus Potter y el legado de MorganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora