18- La vida real.

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 — Oh, ¡aquí están!— dice un soldado umeriano observando a Leo y Billy reposando en paz en una parte alejada del edificio que habían arribado— ¡Avísenle a Tomás!— los otros soldados que iban con él se retiran en busca del guardián.

Tomás de inmediato llego a la escena y toco a Leo para que despertará.

— Oh, ¿ya es de día?— se restriega los ojos la chica rubia— ¿Qué tal Tauro?

— No me llames así— gruñe el trigueño y se puso serio— Llevamos un día entero buscándolos, ¡¿estaban solo durmiendo?!

— ¿Qué insinúas...?— menciona ella con una mirada curiosa.

— Yo, nada, el rey, muchas cosas. Quiere ver al chico, está bien enojado— dice el guardián cruzando sus gruesos brazos— Despiértalo y llévalo al castillo de inmediato— luego observa el dedo vendado con un pedazo de tela de la guardiana— Tú dedo Leo, ¿aún no controlas...?

— No es tu asunto, si es todo lo que me tienes que decir...— interrumpe Leo, si había un tema del que le incomodaba hablar era de sus inestables habilidades.

— Tch... Date prisa— el trigueño comienza a retirarse.

—Dame un respiro...— suspira— Ya voy...

— Dormiste un día completo— Tomás se detuvo y le fulmino con la mirada— No más vacaciones— Leo asiente, el guardián sigue caminando y entonces la guardiana trato de despertar a Billy.

— Humano, vamos, el rey te quiere ver— le dijo.

— 5 minutos más mamá— menciona él, mientras se mueve.

— Rayos, voy a durar un rato en esto— murmura fastidiada.

Luego de un rato Leo y Billy salieron del edificio escoltados por algunos soldados, se dirigían hacia una nave para ser transportados al castillo, dentro ya de la nave que parecía un helicóptero, las hélices eran holográficas de color azul y poseía unas turbinas que permitían un viaje rápido, el chico se restregaba los ojos y la leona se estiraba, observaban como ya las reparaciones del planeta estaban en marcha, muchos ciudadanos estaban ayudando, todos muy felices y se les notaba las ganas de trabajar. Muchas naves iban de un lugar a otro llevando materiales para trabajar.

— Wow, es impresionante— menciona sorprendido el pelinegro observándolos desde arriba.

— ¿De qué hablas?— pregunta la chica de ojos anaranjados.

— Admiro la unión de todos aquí— sonríe ligeramente, pero luego su sonrisa decae— En la tierra hubiera pasado algo como esto y... las personas estarían locas buscando si quedo algo de sus reliquias de valor. Prácticamente estuvieran buscando un culpable para su desgracia y descargar su ira en él, ella o eso.

— ¿Umm?— la leona entiende un poco al chico— Todo es cuestión de voluntad, humano, es mejor ejercer la voluntad en repararlo todo y no malgastarla buscando a quien culpar y castigar.

— Que gran planeta— Billy desde adentro lanzo su vista hacia afuera y observo un pequeño sol oscuro y recordó de repente la imagen mental que tenía del planeta le viene a la cabeza: una gran esfera muy parecida a la tierra, con unas marcas rojas en partes de la misma, además de los dos planetas colocados opuestamente, los pequeños planetas blanco y negro. El chico de ojos marrones pensó que ya había fastidiado lo suficiente a Leo por ahora, así que dejaría esa duda para luego, el cubo que hablaba sobre las galaxias le hablo de Umengard que era uno de los planetas más prósperos, pero no le dijo nada sobre los planetitas.

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