Capitulo Doce

1.9K 260 27
                                    

Potter paso otra tortuosa (y dolorosa, gracias a su inflexible erección) hora en casa de los Weasley, teniendo que fingir que se encontraba perfectamente bien y disimulando como podía los efectos de las acciones de Snape.

Luego de mucho pollo extra picante y dos porciones de pastel, Harry se despidió amablemente y alego que tenía que volver porque ya era tarde, pero que volvería pronto.

En cuanto salió de la casa se alejó varios metros y comenzó a llamar a Snape, sin importarle si alguien le escuchaba.

—¡Snape!—llamo, furioso—. Ven aquí, ¡Maldita sea! ¡Snape! ¡SNAPE!

Harry se pasó las manos por el cabello, intentando concentrarse. No podía hacer eso allí, por muy furioso que se encontrara. Debía calmarse e irse antes de que alguien lo viera gritando el nombre de su profesor muerto al aire.

La mejor idea que podía tener era simplemente irse. Tenía más oportunidades de encontrar a Snape allí que de encontrarlo en los alrededores de la madriguera.

Se quedó un segundo más allí, encorvado. Luego tomo su varita y se apareció en las afueras de Hogsmeade.

—En cuanto aparezcas, no tengas dudas de que te mataré—espeto Potter al aire, confiado en que ningún extraño lo escuchara y pensara que lo estaba amenazando—.

Luego de esperar unos segundos la aparición de Snape sin frutos, emprendió su camino de regreso a su cárcel voluntaria.

La elección de sus pantalones parecía a punto de estallar y Harry no la soportaría mucho tiempo más.

Si Snape no aparecía pronto, debería darse una jodida ducha helada. Y luego masturbarse. Un par de veces.

. . .

Decir que Harry estaba frustrado era poco decir.

Era pasada la noche y llevaba más de una jodida hora masturbándose sin lograr nada. Sentía todo el jodido cuerpo húmedo, aunque a esas alturas no podía identificar si era el agua de la ducha que había tomado o sudor.

Empujo sus caderas contra sus manos otra vez inútilmente, solo sintiendo su erección más dolorosa.

—En cuanto te vea, juro que te follare tan duro que no podrás usar tú fantasmal trasero en un mes—jadeo Harry en tono rabioso—.

La idea de Snape postrado ante él, jadeando por su miembro, rogándole que le diera más rápido, más duro, más fuerte... excitaba a Harry de una forma completamente morbosa.

Estaba en la cama de Snape y sentía su olor por todas partes. Potter nunca había sentido un olor tan jodidamente excitante...

Se imaginó penetrándolo sin piedad, obligándolo a rogar por más, enterrando las uñas en su espalda y gimiendo en su oído...

Harry se corrió estrepitosamente, manchando las sabanas y a sí mismo, sin aliviar mínimamente su erección.

Jadeo fuertemente, aún más excitado que antes. Joder, en cuanto viera a Snape...

Alguien toco la puerta.


Harry maldijo en voz baja y se apresuró a ponerse los pantalones. ¿Quién rayos tocaba la puerta a esa hora?

—¿Harry?

Potter tuvo que contener una maldición detrás de una sonrisa.

—¡Ginny!

—¿Estas bien?—la chica sonaba preocupada—.

—No, yo... sí, sí, estoy bien. ¿Paso algo?—titubeo Potter, escondiendo sus piernas tras la puerta—.

—Te veías mal en casa y quise venir a verte—la chica empujo la puerta y paso a la habitación de Potter, haciendo una mueca—. Esto es un chiquero, Potter—replico la chica, haciendo una mueca, y barrio la habitación con la mirada. Harry se puso nervioso y le rogo a Merlín que no notara las manchas de semen en la cama—. ¿Por qué rayos tienes dos...? Oh. Oh. Así que por eso andabas tan raro hoy. ¿Con quién te estuviste portando mal, Potter?—cuestiono Ginny en tono burlón, volteando a verlo. Harry hizo lo posible por ocultar su erección, pero claro que no fue posible—. No me digas que tienes a una chica escondida en el armario...

—¡No! Nada de eso, es... solo estoy yo—dijo Potter, tragando saliva. A pesar de lo estúpido que se sentía, puso las manos delante de su prominente bulto—.

—Por Dios, Potter, ¿De dónde salió tu timidez? ¿Has olvidado que ya te conozco completamente?—cuestiono Ginny, sonriendo de forma picara. Era verdad. Ginny era la única persona con la que Harry se había acostado... Además de Snape, claro, pero Harry no estaba del todo seguro de que era Snape—. ¿Quién te ha dejado así?—cuestiono en tono burlón—.

—Nadie—replico Potter, cerrando los ojos—... alguien. No sé.

—¿Quieres ayuda?—cuestiono la chica, acercándose a Potter. Poso una mano sobre el bulto del chico y otra sobre su pecho—.

—Yo...—Harry estaba comenzando a negar, pero estaba jodidamente excitado—.

—Ya lo sé, sexo sin compromiso, no despertaras y me harás el desayuno, no comenzaras llamándome cielito—dijo Ginny, desabrochando el pantalón de Harry—. Quizá ni siquiera me encuentres aquí en la mañana—le prometió ella, acariciando el miembro de Harry—.

Harry la beso, sintiendo los carnosos labios de la chica apretando los suyos. Ginny abrió la bragueta del chico para poder masturbar su miembro más abiertamente.

Harry la tiro a la cama (a la que estaba limpia) y acaricio sus muslos hasta llegar a los bordes de la falda que llevaba. Movió sus manos más arriba, hasta las bragas de la pelirroja. El hecho de que estuvieran húmedas hizo sonreír a Harry. Las corrió a un lado y comenzó a tantear la entrada de la chica, haciéndola gemir. Harry metió dos dedos y sintió la humedad de la chica abrazarlos. Movio los dedos con rudeza, haciéndola gemir, y no tardo en remplazarlos por su erecta y palpitante polla. La embistió de una sola vez, haciéndola gemir y encorvar su espalda. Sintió como enterró las uñas en su espalda.

A Harry le asombro descubrir que no se sentía tan bien como recordaba.

Comenzó a acariciar la retaguardia de la chica con sus dedos, aun húmedos, lubricándola. Metió ambos dedos sin previo aviso, haciéndola gemir aún más. Comenzó a preparar su entrada mientras seguía con sus embestidas, lentas y profundas.

Obligo a Ginny a darse vuelta, y ella no se opuso. Estaba disfrutando tanto que Potter podría haber hecho lo que quisiera con ella.

Posiciono su miembro en la entrada de la chica y empujo sin más. Cerró los ojos, imaginándose que era Snape, que era él quien gemía agudamente por más, quien no dejaba de temblar, quien lo estaba llevando al límite.

—Oh, Potter, parece que has sido un niño muy malo.

Harry paro de golpe, abriendo los ojos para ver a Snape.

—¿Qué paso?—cuestiono Ginny, jadeando—.

—Nada.

—Vamos, complace a la chica—ronroneo Snape y Harry obedeció sin rechistar—. ¿Qué, te imaginas que soy yo?—susurro en el oído de Potter, y este cerro los ojos—. ¿Te imaginas que soy yo quien gime tu nombre con desesperación? Oh, Harry, ¡Harry!—murmuro, imitando los gemidos de Ginny. Eso puso jodidamente caliente a Harry—. ¿Te imaginas que soy yo quien deja que lo folles, sin querer que tu polla salga nunca más de mí?—acaricio el abdomen de Harry, haciendo que este se estremeciera—. ¿Te imaginas que soy yo, que mi interior es el que aprieta tu miembro ¿Qué soy yo quien te está haciendo gozar más y más, apunto de llegar a un...?

Harry se corrió estrepitosamente dentro de Ginny, por fin aliviando su erección.

—Eso pensé—dijo la voz burlona de Snape. Cuando Harry abrió los ojos, él ya no estaba—.

Dos Pizcas de Confusión y Una de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora