Capítulo 7

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El olor a hospital es uno de los peores que hay para mí. Uno de los que menos me gusta. Porque sí, porque está claro que un hospital tiene un olor particular, al igual que las veterinarias, las empresas, etc. Cada cosa, cada persona tiene un olor, una esencia particular, o al menos eso es lo que yo creo. Y como papá me contó tiempo atrás. Tampoco son los mejores lugares en los que me gusta estar (claro está por qué), sin embargo aquí estoy, sentada en medio una sala con paredes blancas y medio vacía, acompañando a un nuevo amigo en mi vida.

Recuerdo que tuve que venir aquí por algún tiempo hace años atrás por la enfermedad que tuvo mamá. Y luego cuando ella se fue... mi mundo se desmoronó, se vino cuesta abajo junto con el de mi padre. Es por eso que estoy haciendo un horrible esfuerzo por estar en este lugar que me hace sentir melancólica y triste. Fue la pérdida más grande que tuve en mi vida, y sinceramente no es algo que le desee a nadie. Por eso sé cómo se siente el estar aquí, ya sea por algo leve o grave, esto sigue siendo un hospital, y el historial que estos llevan digamos que no es muy... lindo. Pero no podía decirle que no a Jax, no cuando su madre tiene que estar en este lugar, y aunque es por un accidente, algo muy distinto a una enfermedad, siento que tengo que estar aquí para él, no sólo porque me lo pidió sino que también por la cara que puso cuando lo hizo, claramente yo no me podría resistir a eso. Y finalmente, aquí estoy.

Acompañando a un amigo.

—Un poco de café —escucho decir a Jax cuando vuelve. Trae en ambas manos vasos descartables mientras camina en mi dirección—. ¿Gustas uno? No sé cómo te gustan, pero allí en la cafetería hay azúcar, leche y esas cosas, si quieres podemos ir.

—Veo que cambiamos los roles —bromeo, haciendo referencia a mi trabajo en la cafetería—. Y está bien si al menos tiene un poco de azúcar.

Él sonríe y me entrega uno de los vasos, así que supongo que le ha puesto al menos un poco de azúcar al que me está dando. Lo sostengo entre mis manos unos cuántos segundos así estas se calientan gracias al líquido hirviendo de adentro.

Finalmente tomo un sorbo y efectivamente no está tan amargo como esperaba. Me pregunto si el de Jax estará completamente amargo como el que tomó en la cafetería aquella vez. No comprendo cómo no puede ponerle al menos una pizca de azúcar. Río internamente al pensar en que Nina diría algo cómo: «es por eso que tiene cara de amargado todo el tiempo».

Sin más preámbulo él se sienta a mi lado y también comienza a tomar de su vaso descartable. Aún no me ha contado mucho sobre lo que pasó con su mamá y tampoco espero que me le cuente, no quiero presionarlo y tampoco ser una entrometida; él solo me dijo que quería compañía. Leah, su hermana, se sentó en unos asientos un poco más lejos que nosotros y tiene audífonos puestos, supongo que para evitarnos. O evitarme, mejor dicho. El doctor nos indicó esperar un rato hasta que ellos puedan entrar a ver a su madre, así que estamos aquí hace casi una hora.

—Gracias por preocuparte por mí, de verdad, yo... —él no me mira y sé que le está costando decir aquellas palabras por el simpe hecho de cómo tiemblan sus manos.

Sonrío enternecida por eso, él puede ser muy dulce si quiere. Ahora es cuando comienzo a notar lo verdaderamente frágil que puede ser. Lo temeroso. ¿Le teme al mundo en sí o a las personas? No puedo evitar cuestionarme.

—Está bien, no necesitas agradecerme, eso hacen los amigos, ¿no?

Amigos, repito como para que mi cabeza se calme un poco.

No cometeremos el mismo error...

No cometeremos el mismo error...

Jax se gira para observarme pero no sé qué puede estar pasando por su cabeza, su mirada es indescifrable. Como siempre lo es.

Ahuyentando los miedos de JaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora