Arder

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Con la mente en otra parte Shōyō estaba sentado en el pasto debajo de un árbol

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Con la mente en otra parte Shōyō estaba sentado en el pasto debajo de un árbol. Con un libro en ambas manos, hojeándolo sin interés.

Estuvo toda la mañana con un nudo en la garganta después de despertar de una de sus recurrentes y para nada sanas pesadillas. Todo sudado y gritando, asustando a varios.

A pesar de sus heridas Tobio fue el primero en llegar a su habitación, pero Shōyō estaba demasiado asustado como para dejarlo ayudar. Así que le gritó a todo pulmón que no lo tocara, que lo dejara en paz.

Shōyō soltó un suspiro ahogado, prestando atención por fin al libro, cuando llegó al final. Lo cerró de golpe y recostó su cabeza para atrás, mirando las hojas moverse al compás del viento.

«No lo pude encontrar en toda la mañana y no pude disculparme.» Se sentía fatal por haberle gritado, a pesar de que el mayor estaba preocupado y trató de ayudarlo.

Encogió sus hombros, dejando el libro a un lado, para abrazar sus piernas.

De repente, en su visión apareció la persona en la que tanto pensaba. Saliendo con cuidado y sin muchas prisas de la puerta, conversando con Kuroo a un lado de algo que no alcazaba a oír.

Shōyō tuvo una especie de déjà vu por un momento. Como si hubiera estado en la misma posición tiempo atrás, como si hubiera ya pasado por una situación similar.

Su mirada se conectó con la de Tobio y él, dejando a su amigo de lado, caminó enseguida a su posición.

— ¿Cómo te encuentras? — preguntó al estar lo suficiente cerca, preocupado por su estado — Perdón por lo de la mañana. Debí asustarte, fue estúpido de mi parte ir y entrar así. Violé tu espacio personal.

Shōyō parpadeó, sin poder creerlo. Y sacudió la cabeza con prisa, levantándose y caminando más cerca de él. Lo miró directo a los ojos, decidido.

— Tu intención fue buena y yo reaccioné mal. Soy yo quien debe pedir disculpas. — hizo una pausa, pensando qué más decir — Gracias.

Tobio suavizó su mirada, relajando sus hombros y cuando estaba por acariciar la cabeza de Shōyō, se detuvo.

— Dije eso de tu espacio personal, pero siempre te acaricio la cabeza sin tu consentimiento. — dijo, colocando sus manos en los bolsillos de su polerón — Es una costumbre que agarré cuando eras un niño.

Shōyō parpadeó rápido, ladeando la cabeza.

— Ayer dijiste algo similar y ahora también... ¿nosotros nos conocemos?

— ¿Qué? — ahora fue el turno de Tobio para parpadear, confuso — ¿No me recuerdas? ¿En serio? Ah, tenías como siete u ocho, es de esperarse. — su mirada se decayó, llevando ambas manos a su cabeza.

Dio media vuelta, dándole la espalda a Shōyō.

— Claro que no te recordaba, imbécil. Imbécil, imbécil. — susurraba muy bajo para sí mismo, algo avergonzado.

Deuda | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora