Carlos y el café

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Hoy era mi segundo día de trabajo, ayer no hubo noticias del chico del café.

Estaba especialmente de mal humor ya que hoy se festejaría el cumpleaños de mi mamá, no sabés cuánto la extraño.

Esta vez entré a la cafetería y saludé a Noelia, una chica de 18 años que va a la misma universidad que yo, ella es hija de mis vecinos y trabaja en la cafetería cuando ellos no pueden (o sea, la mayoría del tiempo)

Me preguntó qué me sucedía y le conté, obviamente sin decirle quién la mató a mi mamá ni nada de lo que sucedió después de su muerte.

A los quince minutos llegó un cliente y se acercó al mostrador, miró hacia los lados y preguntó donde estaban los dueños.

Les expliqué lo que pasó obligándome a tratarlo bien.

Todo iba perfecto, hasta que hizo un comentario con aires de superioridad que de verdad me molestó .

“¿Qué se supone que es lo que llevás en la cabeza? Tu mamá debe ser una loca igual que vos para dejarte hacer eso.”

Mi cabello estaba teñido de todos colores, como el de mi madre cuando era joven.

Lo peor de todo es que su comentario más la depresión del este día me terminaron de destruir y le tiré el café caliente que recién había preparado y que se lo estaba por entregar, en su cabeza.

¿Como se atrevía a insultarnos a mi mamá y a mi?

Y así sucedió el problema que comenzó cuando el chico pidió escribir en el libro de quejas de la cafetería, y ese chico no es nada más ni nada menos que Carlos, el chico del café, quejándose de mí, la chica del mostrador.

Los secretos de CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora