Intrusos

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Cerró la llave del agua al terminar de ducharse

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Cerró la llave del agua al terminar de ducharse. Tomó una toalla para secarse las piernas y pies antes de salir de la tina, acercándose al lavamanos para verse al espejo.

Se colocó un bóxer cuando ya estuvo seco, seguido el short que había dejado antes de meterse a bañar. Tomó otra toalla y con la que se había secado la dejó tirada a un lado en el suelo.

Luego la recogería junto a la ropa sucia.

Apagó la música de su celular. Y pocos segundos después escuchó que tocaban la puerta principal. Salió para ir a abrir, pero antes de siquiera poner un pie fuera del baño escuchó a su mamá.

— ¡Yo voy!

Shōyō se quedó en el umbral de la puerta mirando en dirección a la escalera. Desde ahí no podía ver de quién se trataba, pero al menos lograba escuchar el murmullo de las voces.

Supuso que era un hombre por el tono grave de la voz.

Se dio media vuelta para tomar una polera y mientras se la colocaba, caminó hasta el principio de la escalera. Se hincó ahí, sólo logrando poder ver los tobillos de su mamá.

—... venir con nosotros. — alcanzó a escuchar apenas la voz del hombre.

Frunció ambas cejas cuando miró a Ume, su madre, dar unos pasos atrás. Shōyō reconoció el gesto que hacía con sus hombros al estar tensa.

Bajó un par de escalones y pudo ver entonces que no había sólo un hombre en la entraba. Eran mínimo tres, quizá cuatro.

Miró a Natsu sentada en el sillón del living, mirando asustada al hombre desconocido que tenía un aura amenazante.

— ¿Quiénes son mamá? — preguntó cuando bajó por completo la escalera.

Ume se giró a su hijo, con la mirada nerviosa y parecía algo pálida.

Balbuceó algo inaudible que Shōyō no pudo entender. Y antes de poder siquiera decir algo coherente, un hombre la tomó por la muñeca, tirándola para fuera mientras Ume soltaba un quejido de dolor.

Shōyō reaccionó casi al instante, corriendo hacia ellos.

— ¡Suéltala imbécil! — alzó la voz, desesperado.

Escuchó a Natsu empezar a llorar desde fuera de casa, donde forcejeaba con ese tipo para que la soltara.

Su mamá soltaba quejidos mientras trataba de acallarlos, apretando los labios con fuerza. Ella también tiraba de su brazo para tratar de soltarse.

Entonces se le ocurrió usar sus dientes. Shōyō mordió la mano del hombre con toda la fuerza que podía y llegó a pensar que le arrancaría la piel. Pateó también sus tobillos de paso. Y se escuchó un golpe seco cuando el tipo golpeó su rostro, pero a Shōyō no podría importarle menos el ardor que sintió en su mejilla.

Deuda | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora