Capítulo Dos

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La cabeza de Severus daba vueltas. No podía enfocar la vista.

Lo último que recordaba es estar parado en su habitación y... nada.

Luego simplemente había golpeado una bandeja de metal y había terminado en el suelo con los pantalones llenos de zumo de naranja.

—¿Quién eres?—cuestiono una voz ronca, temblando. Severus levanto la mirada hacia el sonido, pero solo vio un rostro borroso—.

—Mi nombre es Severus Snape—contesto de forma inmediata Severus, entrecerrando los ojos, intentando enfocar la vista—.

Finalmente su vista comenzó a aclararse, rebelando un cabello sumamente desordenado de color negro, una cama sumamente desordenada que indicaba demasiado uso, unos ridículos lentes de culo de botella...

—Potter.

La palabra abandono los labios de Severus como un gruñido, cargado de ira y odio.

Severus intento levantarse pero sus piernas parecían entumecidas. Maldijo en voz alta.

—¡No! ¡No soy quien tú crees!—murmuro el chico, con una nota desesperada en la voz, aunque no parecía precisamente asustado. Parecía... parecía desesperado por aclarar que no era esa persona, como si ella le provocara rechazo—.

—Oh, ¿Y quién eres? ¿Su clon?—cuestiono Severus en tono venenoso—.

—Su hijo.

Severus se froto los ojos de inmediato, pensando que no había escuchado bien (incoherente ¿verdad?). Su vista enfoco completamente al chico que tenía delante.

Era Potter. Tenía su cabello, sus facciones, sus lentes, sus...

—Tus ojos—la voz de Severus sonó estrangulada en contra de su voluntad—.

—¿Mis ojos?—por un momento el chico miro hacia otro lado, como intentando ver sus propios ojos, y luego se dio cuenta de lo estúpido de su acción y fingió estar alisando su colcha—.

Tenía los ojos de Lily Evans.

No solo eran parecidos, no solo tenían el mismo color. Eran los mismos ojos.
Severus no tenía la menor duda, no luego de pasar horas mirando los ojos de Lily, más interesado en ellos que en el resto de la realidad.

Severus retrocedió de golpe, sintiéndose en una horrible pesadilla. ¿Qué más podía ser un mundo donde existía un Potter con ojos de Evans?

—¡Espera!—exclamo el muchacho. Parecía tan nervioso como Severus—.

—¿Quién eres?—cuestiono Severus en tono espantado—.

—Su hijo. De los dos—dijo, como si hubiera adivinado lo que pensaba Severus—.

—Eso es imposible—dijo Severus. "Respira hondo" se dijo a sí mismo. "Es solo un horrible sueño"—. Potter y Lily solo llevan saliendo unos meses, y tienen diecinueve años. No tienen ningún hijo.

Harry pensó un momento en que hacer. ¿Sería un sueño? No es que pudiera ser muchas otras cosas, considerando que de por si Severus Snape estaba muerto, y sin duda no se había muerto luciendo así, pero... a Harry aquel muchacho del suelo le parecía demasiado real para ser solo un sueño.

De repente recordó algo y rebusco entre las cosas amontonadas en su mesa de noche. Pronto encontró un periódico y se lo lanzo a Severus.

Severus lo tomo con desconfianza, sin saber que tenía que ver. Era un ejemplar del profeta. "Restauración de Hogwarts completa" rezaba el titular. Severus e pregunto cuando Hogwarts había comenzado a restaurarse. Sin entender nada busco una fecha, y solo se encontró con la fecha del día. Diecinueve de mayo de mil novecientos noventa y ocho. 19/05/98.

Los ojos de Severus se agrandaron por la sorpresa. Aun para un sueño eso era realmente extraño. ¿Por qué soñaba con una fecha tan aleatoria como el diecinueve de mayo de mil novecientos noventa y ocho?

—James y Lily tienen... tendrían treinta y ocho años—murmuro su supuesto hijo en tono lúgubre—.

—¿Tendrían? ¿Qué les paso?—cuestiono Severus, con algo oprimiendo completamente su pecho—.

"Están muertos" pensó Harry, pero fue incapaz de decirlo en voz alta al ver la cara torturada de su futuro profesor. Nunca, ni siquiera en el momento de su muerte, lo había visto mostrar tal emoción en el rostro. ¿Así era antes? ¿Qué lo había cambiado? Harry no pudo evitar penar que quizá aquel suceso que lo había vuelto tan frio había sido la muerte de Lily.

—Mi padre está muerto—contesto por fin Potter, evitando su mirada—.

—¿Y Lily?—cuestiono Severus casi con tono desesperado—.

—Escondida—murmuro Potter, siendo esto lo primero que se le ocurrió—.

—¿Dónde?

Harry abrió la boca mientras se inventaba algo, preguntándose cuando seria la mentira más creíble. Nunca llego a decir nada porque se abrió la puerta.

—¡FUERA!—grito Potter más alto de lo que se proponía, espantando a quien fuera que se proponía entrar antes de que siquiera se asomara—.

El corazón de Potter comenzó a latir frenéticamente. Nadie podía ver a Severus Snape allí.

Se levantó de la cama de golpe, sin importarle las quejas de todos sus músculos; en pleno ataque de adrenalina, apenas lo sentía.

No se molestó en ponerse zapatos o ropa que no apestara antes de dirigirse furiosamente a la puerta, dispuesto a averiguar que rayos estaba pasando.

Salió al pasillo como un tornado, pasando entre enfermos y enfermeras sin que nadie lo frenara, ya sea por la cara de desquiciado que tenía el niño-que-vivió-y-venció o porque era la primera vez que se paraba de la cama en más de tres semanas. Sus piernas también le estaban tomando factura por eso, pero en su neblina de histeria ni siquiera lo sentía.

Tardíamente se dio cuenta de que Severus Snape lo seguía, varios pasos detrás de él, pero ni siquiera se paró a pensarlo.

Subió escaleras como si lo persiguiera el diablo, chochando contra alumnos y trabajadores dela restauración. Todos le dirían miradas raras, pero Harry ni se paró a pensarlo. Todo el mundo le diría miradas raras.

Por fin llego a la gárgola que daba a la oficina del director. Hasta ella dejo pasar a Harry sin siquiera pedir la contraseña.

El muchacho subió la escalera de un golpe y toco con frenesí la puerta de la oficina del director.

De inmediato McGonagall le abrió.

—¡Señor Potter! Lo estaba esperando—dijo la mujer, y luego de unos titubeos agrego—: no pensé que realmente viniera.

—No vengo por nuestra reunión—dijo Potter. La verdad, ni siquiera recordaba que tenía una reunión con McGonagall y mucho menos sobre que era—. Quiero saber qué significa esto—dijo, señalando al joven Severus Snape con frenesí—.

La directora fija la vista donde él señalaba y frunció el ceño.

—Potter... allí no hay nada.

Dos Pizcas de Confusión y Una de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora