Vapor.

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  -¿Qué pasa?-Dijo alarmado. 

Miré durante unos segundos a mi compañero de piso, su pelo estaba mojado y despeinado, llevaba puesto un chándal negro y su expresión era neutra.

-Hoy vi a mi padre-Dije tratando de no sonar como una niña pequeña.

Sus ojos se abrieron aún más.

-¿Qué ha pasado?-Dijo y negué con la cabeza arrancando el coche-María-Dijo en un tono gutural.

-Pues que he tomado un café con él.

Dije comenzando a conducir hacia el piso, Tommy me miraba fijamente, se echó hacia atrás en su asiento y suspiró.

-Si quieres me lo puedes contar y trataré de ayudarte, si no quieres no me lo cuentes-Dijo muy serio y asentí, no quería dar pena, no quería llorar, así que conducí en silencio, sintiendo la ocasional mirada de Tommy. 

Ambos entramos en el piso y corrí a mi habitación, me encerré y según caí en la cama rompí a llorar.

Todo parecía una broma de mal gusto, mi padre defendía a mi hermano, y no contento con eso se largaba con mi tía y pretendía que yo viviera con el animal que tenía por hermano. Era horrible, echaba de menos a mi madre, sus palabras, sus abrazos. Un sollozo se escapó de mi garganta, pero me dio igual, estaba destrozada. 

La puerta de mi cuarto se abrió y Tommy pasó, me quedé mirándolo durante unos segundos, avanzó por la habitación y se sentó sobre mi cama; de una manera casi mecánica tiró de mi brazo derecho y me estrechó en un abrazo. Tardé varios segundos en entender qué estaba pasando, todo era muy confuso, las lágrimas no me dejaban a penas ver, sólo sabía que me estaba abrazando por la presión que ejercían sus brazos a mi alrededor. Era una sensación cálida, placentera, de seguridad, noté cómo uno de sus brazos viajaba a mi cabeza y acariciaba mi pelo, trataba de calmarme, pero ese contacto, esa muestra de interés, me hizo romper en llanto, lloré contra su pecho, notaba cómo su camiseta se iba humedeciendo pero me daba igual.

-Ya está-Susurró a la vez que acariciaba con sumo cuidado mi pelo-Estoy aquí.

Dijo esas palabras y me sentí, por una vez en años, segura.

-Tranquila pequeña-Susurró, y noté cómo mi corazón daba un salto y me sentí avergonzada, traté de calmarme, pero no dejaba de hipear de manera infantil; me atreví a mirarle, y me sentí aún más avergonzada.

Tommy me miraba fijamente, sus ojos profundos se clavaban en los míos, su miraba no era como de costumbre, era calmada, sosegada, llena de ternura.

-Mi padre se va definitivamente y encima defiende a Pete-Susurré  y sus ojos se abrieron mucho.

-¿Quieres que le parta la cara?-Me sorprendió su pregunta y negué con la cabeza, froté mis ojos y y me separé un poco de él.

-No hace falta-Dije con un puchero, crucé mis piernas y me senté frente a él-Gracias.

-No las des-Dijo, me miró de arriba a abajo e hizo una mueca algo rara.

-Esto es una mierda Tommy-Musité y froté mi cara.

-Bueno, ya mejorará todo-Dijo frotando cálidamente mi brazo, mi piel se puso de gallina ante su tacto.

Me quedé mirándolo durante unos segundos, fijamente, analizando sus facciones, su nariz, sus ojos profundos en un gesto enfadado, sus labios carnosos y redondos, sus pómulos marcados, las pequeñas rajas que me recordaron la pelea del día anterior, ya cicatrizaban, su pelo corto y despreocupado, debajo de su camiseta se intuía un prominente cuello, y se podían apreciar tatuajes que parecía que intentaban escapar de su piel. Él, por una vez me mantuvo la mirada, firme y a la vez dulce,  no me intimidaba, pero si me daba respeto e hizo que yo apartase mis ojos de él.

Me dejé caer en la cama, mi cabeza aterrizó sobre mi almohada y cerré los ojos durante unos segundos, no pretendía dormirme.

-Te dejo que descanses-Musitó Tommy y su peso desapareció de mi cama, escuché como caminaba hacia la puerta; y de repente me inundó una sensación horrible, de vacío, oscuridad, dolor, al volver a caer en lo sola que estaba, en lo vulnerable que era. Un nudo se formó en mi garganta y la ansiedad me envolvió sin dejarme respirar, miré a mi compañero de piso.

-Tommy-Susurré, entre asustada y avergonzada, este se giró rápidamente y me miró, me senté como un indio sobre mi cama.

-Dime-Dijo y tragué saliva, no quería quedarme sola, no podía o iba a colapsar, necesitaba sentirme protegida por alguien, aunque ese alguien pudiera romperme en mil pedazos.

-¿Te puedes quedar? ¿Conmigo?-Dije y sus ojos se abrieron un poco más de lo normal, suc ara denotaba un poco de sorpresa, pero se giró y se dirigió a la puerta, me sentí idiota.

Andó dos pasos y cerró la puerta, me alivié al observar cómo se quitaba las botas que llevaba y las dejaba junto a las mías, también se deshizo de la sudadera, quedando en una camiseta de tirantes negra y la arrojó al escritorio; se acercó a la cama y se tumbó a mi lado, su cercanía me abrumaba.

-Ven-Dijo y abrió sus brazos, tragué con fuerza, dudé de mi decisión pero decidí hacer caso a mis impulsos, me acurruqué en su pecho y dejé que sus brazos me rodearan y juro por todo lo que conozco que fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Acariciaba mi pelo con sumo cuidado, como si intentara apaciguar a una fiera, noté cómo besó mi pelo, y todo mi organismo encendió unas alarmas que hasta ese momento nunca había encendido, mi mano viajó hasta dejarse caer en su pecho, sobre el tatuaje de máscaras griegas que se alojaba ahí; su piel era caliente, emanaba vapor, suave y reconfortante.

-Mañana voy a tener una pelea-Dijo y su pecho vibró con su grave voz.

-¿Contra quien?-Dije sin moverme ni abrir los ojos.

-Contra tu hermano-Dijo y los abrí de golpe, como si fuera un resorte, no me moví del sitio-Quiero partirle la cara legalmente-Susurró sin parar de acariciar mi pelo-Pero lo haré sólo si tu me lo permites María.-Me quedé de piedra durante unos segundos, ese chico era un maldito ángel de la guarda, a su manera, pero lo era.

-Tienes mi permiso-Susurré recolocando mi cabeza en el hueco de su clavícula, noté cómo su piel se erizaba ante mi respiración fría.

-Quiero que vengas-Dijo-Que sepa que es por tí-Dijo y asentí levemente.

"Que sepa que es por tí" se repitió en mi cabeza como un mantra, tanto que me dejó muda, no respondí, él quizá no lo sabía pero esas palabras me calaron hasta el alma, suspiré.

-Duérmete-Dijo suavemente.

VisceralWhere stories live. Discover now